También una charla con una amiga china, Laura Li, en Pekín. Yo le decía que me apenaba que abrazaran el capitalismo salvaje y que eso llevara, por ejemplo, a la destrucción de los evocadores hutongs pequineses en beneficio de rascacielos vomitivos. Laura, con una lógica aplastante, me repondía que me dejara de gilipolleces, que ella había vivido hasta hacía poco en estos callejones y que también quería tener un baño privado dentro de su casa, entre otras muchas cosas, como tenemos en occidente.
Hace tiempo traduje, para aquellos amigos con los que charlaba sobre desarrollo sostenible y multiculturalidad, un extracto del libro de citaba al principio del post, La fine è il mio inizio, de Tiziano Terzani (a quien Daniel Iriarte homenajeó de manera magistral en su genial blog). Se trata de la conversación entre el padre, treinta años de corresponsal en Asia y a punto de morir de cáncer, y su hijo Folco. Quizá cuando lo leáis se entienda todo este mejunje un poco mejor.
*Las cursivas son aclaraciones, texto original y/o traducciones aproximadas.
TIZIANO: […] Folco, créeme, después de Mustang [un puesto perdido del Himalaya tibetano], Birmania es hoy el último oasis de Asia, uno de los últimos países que ha mantenido su carácter. Los birmanos no fuman Marlboro –está prohibido importarlo- pero con su tabaco se fabrican sus cheroot; no llevan vaqueros, sino sus longyi.
FOLCO: ¿Aún hoy?
TIZIANO: ¡Oh, sí! No usan crema Nivea, sino la pasta de madera de sándalo. Tú por la tarde en las calles de Rangún ves aquellas hermosas mujeres que disuelven un polvo finísimo de sándalo con un poco de agua y ponen esa crema en la cara de los niños para protegerles de las moscas. Y su piel está sanísima. Viven una vida lenta, tranquila.
Hay una historia que disfruto contando. La de Bernardo Valli, que cuando era joven consiguió por fin una entrevista con el dictador de Portugal, que se llamaba Salazar. Mientras esperaba en la sala, un viejo secretario […] le dice: “¿Usted también ha venido a entrevistar al presidente para atacarle?”. Bernardo baja la cabeza, el otro le mira, le señala la cara con el dedo y dice: “¡Recuerde que el presidente está protegiendo a Portugal de su futuro!”
¿Entiendes? Los militares birmanos hacen lo mismo. Birmania está dirigida por un régimen espantoso, de militares horribles, que yo siempre he condenado. […]
Lo interesante es que, desde hace 20 ó 30 años, la comunidad internacional […] ha hecho de todo para que este régimen cambiara y se volviera democrático. Además hay un personaje extraordinario a cargo del movimiento democrático, Aung San Suu Kyi, a la cual, con las típicas maniobras político-oportunistas le han dado el Premio Nobel de la Paz. Es una mujer estupenda, muy valiente, hija del héroe de la guerra de la independencia birmana contra los japoneses. Una gran heroína con el padre asesinado, como suele pasar. La contraposición es entre esos militares asesinos y esta sílfide, desde hace años en arresto domiciliario.
Bien, así es como se ve esta historia. Pero ¿qué hay detrás? Hay intereses de las grandes empresas petrolíferas que esperan entrar en el país, porque por Birmania pasa el petróleo; y hay miles de japoneses que quieren desarrollar el país, con hoteles de cinco estrellas, calles, barquitas que naveguen sobre el lago Inle, y ampliar el aeropuerto para llevar turistas. Y si mañana, bajo presiones occidentales, este régimen -que terminará pasando- cae y la señora Aung San Suu Kyi llega al poder, Birmania acabará siendo como Tailandia: putas, casinos, beneficios – tum, tum, tum! Marlboro, Coca-Cola y pantalones vaqueros.
Entonces, la pregunta de uno que no se casa con ninguna ideología, que llega a mi edad y mira alrededor es: ¿dónde está la solución? ¿Qué prefieres, que ganen los militares? ¡No! ¿Cómo puedes quererlo?¿Prefieres que gane ella? Si gana, Birmania está acabada en pocos meses. Llegan los rascacielos de cemento… ¿Qué se puede hacer, Folco? ¿Ves el problema? ¿De parte de quién estás?
FOLCO: ¿Y tú?
TIZIANO: ¿Quién puede estar de parte de los militares? No se puede. Pero haría falta que se les advirtiera de lo que pasará el día en que Birmania sea liberada. Yo me pregunto: ¿se puede ser libre y mantener la belleza del mundo, que está en su diversidad?
FOLCO: Interesante.
TIZIANO: Es una pregunta honesta, a la que no se puede sólo responder: “No, es imposible”. Yo creo que hace falta pensarla. Hace falta cambiar de criterio, de valores, no nos agarremos a nuestra codicia y tengamos más respeto por las cosas de los demás. Este es el punto principal. Si miras a los otros pueblos con respeto, como si de verdad fueran iguales a ti –incluso si tú puedes curar el tracoma y ellos no [en Mustang, el sitio del que habla al inicio, cuenta que hay niños con tracoma]- te das cuenta de que quizá tengas muchas cosas que aprender de ellos. Tú curas el tracoma, pero ellos te curan otras cosas. El tracoma, Folco, lo tienen también en India, y la perversión es que nosotros vamos allí con misioneros que hacen un hospital. Luego les bautizan, les ponen la faldita, les hacen hacer la señal de la cruz y al final ya nos son indios, sino testigos de Jehová. Vamos ahora con los chinos [...pone otro ejemplo más gracioso con los chinos]. ¿Qué es lo que me desespera? El final de la biodiversidad, que dejen de ser “manzanas de membrillo" [en italiano se dice así]. Queremos todas las manzanas iguales, redondas, grandes, brillantes, y así eliminamos la diversidad, que es el fundamento de la vida. […] Para mí, la riqueza de la Humanidad está en su variedad. Por ejemplo, los tuareg, ¿para qué quieres que lleven calzoncillos? ¡Dejadles ser tuareg!
¿Se puede dejar a los demás con sus valores, ayudarles a curarse el tracoma y pedirles que nos ayuden a curarnos de otra enfermedad más devastadora, que es nuestra infelicidad? […]
FOLCO: El rey de Mustang sólo quiere conservar la vida tradicional, ¿no? Solo que su proyecto se tuerce por el hecho de que la gente…
TIZIANO: …está inexorablemente atraída por lo moderno, lo nuevo. Sus súbditos van a caballo a Katmandú y ven esa ciudad llena de turistas. Ven dinero, mercados, tenderetes llenos de medicinas amarillas, rojas o azules, en vez de las hierbas de Amji [el médico del reino] […]
FOLCO: […] Una noche, en un pequeño pueblo de India vi que la gente se reunía no porque había una televisión, sino porque de tierras lejanas había llegado un sadhu errante, curandero, trovador y cuentacuentos.
TIZIANO: Bello! La pregunta es: ¿y hasta cuándo? Esto y esto otro que está desapareciendo en Asia […] Y por otra parte, no puedes ser insensible a las críticas que te dicen “Ah, tú eres un romántico, tú no tienes tracoma. Vuelves a casa y tienes penicilina y de todo”. ¿Cómo puedes decir “no”? Esto también es cierto. Y, sin embargo, mira nuestra vida. No es más feliz que la de la gente de Mustang.
¿Dónde está el camino del medio, entonces? ¿Es indispensable que para curar el tracoma se tenga que reducir ese lugar fascinante a un jaleo de tenderetes en el que las mujeres, que ahora encienden el fuego con excrementos de vaca recogidos por la mañana, cosan deportivas a máquina –tata-tata-tata! para comprarse una televisión con la que ver Gran Hermano? ¿Dónde está la solución? De nuevo me pregunto: ¿es posible salvar la belleza del mundo, que es su diversidad? Es un punto vital para mí, ¿me entiendes?
Si a quienes hayan llegado hasta aquí les quedan ganas de leerse el libro, me doy por satisfecho.
3 comentarios:
TODAS las ganas de leer el libro.
Esta es, ya sabes, La Pregunta, para mis días.
Salú!
joder si me han dado ganas…!
à
¡Tienes una biblioteca estupenda!
En el país en el que vivo acaban de derrocar a "los militares", y si no los cambian por los religiosos, es probable que la cocacola se imponga (ya llegó, pero la alternan mucho con el té).
Es una pregunta difícil, cómo asimilar lo bueno del futuro sin perder lo bueno del pasado... con los colores es más fácil, del azul y el amarillo sale el verde; últimamente, con los pueblos se suele imponer el azul o el amarillo, rara vez nace algo mixto, nuevo y hermoso.
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