Voy al grano: aborrezco los teléfonos móviles. Me parecen una herramienta diabólica que esclaviza más de lo que libera a pesar de su enorme potencial. Odio cuando los niñatos se suben al metro con su teléfono a todo volumen, como aquellos míticos personajes que se paseaban en los ochenta y noventa con un radiocassette al hombro. Odio cuando la gente abandona las conversaciones para lanzarse sobre el móvil porque tiene un mensaje o una llamada.
En China, el móvil era el nuevo dueño que había absorbido millones de cerebros: una cajera del súper te dejaba desatendido porque le sonaba la melodía, mismo motivo por el que un taxista te dejaba de escuchar darle la dirección a la que dirigirse o un amigo interrumpía la charla. Era la expresión máxima del atontamiento movilizador a la que jamás he asistido.
En mi mini-rebeldía romántico-tradicional, no dejo que mi teléfono me quite ni un minuto de sueño (lo apago siempre mientras duermo) y procuro olvidármelo en casa con la frecuencia que el trabajo me permite.
Y sin embargo, ya no llevo reloj, ni tengo que preocuparme del despertador. O calculadora, o reproductor de música. A veces incluso lo utilizo como dispositivo para ver el correo electrónico o como cámara de fotos. Es evidente que dentro de menos de lo que pensamos ya no harán falta ni ordenadores como el que uso en estos momentos.
En África -al menos en las partes que llevo vistas-, casi cualquier persona, incluso las de más baja capacidad adquisitiva, tiene su móvil. Precisamente por eso, puede suponer la herramienta para salvar las barreras que las infraestructuras tradicionales aún no han podido derribar.
Está, por ejemplo, el revolucionario servicio M-Pesa (literalmente, "dinero móvil" en suajili), de la compañía keniana Safaricom, que permite el envío de dinero a través de la red de telefonía. Hace poco leí sobre un proyecto de escolarización vía móvil (cuyo enlace no encuentro ahora mismo).
Y pese a que la electricidad no llega a muchos rincones del continente, ya se las saben apañar ellos para recargar la batería de los modos más originales... Pero de eso ya hablaremos otro día.
3 comentarios:
Apoyo tu rebeldía contra los móviles...aunque tenga dos. Eso sí, ambos apagados de noche y que si hay que dejarlos sonar porque estoy haciendo otra cosa, suenan.
Oye, y qué ingenioso el cargador-bici. Como se enteren los de Apple sacan un nuevo gaddget eco-bio-cool para el iPad: el cargador iByke. Son 10.000.
ummmm y lo que me alegro yo de ser tan cafre con el movil, no enterarme nunca, tenerlo en silencio siempre y llamar cuando YO quiera o necesite...
Opino que las redes sociales van muy en camino de la misma forma de esclavitud que el movil... o más.
por cierto el de la foto, lleva un radiocassette... o el ONE TOUCH EASY mitico de alcatel, el tamaño el parecido.
Javitxuuu siempre leo tu blog pero soy torpe y no sabia cómo hacer para comentar los post,a ver si lo consigo esta vez.......
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