miércoles, 14 de diciembre de 2011

Apuntes sobre Durban

No parece mal momento -ahora que Canadá ha confirmado oficialmente que se retira del Protocolo de Kioto- para mirar un poco hacia atrás y contar algo sobre lo acontecido en Durban (Sudáfrica), en la XVII cumbre de la ONU sobre Cambio climático.

No tengo ningún tipo de formación científica y lo que contaré serán sólo apuntes y dudas de lo visto/oído/aprendido en la ciudad sudafricana. Así que si el asunto del cambio climático te la trae al pairo, no sigas leyendo. Si te interesa mínimamente, lo mismo hasta encuentras algo de provecho en la morcilla que soltaré a continuación.

Lo de la salida de Canadá, en verdad, se veía venir desde hace unos días. No quisieron decir en Durban que se retiraban del único acuerdo global legalmente vinculante para el recorte de emisiones contaminantes por no hacer el feo, pero ya entonces lo insinuaban de manera bastante poco elegante.

Consderando la decisión, ¿podríamos cagarnos en Canadá al más puro estilo South Park?


Podríamos, sin duda, pero, como suele suceder, no podemos reducir la paleta de Durban al blanco y al negro. Vale, es el primer en país en largarse, pero Estados Unidos no ratificó el Protocolo de Kioto (con lo cual no lo está cumpliendo) y los otros dos países más contaminantes (China e India) cuentan, por el momento, como estados en desarrollo, por lo que sólo están sujetos a reducciones voluntarias.

Así las cosas, Canadá -como Japón y Rusia- (suscriptores del Protocolo) y Estados Unidos se guiaron por la castellana doctrina del "o follamos todos, o la puta al río". Si no firman todos los grandes contaminadores en igualdad de condiciones, no habrá pacto. Y, en esencia, no lo hubo. Vale, sí, lo hubo, pero lo tangible está por ver. Porque, como he dicho, China e India se consideran países en desarrollo (y lo son), con emisiones per cápita muy inferiores a las del resto de países industrializados (luego me meto más en esto). ¿Qué hubo entonces? Pues el acuerdo para un segundo periodo de compromiso del Protocolo, que sólo firmaron la Unión Europea, junto con Suiza, Noruega, Australia y Nueva Zelanda. Suman el 15 por ciento de las emisiones del planeta (EEUU, 20 por ciento; China, el 22, creo recordar).
Hubo también un vago acuerdo para hablar ya si eso otro día sobre un protocolo realmente global y vinculante de emisiones. Y esa fue la sensación que capté en la cumbre: interés de postergar ese pacto sine die. La cosa quedó en alcanzar ese acuerdo para 2015 y empezar a aplicarlo (cumplirlo es otra historia) a partir de 2020.

Hubo otro tímido acuerdo sobre la puesta en marcha de un fondo común (Fondo Verde para el Clima) por el que, a partir de 2020, los países afectados por los efectos del cambio climático, se repartirán 100.000 millones de dólares aportados por los países industrializados. ¿Qué mecanismos de control contempla el Fondo Verde?, pergunto, alarmado por la posibilidad de que la hipercorrupta Kenia (entre otros muchos países) reciba este tipo de fondos. El ministro de Exteriores de Ecuador (uno de los potenciales beneficiarios), Ricardo Patiño, me dice que "los países desarrolladas exigen fuertes mecanismos de seguimiento y control", aunque no sabe precisar más. ¿Son suficientes 100.000 millones de dólares anuales para combatir sus efectos?, les insisto a varios de los representantes de los más de 190 países desplazados a Durban. Nadie entra a valorarlo, pero piden que se empiece con algo. Y que se empiece ya.

Mientras tanto...
... los periodistas que cubríamos la cumbre nos topábamos con la dificultad de suscitar algún tipo de interés en los lectores con nuestras informaciones. No digamos ya los que no estamos especializados en periodismo científico. Como agravante, había que competir con un Madrid-Barça y con una cumbre europea para salvar el euro. Dígale usted a un lector que se meta un texto, aunque sea de 200 palabras, en el que se mencione, por ejemplo, cuatrocientasmil-toneladas-métricas (*) de-gases-de-efecto-invernadero-durante-los-últimos-veinte-años (* cifra al azar). Y exija a ese lector que no ronque. Por eso me gustó toparme con esta tira, que sirve para ilustrarlo en términos asimilables.


Cuando los periodistas despertamos del sopor, la cumbre seguía allí. Con China e India copando buena parte del (escasísimo) interés informativo. Sobre estos países -que son, respectivamente, el primero y el tercero más contaminantes del globo- se dicen muchas cosas. No se dice tanto que contaminan en esos niveles en parte porque la industria occidental se ha deslocalizado allí en busca de mano de obra barata. O que los productos que consumimos de manera cotidiana están manufacturados allí. ¿Acaso no contribuimos nosotros a esos niveles de contaminación? ¿No estamos siendo, una vez más, un poquito cínicos?

Hace ahora tres años, acabé una estancia de seis meses trabajando en China. Y, al año siguiente, volví un mes entero de vacaciones por allí. Siempre digo que lo más importante que aprendí en el Imperio del Centro fue a contar. A saber qué significa eso de 1.300 millones de chinos. En resumen: un huevo de gente. En todos los sentidos. Cualquier cosa que hagan, será lo que más del mundo... por una simple cuestión estadística: es, de largo, el país más poblado. Dicen que China es la segunda economía del mundo, pero sólo en términos globales. En los relativos, queda muy lejos. Porque son 1.300 millones de chinos. Para que lograra ser la segunda economía del globo de forma efectiva, quizá deberían inventar nuevos planetas para explotar sus recursos y así poder elevar el nivel de vida del chino medio, que rara vez puede hacer planes más allá de la cena.

Tampoco se dice que China es el país que más invierte en energías renovables. En La actualidad de China (2009), excorresponsal de La Vanguardia en Pekín, Rafa Poch, escribe:

La gran paradoja de China es que dentro de unos años será, al mismo tiempo, el país más contaminante del mundo y el que más esfuerzos haga para reducir su contaminación y consumo de energía, por lo que se verá obligada a combinar, en una carrera esquizofrénica, industrialización y desindustrialización (o postindustrialización), contaminación y defensa del medio ambiente.

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), para 2030 China emitirá dos veces más gases de efecto invernadero que Estados Unidos [...] Al mismo tiempo, China será líder en energías renovables [...] En los próximos tres años [el libro se publicó en 2009] está previsto que adelante a Europa, Japón y América del Norte como principal fabricante de placas solares y células fotovoltáicas, y baje los precios de esos productos en el mercado global hasta hacerlos plenamente competitivos sin necesidad de subvenciones. Su ley de energías renovables, que entró en vigor en enero de 2006, preve que para 2030 el 30 por ciento de su energía sea renovable, incluyendo en esa categoría la energía nuclear e hidráulica... Nada de esto va a impedir que, hasta donde alcanza la vista, el país contamine más cada año, porque las previsiones de aumento de su consumo y demanda energética son tan gigantescas que se comen cualquier beneficio derivado de la eficiencia energética o del uso de renovables. [Pasa a hablar brevemente del aumento del carbón en China e India, una materia altamente contaminante pero de escaso coste y que produce energía igualmente] 

"Por un lado, no se puede decir: 'eres indio, eres chino, así que no puedes tener coche...' o 'tienes que vivir en un apartamento muy pequeño'", explica un experto chino del área del ecologismo no gubernamental. "Por otro, es obvio que tenemos que hacer algo, pero lo determinante es cómo hacerlo"
[...] "Lo que se debe hacer es predicar con el ejemplo y decirles a los menos desarrollados que sigan ese ejemplo" [...] "Todos debemos cambiar de mentalidad".


Pregunto con candidez a varios emisarios en Durban: El asunto no es "contaminar menos" sino no contaminar. ¿Por qué no se establecen unos máximos y se hace un bloqueo económico a quien los supere? La idea en sí ya les hace descojonarse. Iluso que es uno, qué se le va a hacer.

Mientras tanto...
En vista de las escasas espectativas de pacto reseñable contra el cambio climático en Durban, le pregunto a Rafa Méndez (periodista con otras cuatro cumbres de este pelo a sus espaldas) que cómo diantres lograron acordar el Protocolo de Kioto. Bien es cierto que en época de bonanza económica, lo cual cambia buena parte del asunto. Responde: "Entonces se fiaron de los ministros de Medio Ambiente. Ahora han mandado a economistas". Uno de los cabezas de cartel, China, envía a Xie Zhenhua, vicepresidente de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo, equivalente a un ministerio de economía. No será el único país. Abundan también los responsables de Exteriores. Entre el perfil bajo de la cumbre, hay correveidiles a cargo de medio ambiente. Si la cumbre de Durban hubiera sido una baraja española, los responsables de ese área no habrían pasado de ser un cuatro de copas.

Entonces, ¿todo se reduce a negociete y mamoneo? ¡Gran conclusión! ¡A buenas horas! Todo este discurso para llegar ahí, pensarán ustedes. Fue más bien la constatación de que cada vez queda menos para que también las noticias sobre cambio climático queden encerradas en las páginas salmón de los diarios.
 Me pregunto: ¿Para cuándo una agencia de la ONU sobre el medio ambiente? La secretaria de Estado española para Cambio Climático, Teresa Ribera, asegura que este punto se debatirá en la cumbre de Río de Janeiro (Río+20), que se celebrará en la ciudad brasileña el próximo año. ¿Qué pasará cuando el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente -el PNUMA- se transforme en ONUMA? ¿Cuál es la difrencia entre un programa de la ONU y una agencia? Seguro que hay millones de diferencias y matices, pero, a grandes rasgos y por lo poco que sé, un programa emite advertencias y recomendaciones en ningún caso vinculantes, mientras que una agencia (la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo) tiene poderes ejecutivos. No es que la ONU sirva para mucho (este tema lo abordaré en otra ocasión), pero sí se le daría visibilidad.

Mientras los países desarrollados -y los en-desarrollo-pero-contaminantes- tratan de ponerse de acuerdo sobre cómo retrasar el agotamiento del planeta, los países pobres vagan por las salas de prensa con un discurso victimista, pero muy pegado a la realidad: están a verlas venir y encima no son los responsables de las emisiones que les perjudican. El Grupo Africano está entre ellos.

En un acto tan largo como soporífero, Jane Goodall -sí, la de los chimpancés que parodiaron en Los Simpson- habla de atajar el problema de la superpoblación como medida de lucha contra el cambio climático.  "Tenemos que sacar esa cuestión del armario. Todos tenemos que ser responsables en nuestra vida y tomar decisiones éticas. Cada persona puede marcar diferencias cada día". También da unas pinceladas de lucidez a un acto un tanto mediocre. "Si eres pobre, cortarás el último árbol -aunque crees un desierto- para alimentar a tu familia". El somnífero acto trata sobre deforestación. Goodall cree que combatir la pobreza es la clave. Y no sólo para frenar la deforestación: ¿quién no conoce una historia de un policía corrupto que...? En un país pobre, con dinero se llega (casi) donde sea.

Mientras tanto...
Incongruencias en una cumbre sobre cambio climático: cientos de miles de fotocopias cada día, un centro de conferencias gigantesco con aire acondicionado todo el día y las puertas abiertas a la calle, las emisiones contaminantes de cada desplazado a Durban... En la sede del PNUMA, en Nairobi, se llevan a cabo varias reuniones a través de skype y no muere nadie.


Bienvenidos al mundo del multilateralismo. En Durban urge salvar el Protocolo de Kioto, porque es un triunfo del multilateralismo. No alcanzar un acuerdo supondría un fracaso para el multilateralismo. El multilateralismo es la herramienta adecuada para avanzar. Excepto la primera, todo son frases escuchadas en Durban. El multilateralismo, deduzco, es una especie de semidios o dios-entero. De ahí que haya pinturas del multilateralismo matando al dragón, la anunciación del multilateralismo o del multilateralismo devorando a sus hijos. Dicho esto, reconozco que poner de acuerdo en... lo que sea a casi doscientos países no es empresa baladí.

En Durban me entero de que la Unión Europea decidió hace tiempo imponer una tasa a los vuelos que sobrevuelen la UE de compañías aéreas de fuera del espacio común por las emisiones contaminantes que expulsen. Además, veo que la UE se pone seria en materia ambiental y fuerza a los países a un compromiso, aunque sea mínimo. Me topo con un sentimiento extraño: yo, que soy un desarraigado de cuidao y nunca he entendido eso de sentirse orgulloso de pertenecer a un pueblo/país, me enorgullezco de haber ido a nacer en ese lo que sea llamado Europa.

También hay trampa. ¿Por qué la UE -que tiene al alcance de la mano cumplir los requisitos de Kioto para 2020- se conforma con continuar con esos objetivos y no se exige más? La crisis, con el consecuente decrecimiento de las economías europeas, ha tenido buena parte de la culpa del cumplimento de los objetivos de Kioto.

Mientras tanto...
Y nosotros, ¿qué? ¿Qué haces tú para combatir el cabio climático? ¿Usas transporte público? ¿Desodorantes de spray? El resultado de Durban te parece insuficiente, pero... ¿cuánto tardas en ducharte? ¿Qué cantidad de agua desperdicias por vicio, porque se está a gusto? ¿Has pensado en lo que pasaría si 1.300 millones de chinos se ducharan todos los días? ¿Y si consumieran tanto como tú? El planeta duraría lo mismo que un bocata de nocilla en la puerta de un colegio.
El pasado domingo, día y medio después del fin previsto para la conferencia de Durban, la comisaria europea para Acción contra el Cambio Climático, Connie Hedegaard, tuitea: "Lo conseguimos. La estrategia de la UE funcionó. Hay una hoja de ruta que supone un hito para la lucha internacional contra el cambio climático. Buenas noches". Quizá no tengo los suficientes elementos de juicio, o directamente no tengo ni idea de qué va el asunto, o soy un cabrón y un escéptico... pero para cuando se acuerde lo que los países prometen que acordarán (y, lo que es más importante, lo pongan en práctica y sus efectos se lleguen a percibir), seguramente el mundo esté sembrado de carteles que recen: Aquí hubo un lugar bonito.

Y aquí un extra cortesía de The Economist.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, me ha gustado leer lo que has escrito. es una forma de enterarme de lo que ha sido la cumbre. no sé a qué esperan, quizá que la solución venga de otro planeta por contaminar, mientras tanto cada vez veremos menos las estrellas al mirar al cielo. mm.