
La profesión regala, a veces, momentos divertidísimos. En África, además, tiene una cierta vertiente absurda que resulta irresistible. Ejemplo: ¿Quiere usted venir a Gabón a gastos pagados a cubrir... el
Foro Nueva York África? Uno, sin saber muy bien de qué va la gaita esa, acepta casi sin pensárselo. ¿Qué puede haber de malo en un foro raruno al que van Boris Becker, Alek Wek y Cherie Blair? Y, poco después, hállome allí, viendo ponerse en sol en el Atlántico.
Luego, pasada la emoción de salir de la oficina en Nairobi, empieza el
reconcomío de que un presidente corrupto te esté pagando un viaje con dinero que debería invertir en sus
súbditos compatriotas. Como cuando lo hace una ONG para que les des publicidad, que podrían estar invirtiendo mejor esa pasta. Pero esa es sólo una más de las
eñemil contradicciones con las que se uno se encuentra en un lugar tan desigual. En fin.
A lo que iba: era mi primera vez no sólo en África central, sino también en la francófona. Pero África, aun lejos de ser un país, tiene un sastre que aplica cortes similares en varias partes del continente y uno, aunque tirando a lerdo, empieza a conocer los diseños a la moda.