martes, 18 de septiembre de 2012

Balas sobre Kismayo

La guerra es tan desgraciadamente normal en Somalia que los niños lo usan de entretenimiento. Están tan acostumbrados a ver a sus mayores implicados, que no lo asocian a una fractura en la historia de su país. Al fin y al cabo, no han conocido nada que no sea guerra.

En Somalia hace tiempo que la guerra dejó de ser un mal momento para convertirse en la vida. Veintiún años llevan. Como muchos somalíes no pueden huir del horror, simplemente se adaptan a ello. Y para una madre, por mucha guerra que haya, un AK47 de juguete es un juguete al fin y al cabo, escribe Xavi Aldekoa.

Y así, más allá del juguete bélico, se ven también dibujos infantiles de disparos en una pared agujereada por balas adultas.



Nuestra visita a Somalia incluye un día en el frente, para que nos empapemos un poco de la situación militar en el país (o de la versión que la Unión Africana nos quiere dar), y nos llevan hacia Afgoye, unos 30 kilómetros al oeste de Mogadiscio. De camino, pasamos por el conocido corredor homónimo. A los dos lados de la carretera se puede observar un mar de precarias tiendas, que hasta ese momento pensaba que estaban habitadas por desplazados internos.




La periodista británica Mary Harper escribe en Getting Somalia Wrong?...

Según la ONU, las más de 400.000 personas que viven en refugios temporales a lo largo de la carretera que va de Mogadiscio a Afgoye se había convertido en 2010 en la mayor concentración de desplazados internos del mundo. La zona, conocida como el "Corredor de Afgoye", se ha convertido la tercera concentración urbana más grande de Somalia, tras Mogadiscio y Hargeisa.

Pero las cosas parecen haber cambiado últimamente. También porque, sobre el terreno, la realidad suele diferir de la del mundo de las cifras de la caverna platónica de algunas organizaciones internacionales. A nuestro paso, los periodistas nos interesamos por la situación de esos supuestos refugiados.

"Ahora [que los radicales de Al Shabab se han ido del frente de Mogadiscio] la gente está volviendo a la ciudad y aparecen por las tiendas sólo cuando saben que hay reparto de alimentos", nos dicen desde la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM).

Esa tarde, a la vuelta a Mogadiscio, prestaremos más atención a las concentraciones de tiendas del corredor. "Son las cinco de la tarde [una hora a la que en cualquier lugar de la zona se hace vida en la calle], ¿tú ves a alguien por ahí?", me pregunta, pícaro, Chris, jefe del Equipo de Información de Apoyo de AMISOM. En efecto, fuera de las tiendas no hay ni cristo. Ni siquiera el de Borja.

Pero aún estamos en el viaje de ida: tras una comida en el campamento de AMISOM en la zona, viajamos un poco más allá, hasta la estratégica Afgoye, atravesada por el río Shabelle, lo que la convierte en una de las zonas fértiles del país. Su captura por parte de las fuerzas multinacionales de AMISOM y sus aliados (el Ejército de Somalia, el de Etiopía y milicias progubernamentales) a finales del pasado mayo tuvo que ser un mazazo para Al Shabab.

En los alrededores de Afgoye conocemos a tres desertores de Al Shabab que se han pasado al Ejército somalí. O eso nos dicen los responsables de AMISOM. Los periodistas les asediamos. Y a mí me toca Mohamed Ayahyak Kassim Abdullahi, que es el caballero en el centro de la imagen.


Una entrevista exprés no da para mucho, pero el ritmo del viaje tampoco deja margen para más.

Cuando los periodistas preguntamos cómo se hace para saber si el desertor no es un infiltrado tras las líneas enemigas, el subcomandante del contingente ugandés de AMISOM, Kayanja Mohanga, contesta con el sosiego de quien no acepta lecciones de guerra de nadie con menos cicatrices que él: "Nosotros lo sabemos". Esta inquietante respuesta me la encontré en repetidas ocasiones durante la breve estancia en Somalia, cada vez que se presentaba un tema peliagudo. ¿Cómo se sabe que los diputados electos no están involucrados en matanzas? We know ¿Cómo se hace para verificar que los sabios de los clanes son los líderes auténticos? We know. Lo que le hace pensar a uno en que Somalia es como un pueblo (al fin y al cabo, la población se estima entre 7 y 10 millones... y hay pueblos del estilo en China) en el que todo el mundo se conoce y está al tanto de los tejemanejes que se traen los de alrededor. La potente tradición oral somalí hace que aquí sea innecesario el Hola, cuya edición local, de todas formas, se llamaría Assalamu Alaykum.

Después nos llevan a la casa en la que -aseguran- se forjó el pacto de unión entre Al Qaeda y Al Shabab anunciado el pasado mes de febrero. Es más una impresionante villa ajardinada que una casa, y en sus terrenos descubrimos detalles curiosos.

Aceptamos avestruz como animal de compañía

Un lugar de reunión a la oriental de los que abarrotan cualquier parque chino que se precie...

El casoplón en cuestión

Esa asociación con Al Qaeda -según algunos, más por necesidad militar que por otra cosa- sentenció a Al Shabab, nos cuentan. La fuerza de los fundamentalistas residía en que convencían al pueblo de que AMISOM era un ejército invasor que había que expulsar del país. Que eran extranjeros y que no pintaban nada allí. Su alianza con Al Qaeda, formada por combatientes no somalíes, dejó a los fundamentalistas al descubierto. Y es ahí cuando han comenzado a perder el apoyo popular. O esa es la versión que AMISOM nos ofrece.

Luego nos llevan al K50, el kilómetro 50, donde -en ese momento, a principios de agosto- se encuentra el frente. El camino es tortuoso, los blindados botan sin parar, tragamos polvo... y adelantamos a carros tirados por burros que van en la misma dirección. También nos pasan camiones de mercancías y matatus que transportan pasajeros.



Y aunque uno se imagina el frente como un lugar con trincheras, tiros, bombas, gente ocupada y órdenes a voz en grito, el lugar parece más una colonia veraniega en medio del desierto con adultos vestidos de camuflaje. Así es: en el frente no hay más que tierra yerma con algún árbol clemente. Es hasta silencioso. No puedo evitar que me venga Gila a la cabeza.




"Bueno, aquí es donde está el frente ahora. Es la última posición hasta la que nos hemos desplazado. Ahora que Al Shabab está fuera de las calles de Mogadiscio, al estar en terreno abierto, avanzamos más rápido", explican desde AMISOM. Y resulta hasta lógico, teniendo en cuenta que ellos disponen de blindados y demás artillería, mientras que Al Shabab se sostiene con ataques suicidas, guerra de guerrillas y pick-ups a los que les han soldado una ametralladora: vehículos técnicos ("technicals"), los llaman.

En uno más de mis memorables momentos como periodista, me acerco a un par de soldados para hacerles unas preguntas sobre la vida en el "frente".



- ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?, empiezo.
- Acabamos de llegar contigo en el blindado.

En ese momento me veo desde fuera y constato que se me queda una cara a medio camino entre esto y esto otro. Los tres soltamos una carcajada. Joder, pero es que son todos unos armarios empotrados del mismo color y que visten uniforme militar. No es sencillo diferenciarlos... Luego descubro quiénes están allí y me cuentan poco menos que nada.

Con la información recogida durante el día me sale este texto que acompaño de otra perla audiovisual de las mías. Y tal.



Las aspiraciones de AMISOM son tener al país liberado de Al Shabab para final de año. Aunque parece que las cosas se van precipitando y que Kismayo, el bastión de los radicales, en el sur de Somalia, está rodeada y varios miembros de Al Shabab están huyendo de la ciudad. Numerosos grupos de civiles ya han huido, intuyendo la que se les puede venir encima. La caída de Kismayo podría significar el final del conflicto armado, pero la de Somalia no es una guerra al uso. Una buena muestra de esto son los "burroristas".

Kismayo es una plaza estratégica, pues su importante puerto le ha generado pingües beneficios a la milicia, además de ser una vía rápida y eficaz para recibir armamento. No obstante, también parece que ahora Al Shabab se mueve más por Puntlandia (más al norte, en el cuerno de Somalia, para entendernos) y que ha incrementado su actividad de reclutamiento en los países vecinos. Quizá esté lejos de desaparecer, pero estas cosas son díficiles de saber con precisión.

El rotativo keniano Daily Nation publicaba ayer en portada este gráfico sobre la actual situación alrededor de Kismayo. Etiopía apretaría desde el oeste, las tropas kenianas desde el sur y el contingente ugandés, desde el norte.

En azul, las ciudades arrebatadas a Al Shabab

Cierto es que la prensa keniana cae con bastante frecuencia en la masturbación patriótica de sus Fuerzas Armadas salvando el mundo, pero es que el último mapa publicado por los magos de la infografía, la BBC, sigue teniendo esta pinta, diferente por completo:

El verde es lo que supuestamente controlan Al Shabab y amiguetes. ¿Han despedido al becario de la BBC que lo actualizaba con el Photoshop o es que saben que la presencia de Al Shabab sigue siendo inmensa en el país africano?

Vuelvo al libro de Harper para hacer un apunte sobre la toma de Kismayo, que parece que ya está rodeada por tierra (con las tropas de AMISOM y cía, como acabamos de ver), mar y aire (con los aviones no tripulados estadounidenses):

Resulta sorprendente a veces que Somalia sea tan disfuncional como "Estado moderno". A diferencia de otros países africanos, no está afectado por el tribalismo. Es casi el único en el África Subsahariana en el que la mayor parte de la población comparte idioma, etnia, cultura y religión. Es irónico que el otro gran ejemplo de un país africano tan homogéneo sea Botsuana, uno de los estados más exitosos del continente. Sin embargo, la unidad de Somalia la contrarresta el sistema de clanes, que es inherentemente divisivo. El clan tiene una estructura de divisiones casi interminable y supone un serio obstáculo para los intentos de imponer una autoridad central. En el momento de escribir este texto, el Gobierno de transición se basaba en el principio de que hay cuatro clanes en el país, aunque muchos lo cuestionan. Los clanes de dividen en subclanes, que se dividen a su vez una y otra vez, y a veces terminan por ser un grupo de unas pocas familias, que se identifican como un clan distinto y con otra denominación. [...] Se introduzca en el país el sistema político que se introduzca, es modificado de forma casi inmediata por el clan, que es más poderoso y más duradero que cualquier forma de gobierno. No obstante, el clan no es una entidad estable: es dinámico, infinitamente versátil y constantemente moldeado por la situación política del país.

El clan es, por tanto, un modo de agrupación que marcará el futuro de Somalia, como traté de explicar en la entrada anterior.

¿Qué tiene que ver todo esto con Kismayo? Emmanuel Chirchir, portavoz del Ejército de Kenia (parte de AMISOM y desplegado en el sur del país con el objetivo de asfixiar la zona fuerte de Al Shabab y hacerse con la ciudad) hizo hace unas semanas esta desafortunada declaración: "Mientras las tropas de AMISOM rodean Kismayo, los clanes Marehan juraron resistir y combatir junto a Al Shabab, pero el resto de clanes han mostrado su entusiasmo con que las tropas [de la Unión Africana] liberen la zona de los radicales".

Un periodista somalí le objetó lo que sigue: "¿Qué sentido tiene mencionar los clanes que combaten junto a AMISOM y a Al Shabab más allá de crear enemistades que se resolverán más adelante?"

La Historia nos ha enseñado en numerosas ocasiones que el efecto del divide y vencerás para dominar puede resultar devastador si se observa un poco más allá: miren la que formaron los belgas en Ruanda discriminando a hutus y tutsis. 800.000 muertos en el genocidio de 1994, en parte por culpa de esos europeos.

Está claro que la guerra en Somalia acabará tarde o temprano. Pero queda por ver cuán grande será la cicatriz que rasgue el país.

1 comentario:

Javi dijo...

Más información sobre este tema:

http://insidetheinsurgency.wordpress.com/2012/09/19/about-the-war-for-kismayo/