sábado, 30 de octubre de 2010

Elecciones en Tanzania (II)

Calor insufrible en Dar. Lo que no tengo fundido de cerebro me ha permitido sacar una previa electoral de color, una previa de datos, una nota sobre cómo afrontan los albinos las elecciones (se han cargado más de cincuenta en lo que va de año porque existe la creencia de que sus miembros portan fortuna) y, para rematar, una sobre el apoyo a los candidatos en Internet. Continúo con la invitación, esta vez a un zumo de frutas de la pasión, a quien termine los cuatro textos sin bostezar. Ánimo, valientes.

viernes, 29 de octubre de 2010

Elecciones en Tanzania (I)

Estoy en Dar es Salaam para la cobertura de las elecciones tanzanas, así que dejaré el chiringuito un poco desatendido. Intentaré al menos ir colgando lo que publique. Hasta el momento: datos básicos y evolución política, perfil de los candidatos y situación del país ante los comicios. Si alguien es capaz de leerse los tres textos sin roncar, le invito a un yogur.

martes, 26 de octubre de 2010

China en África (I)

Tengo algo con China. Pasé allí los últimos seis meses de 2008 trabajando y al año siguiente volví uno de vacaciones. Tiziano Terzani lo llamaba il male giallo, el mal amarillo. Así que cuando descubrí que China estaba intentando desenterrar un trozo de su historia en Kenia, no me lo pensé y acudí a ver de qué se trataba. He aquí el resultado.

Imagen mangada de la BBC, bastante más aparente que las que tomé yo, que (ejem) llegué cuando la excavación ya había terminado...

* El título de esta entrada es el mismo que el que se le dio a la traducción española de La Chinafrique. Me traje el libro de España al venir y aún lo tengo aparcado en la estantería. La segunda parte de esta entrada llegará cuando encuentre el tiempo suficiente para leerlo.

[Actualización]

<a href="http://video.latino.msn.com/?mkt=es-us&vid=fec2f48b-e38e-4edb-9a82-91e119e701e0&from=es-us&fg=dest" target="_new" title="Hallan una moneda china que podría cambiar la historia de África oriental">Video: Hallan una moneda china que podría cambiar la historia de África oriental</a>

domingo, 24 de octubre de 2010

Malindi

Los enclaves desubicados tienen su magia. Macao podría ser a veces Lisboa, a veces Las Vegas, en China. Malindi pasa por ser la pequeña Italia de Kenia. Asentada en un emplazamiento nada despreciable, la segunda mayor ciudad portuaria del país (tras Mombasa) acoge una gran comunidad italiana que ha ido alterando a su antojo el funcionamiento local.


Aquí los negros hablan en la lengua de Dante y Berlusconi, el habitual jambo se cambia por ciao y en lugar de hey, boss! se opta por hey, capo! Las tiendas anuncian con grandes letras la venta de mozzarella y los reclamos de muchos de los negocios parecen orientados en exclusiva a los nuevos dueños de la ciudad. La pizza y la pasta, además, superan con creces las expectativas.

Pero no es, ni de lejos, el paraíso que locales y expatriados quieren vender. A la entrada de la ciudad, un amplio letrero reza en italiano: "Malindi condena la prostitución infantil". La adulta, por desgracia, parece del agrado de sus nuevos señores.

jueves, 21 de octubre de 2010

El Índico


Vengo de darme un baño en el Índico después de un día de trabajo interminable. Mientras me sacudía la arena de los pies, con una sonrisa que me daba la vuelta a la cara, me he acordado de un texto que escribió hace tiempo mi compañero de profesión (y, sin embargo, amigo) Daniel Iriarte para la publicación del colegio mayor en el que nos conocimos. Han pasado cuatro años y medio desde entonces y, aún hoy, no le cambiaría ni una coma:

¿Por qué viajamos? A menudo me lo he preguntado, y en cada época de mi vida me he dado respuestas diferentes –hablo por mí, no conozco tanto al resto del mundo-: para ser más independiente, para ensanchar la mente, por el placer estético de lo que uno ve. Y lo único que ha permanecido invariable es la jodida necesidad de viajar, que parece que tiene impulso propio. Porque resulta que ninguna de las respuestas lo explicaba todo.

Veamos: a menudo los que vamos por la vida de aventureros tragasables somos los más intolerantes. Cuántas veces he oído comentarios despectivos hacia uno “que no ha salido de casa en su vida”. Señores, salir de casa no garantiza nada. Todos conocemos personas que viajan a menudo, pero a las que no se les mueve ni un tornillo de la cabeza por lejos que estén. Y lo malo es que, precisamente por eso, se creen los más abiertos y cosmopolitas. Así que descartemos la apertura de miras como motivo para viajar, porque eso no se puede forzar (decía el sabio coñón: “un turista es aquel que viaja diez mil kilómetros para confirmar sus prejuicios”).

¿El placer estético? Existe, al contemplar un mercado africano o un desierto. Pero también ante un Rodín, una película de Kurosawa o una bella camarera. Ergo, no es necesario viajar para sentirlo.


¿Independencia, aprendizaje, sabiduría? Son buenos motivos: aprender a moverse por el mundo aumenta la autoconfianza, es indudable; pero más lo hace tu primer trabajo remunerado (que es, por cierto, donde a uno le sale la barba).
¿Se aprende viajando? Claro: no todo está en los libros, ni siquiera en Internet. Y además, lo mejor de todo, es que uno se lo pasa de miedo mientras aprende. Aunque, como vengo diciendo, hace falta un espíritu determinado para que un viaje sea verdaderamente productivo.

Lo que intento decir es que viajar no es un cheque que certifique la sabiduría. Puede ayudarnos a ser un poco más respetuosos, tener mayor capacidad de comprensión de las complejidades del mundo al haber aprendido que no todo se reduce a nuestro entorno; puede inspirarnos para ser más creativos, ayudar a que nos pasen cosas más interesantes, porque estamos más abiertos a ello. Pero el proceso mental que se produce en nosotros no es diferente al de cambiar de trabajo o de ciudad o conocer a una persona fascinante. Lo bueno, lo verdaderamente fantástico, es que en un viaje nos pasan todas esas cosas al mismo tiempo, así que, ¿por qué no hacerlo?


Si hoy me volviese a hacer la pregunta, probablemente sería más humilde en mi respuesta: diría “
porque me gusta”, como los niños pequeños. Porque lo único que sé es que, a veces, cuando mis botas estaban enterradas en la arena y la gente a mi alrededor gritaba en lenguas extranjeras, las cosas tenían sentido. Por eso nunca lo dejé.

miércoles, 20 de octubre de 2010

La jungla cotidiana

Un día cualquiera, te despiertas y descubres que tienes la despensa tan vacía como el estómago. Decides acercarte al supermercado, un , en el que compras café , que luego pagas en caja con tu tarjeta del . La misma que usas más tarde para comprar por internet, gracias a la conexión de , un vuelo de para irte de vacaciones.
Quedas a comer en el y luego vas a tomar un té a la . Pero la noche se echa encima y recuerdas que tus amigos te esperan en el bar de siempre para saborear una cerveza mientras veis el partido de tu equipo preferido, los . Y todo sin salir de la ciudad.

domingo, 17 de octubre de 2010

El tamaño de África

Es conocida la controversia de la proyección de Mercator, en la que Groenlandia aparece del tamaño de África, cuando en realidad es unas catorce veces menor.


A pesar de las distorsiones mórficas de la proyección de Peters, su mapa hace justicia en lo que a extensión se refiere.


África son treinta millones de kilómetros cuadrados, por redondear. Pero sucede como cuando dices que China tiene 1.300 millones de habitantes: cifras tan monstruosas son difíciles de asimilar. Este mapa que me ha pasado una compañera quizá contribuya a una mejor comprensión.

jueves, 14 de octubre de 2010

Rendirse a la evidencia

La primera vez que viví en el extranjero fue en Italia. A pesar de no llevar hebilla extragrande de DG, gafas de sol hasta por la noche y camisetas ajustadas hasta límites truchotes, cualquiera me habría confundido con un indígena.

En mi segunda estancia prolongada fuera de España, pasé más de medio año trabajando en China, donde, a pesar de mi estatura y del vello facial, de lejos, en mi fantástica Flying Pigeon, con poca luz y a los ojos de un miope, podía llegar a pasar por local.

Ahora vivo en Nairobi. Y ya ven, de nada sirve esconderse.


Ya puestos, vamos a darle un poco de guasa al asunto, cortesía de Frank-T.

martes, 12 de octubre de 2010

Déjenme en Paz

La verdad es que esta entrada habría ido de perlas el viernes pasado, con lo del Nobel de la Paz para Liu Xiaobo (cuyo análisis dejo en manos de alguien sesudo y con gafas). Pero la vagancia es capaz de causar los peores estragos y como se cruzó lo del fútbol de por medio, pues aquí estamos.

Decía que habría encajado bien porque quería hablar de otro Nobel de la Paz, el de 1984: Desmond Tutu. El buen hombre decidió en julio (y formalizó hace nada) que está mayor para seguir siendo personaje público.

Es el segundo por la izquierda. Aquí rodeado por Albert John Lutuli, Frederik de Klerk y Nelson Mandela, en la plaza de los Nobel de la Paz (sudafricanos), en Ciudad del Cabo.

Una merecida jubilación para alguien que, junto a los otros tres personajes arriba mencionados, luchó contra el apartheid y por convertir Sudáfrica en la nación del arcoiris, expresión que se le suele atribuir. Sin embargo, se echará de menos a este hombrecillo de afilado verbo y contagiosa sonrisa.

sábado, 9 de octubre de 2010

Una tarde de fútbol

Bienvenidos al municipal de Las Gaunas estadio Nyayo de Nairobi, donde aguarda un apasionante Kenia - Uganda, válido para la clasificación a la Copa Africana de Naciones Gabón/Guinea Ecuatorial 2012...

Esto pinta genial...

Estadio Nyayo. Kenia contra Uganda. La primera vez que vi el nombre de la federación ugandesa de fútbol pensé que era una errata.

Algún día debería escribir algo sobre las siglas, que llevo coleccionadas unas cuantas (la NBA, por ejemplo, es la Asociación Nigeriana de Abogacía).

En fin... partido clasificatorio para la Copa Africana de Naciones de 2012. Para los locales, que venían de perder el partido anterior, era casi imperativo ganar. 0-0. Por no haber no hubo casi ni faltas. Lo que sí hubo, por supuesto, fue el ruido de las putas vuvuzelas.

Mientras tanto, en el cielo, los marabúes revoloteaban al acecho de algo de carne que llevarse a la boca. Previsiblemente, porque estas carroñeras también consideraban a los actores del lamentable espectáculo unos matados.


Dice muy poco en favor del espectáculo que lo mejor del encuentro fuera el descanso, pero es que...

Patinaje en el videomarcador en el entretiempo...

El tipo que entretenía al público dando toques al balón en el centro del campo...

Keniaman... o algo.

¡Ejpaiderman!

Menos mal que los kenianos son grandes corredores, porque como se tuvieran que ganar las habichuelas con el arte del balompié... El nivel era tal que los hinchas locales aplaudieron hasta una cesión al portero. He visto partidos de toreros contra periodistas mejores que éste. Es más, he visto competiciones de petanca entre toreros y periodistas más emocionantes. ¿Con qué me quedo del partido? Con un asiático vistiendo en Kenia la camiseta del Bilbao.

jueves, 7 de octubre de 2010

Esperando un Nobel bajo un árbol

Al día siguiente fallaban el Premio Nobel de Literatura y el keniano Ngugi wa Thiongo (de quien si dijera que sabía quién era antes de ayer, mentiría) apuntaba al galardón.

El candidato vive en Estados Unidos, donde trabaja como profesor en la Universidad de California, y los periodistas de la zona teníamos crudo conseguir una entrevista con él, a pesar de que su secretaria se había mostrado muy amable por correo electrónico. Básicamente, si Ngugi ganaba el Nobel, estábamos jodidos.

A última hora del día previo, cuando estábamos intentando agotar todos los recursos disponibles para salvar dignamente el set, me llama el corresponsal de ABC en Nairobi, Eduardo Molano, (pongo el nombre completo y los títulos, que si no me llora) y me propone un plan que, como fan incondicional de las ideas peregrinas, no puedo rechazar: irnos los dos al pueblo natal del escritor, no muy lejos de Nairobi, y esperar el fallo de la Academia Sueca con su familia. O con quien le conozca en la zona.

La mañana siguiente, es decir, esta mañana, nos ponemos en marcha. Una hora de matatu después, llegamos a Limuru, en donde optamos por subirnos los dos apretaditos, junto al conductor, en una moto que nos lleva hasta Kamirithu, la pedanía en la que está la residencia familiar del escritor.


Nadie responde desde la puerta, así que nos adentramos en la casa. Oscura, sucia, semiabandonada. Pero a la vez espaciosa, como si ya hubiera pasado su época de esplendor.

"¡Hola!", saluda al fin alguien saliendo de una de las dependencias. Nos presentamos. "¿Ha ganado?", nos pregunta, cuando aún faltan dos horas para conocer el nombre del vencedor. Es el hijo de Ngugi. Edu y yo estamos a punto de mearnos encima. Nos atenderá, sí, pero tiene que terminar unas cosas, así que nos pide un tiempo, que aprovechamos para salir a hablar con los vecinos.

Los hay que piden dinero por hablar con nosotros, los hay que no hablan, los hay que sólo hablan suajili y, por fin, alguno que habla inglés gratis. No saben leer, por lo que no se han leído ninguna de las obras de su vecino, pero cuentan -o inventan, quizá- maravillas sobre el personaje.

Queda media hora para saber el premiado y Tee Ngugi, que es como se llama el mayor de los ocho hijos del novelista, sale al jardín de la casa para seguir con nosotros la cuenta atrás. Nos acomodamos bajo un árbol y comenzamos a bombardearle a preguntas hasta que la cuenta atrás de la web de los Premios Nobel llega a cero. Y mi conexión muere justo cuando la página se está actualizando con el nombre del ganador. Un gallo canta dentro de la casa y lo tomamos por una señal de victoria, pero pronto recibimos la fatídica noticia: Vargas Llosa es el nombre elegido. Edu y yo nos quedamos con la misma cara que Tee.


Pero volvemos a Nairobi saboreando una dulce derrota. Ahora, de hecho, hemos quedado para brindar por ella.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Moses, Laura y la ética periodística

No imaginaba que me fuera a pasar tan pronto. El otro día elogié la entrada de Laura Casielles en su blog en la que se debatía en una multidud de opciones a la hora de redactar una crónica. Le comenté que me habían gustado sus reflexiones, y que casi me gustó aún más el resultado final. Ella me respondió que algún día seguro que me tocaba alguna de esas deliberaciones por estos lares. Y ese día fue ayer.


El señor de la foto se llama Moses Okoth y tiene un dispensario ecográfico. Trabaja como voluntario en un barrio chabolista llamado Korogocho, que significa "basura" en kikuyu, la lengua de la etnia mayoritaria de Kenia. "Yo sólo trabajo aquí unas horas al día; no me quiero imaginar la gente que viva en la zona", me comenta sobre la denominación del suburbio. El nombre del lugar lo dice todo.

Así que ahí estábamos, a las afueras de una barriada de las peores de la ciudad, en la clínica-ONG de un tipo que no cobra un duro por realizar ecografías a precios ridículos a embarazadas sin recursos. Moses perdió un hijo por un mal diagnótico prenatal y ahora trata de que nadie más pase por ese trago.

Las alternativas fáciles para hacer el tema, y más teniendo declaraciones jugosas, eran enfocarlo en plan sensacionalista-lagrimero o centrarlo en lo cándidos que son estos negritos subdesarrollados que se quedan a rayas cuando saben el sexo del bebé antes de que nazca, como si fuera un milagro, en plan 'Los dioses deben estar locos'. Sin embargo, creo que la historia merecía algo más.

Gracias, Laura.

domingo, 3 de octubre de 2010

Adiós a "Peligro"

Hay veces en las que las cosas salen solas. Hoy mismo: vas en el coche a comprar un edredón a donde Kenyatta perdió el sombrero, enciendes la radio y las noticias de las doce abren con lo que sigue:

Fallece el polígamo más famoso de Kenia:

Dice que le llamaban Danger (peligro) porque había derrotado a muchos hombres conquistando mujeres gracias a su encanto.
Ancentus Akuku, el tipo en cuestión, tenía en su casa las tumbas de doce esposas y las 46 mujeres que seguían vivas. Narra el Daily Nation que Akuku afirmaba haberse casado hasta cien veces y divorciado unas treinta. No es de extrañar que construyera dos escuelas y una iglesia para su prole, calculada -echando por lo bajo- en 160 churumbeles.
Los cachondos del Nation comparan su adicción al matrimonio con la del Rey Salomón.


Tengo debilidad por las noticias cómicas. Aquí va lo que llevo recopilado hasta la fecha:


Una mujer secuestra a su hijo para obtener una jugosa fianza de su marido:

Dice el portavoz de la policía de Kampala (Uganda) que la señora quería los cuartos para montarse un negocio. The Monitor cuenta que la tipa dejó a su hijo de cinco años con una amiga, llamó en plan anónimo a su marido y le citó para llevarse la fianza. No funcionó.

Estamos hablando de que secuestró a su hijo para conseguir mil euros. Claro que lo que le deben de cundir a un ugandés en Kampala es otra historia...

Alumnos ugandeses pierden clases por hacer fila para el baño:

Una letrina para 140 alumnos. La situación es tan precaria que es mejor tomárselo con humor. Las niñas -y esto no hace falta que lo resalte The Independient, se lo puede uno imaginar- son las más afectadas. Se ha hecho un estudio y se ha concluido que las lamentables instalaciones se deben a la falta de fondos (sic). El autor del informe apunta que, claro está, los chavales juegan con esto para pirarse las clases.

...y con la excusa de la tontuna de la radio de esta mañana, creo que puedo dar por inagurada la sección de recortes de prensa. Se llamará diario mínimo, en evidente homenaje al apartado homónimo del excelente blog del corresponsal de El Correo en Roma, Iñigo Domínguez.

Ampliación, 4 de octubre: Uganda, esa mina de historietas.

Diseñador reclama pago del gobierno por la bandera nacional ugandesa:

Han pasado 48 años de aquello, pero es que Semei Matia Nyai se ha debido de enterar de que el compositor del himno nacional, un ex profesor de música de 80 años, le ha sacado por fin quince mil euros al gobierno de su país por aquel servicio a la patria.
Nyai se ha propuesto mear un poco más alto y exige 500.000 euros, casa y coche. Es comprensible, tratándose de un diseño digno de Javier Mariscal. Ah, y quiere que no ondee la bandera hasta que no obtenga su compensación. Aglo impensable en un país que el próximo día 9 celebra su cuadragésimo octavo día de la independencia...

viernes, 1 de octubre de 2010

¿La tribu vasca?

Acabo de conocer a Edith, la que va a ser mi profesora de suajili:

Ella - ¿Vives por aquí?

Yo - Sí, a un par de calles. Vivo con una chica keniana.

Ella - ¿Ah, sí? ¿Y de dónde es?

Yo- No recuerdo exactamente de dónde, pero de cerca del Monte Kenia.

Ella [torciendo el gesto] - ¿No será kikuyu?


Yo - Sí, ¿por? ¿De qué tribu eres tú?

Ella - Soy luo. No me gustan los kikuyu. Y tengo amigos kikuyu, ¿eh? Pero en general... Nos quitaron el poder en las últimas elecciones. Raila [Odinga, el actual primer ministro de Kenia] obtuvo la presidencia en 2007, pero nos la quitaron. [Aquí, la entrada de la wiki sobre la violencia post-electoral en Kenia en 2007]. Son unos rácanos, les encanta el dinero...

¡Anda, coño! ¡La misma fama que tienen los catalanes en España! Pero, ¿se podría hablar de la tribu catalana? ¿Y de las tribus vascas, gallegas o andaluzas? Y así, dándole vueltas a este asunto, me acordé de una entrada que leí en el blog de mi predecesor.