Nur Raihan y sus hijos en la actualidad, en el parque de Blang Padang, en Banda Aceh. Tras el tsunami, el parque quedó cubierto de cascotes y cadáveres. |
Nur Raihan y
su marido, Dendy Montgomery, están vivos de casualidad y lo saben. Eran
las 07:59 de la mañana (hora local) del 26 de diciembre de 2004,
cuando un terremoto de 9,1 grados de magnitud en la escala Richter
sacudía todo el Océano Índico. Su epicentro, a 30 kilómetros de
profundidad, estaba situado a unas decenas de kilómetros de las costas
de la isla indonesia de Sumatra. En su extremo norte, la ciudad de Banda
Aceh había visto caer varios de sus edificios. La deformación
profesional de Nur y Dendy, ambos periodistas, les llevó a pensar solo
en desplazarse lo antes posible al centro urbano para informar de lo
acontecido. Así que saltaron en su jeep y empezaron a entrevistar
a supervivientes tras el derrumbe de un hotel junto a la Gran Mezquita
de Baiturraham. “Mi marido se había subido a la verja de la mezquita a
grabar y, de repente, me empezó a gritar: '¡Corre! ¡Corre!'”, relata Nur
a. Había divisado el tsunami que costaría la vida de
230.000 personas en una quincena de países de Asia y hasta en África.