Domingo, diez de la mañana. Como cada semana, en la iglesia cercana a mi casa hay reunión. Lo que debía ser música celestial es más bien un cóctel de gallos con más voluntad que vocación. Dicen que para la resaca es lo mejor. Al menos no son los Adventistas del Séptimo Día, que regalan berridos apocalípticos a quienes osan acercarse a sus dominios.
El aeropuerto de Nairobi lleva el nombre del primer presidente del país, Jomo Kenyatta, así como el rascacielos más característico de la capital, por no hablar de la universidad, la avenida principal o de su efigie en el reverso de todos los billetes y monedas locales. Pero da la sensación de ser un símbolo vacío. Pocos parecen recordar aquello -que, en cierto modo, me hace pensar en Marx- que el padre de la nación keniana (católico él, por cierto) dijo en una ocasión...
Cuando vinieron los misioneros, nosotros teníamos la tierra y ellos, la Biblia. Nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros, la Biblia.Pues eso.
1 comentario:
Arderas en el infierno....
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