sábado, 19 de mayo de 2012

¿Alguna vez has visto llover?


Quizá recurrir a John Fogerty sea lo mejor para empezar.



¿Alguna vez has visto llover? ¿En serio?

Kenia, y los países que se encuentran en estas latitudes, no cuentan con estaciones totalmente diferenciadas, como tenemos en la buena y vieja Europa. Es lo que tiene que el Ecuador atraviese el país. Aquí hay temporada seca y temporada de lluvias, dos de cada. Así que de marzo a mayo y de octubre a diciembre, el país asiste (impotente, como se verá) a la temporada lluvias trombas de agua. La única forma que encuentro de explicar en lo que consisten es tomar la imagen de las tormentas de verano de Europa, solo que sin el aire caliente y eléctrico que las precede.

Imagine el lector una tormenta de verano a las cuatro de la tarde. Dos horas. Luego otra, a las ocho. Luego otra, toda la noche. Y así, un día, y al siguiente, y al de después también... Sí, la primera temporada de lluvias del año -las "lluvias largas", como lo llaman aquí- lleva unas semanas tocando la vaina. Esto sí que es una tormenta, y lo demás son tonterías. Y eso que en Nairobi no ha llovido-llovido en los últimos diez días. Pero, al retomarlo, lo ha hecho por todo lo alto.

Los amantes de Astérix tememos que el cielo caiga sobre nuestras cabezas, porque da la sensación de que puede ser así de un momento a otro. Truenos y relámpagos que, de la potencia, saltan hasta las alarmas de los coches, cortinas de agua que descargan litros y litros de agua en cuestión de minutos, las paredes retumban, la electricidad va y viene... rayano al surrealismo.

Al empezar la temporada de lluvias, cuando ya se puso la cosa seria, como a finales de marzo, la televisión local NTV daba lo que sigue:



La pregunta que hay que hacerse es, exactamente, la que plantea el periodista al final del vídeo: ¿Dónde van los impuestos? ¿En serio la capital de África oriental no tiene un sistema de alcantarillado, de drenaje o, simplemente, de canalización de agua, que sea mínimamente efectivo? Tengamos en cuenta que las lluvias se repiten durante unos cuatro meses (echando por lo bajo) cada año. Las infraestructuras son, a mi juicio, el sector que más se ve afectado por la cabalgante corrupción que campa impunemente en este país.

Aquí llueve y la gente muere o pierde sus casas. No es ninguna gilipollez. En vista de estas situaciones, uno sí que desearía que llegara la tormenta, pero una de otro tipo [o de éstas, para los más puretas].

Hace poco más de dos semanas, en el taxi en el que viajaba con unos amigos, nos topamos con una situación surrealista. Más de medio metro de agua. Era una auténtica riada en una calle de un barrio relativamente acomodado.


La foto de ese tramo -que encontré después, buscando material para esta entrada- la tuiteó un tal Dipak Halai y la rebotó el servicio de twitter de la Cruz Roja de Kenia, que hace una labor increíble avisando de accidentes, problemas de tráfico -que con las lluvias se multiplican por 325- e inundaciones, entre otras lindezas.

Así que cuando hablé, hace unos días, con mi amiga Ali y me dijo que estaba hasta las narices de que lloviera en París, le dije que ni se atreviera a lamentarse. En Europa, un paraguas o una cornisa o un soportal, solucionan el problema. Y, si es una tormenta un poco fuerte, te pones botas y un impermeable. En Nairobi, las aceras son, en su mayoría, de tierra. Por tanto, cuando llueve, son de barro. Para evitar embarrarse hasta las cejas, tienes que caminar ligerito por el asfalto, sorteando los charcos (más bien, piscinas) en que se han convertido los boquetes de las calles. Pero siempre llega un coche dispuesto a alegrar el día y, a más velocidad de la recomendable, pasa a tu lado duchándote con el agua de uno de los pozos que tratas de evitar. Imposible no mentar a la madre que lo cagó... y evocar los versos de Joaquín Sabina en No sopor... no sopor...

Y llueve / Y un taxi / Que parece un barco / Me arrolla / Y me deja / Sentado en un charco...

Cuatro veces me ha pasado sólo en el último mes. Así que mi lavadora anda como loca. Siempre que la pueda poner, claro, ya que es habitual quedarse sin electricidad durante las tormentas. Sí, han acertado, la ciudad lleva unas semanas que es una fiesta. Y, aun así, cuando uno está resguardado en casa y, con suerte, con el suministro eléctrico funcionando correctamente -como ahora mismo-, ver llover es un espectáculo incomparable.

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