jueves, 19 de abril de 2012

Campeones del mundo

"Es mi abuela", dice Abel, refiriéndose a una anciana decrépita que se le ha acercado a pedirle dinero. Le deja en la manos unas cuantas monedas y tanto él como la señora empiezan a escupir sobre los chelines. "Es para darme la bendición. Es mi abuela", repite. Tengo que reprimir las ganas de preguntar cómo se bautizan aquí a los niños.

Abel es Abel Kirui, el campeón del mundo de maratón en 2009 y 2011. Y aquí es Iten, en el oeste de Kenia. Es la primera vez que nos vemos, pero el tipo no puede ser más cercano. Es un tío normal y, seguramente, ninguno de nosotros le reconocería de cruzárselo por la calle. Saluda efusivamente y, casi acto seguido, me invita a ir a su casa tres días después, en respuesta a mi petición de una entrevista.

Me pregunta por España y me dice que ganó la media maratón de Barcelona en febrero y consiguió el nuevo récord del circuito. "Quería organizar algo para darle la mano a Messi, pero se ve que estaba ocupado con partidos y nosequé", relata, mientras muestra en el móvil imágenes de su hijo de dos años con una equipación del Barça que le trajo de la Ciudad Condal.

Volvemos juntos a Eldoret, desde Iten, donde habíamos quedado. Como el matatu que tomamos no tiene sitio para todos, Abel y Amos (bronce en maratón en los Juegos de la Commonwealth de 2010) se aprietan y me hacen un hueco en el vehículo. Lo dicho: gente normal.

Una vez en Eldoret -la localidad en la que duermo- me recomiendan un restaurante en el que, dicen, está todo riquísimo. Cuando llego, me doy cuenta de que es un vegetariano. Capeo la situación pidiendo una sopa de champiñones y un poco de pan de ajo, pero me queda más claro que nunca que jamás seré un campeón de nada de ná si mi dieta se tiene que basar en verduricas. [Durante los pasados Juegos Olímpicos, bromeaba con los inconmensurables Guillem Martínez y Pablo Adriano, en Pekín, sobre los deportes a través de los cuales podríamos llegar a participar en unas Olimpiadas. Creo que la cosa quedó en nacionalizarse tayiko y empezar a partir la pana en el tiro con arco, pero me da que ni aun así. A la vista está que no nos hemos preparado para llegar a Londres....]

Nos despedimos en la puerta del restaurante y Abel me recuerda la invitación a su casa. Dice que se la construyó él con el dinero de las carreras. Y que les construyó una casa a sus padres. [Papá, mamá, bien sabéis cuánto os quiero. Espero que sepáis igual de bien que, como pianista en un burdel que soy, jamás podré poneros un piso en la Gran Vía. Y espero que me lo disculpéis].

Así que, el día acordado, voy para su zona. Y allí estamos, a las seis de la mañana, en las espectaculares colinas Nandi...


"¿Cuánto vais a entrenar hoy?", pregunto. "Dos horas, pero hoy no toca a ritmo fuerte. Iremos a un ritmo medio", responde Abel, junto a otros dos compañeros con los que correrá. Ritmo medio, en el lenguaje de un campeón mundial de maratón, es correr 35,2 kilómetros en dos horas antes de desayunar. Van a un ritmo al que, a los 2.000 metros de altitud que rondamos por Kapsabet, yo no aguantaría ni diez minutos. Así que les sigo con su conductor, que está contento de ver que me gusta la zona: están corriendo entre interminables plantaciones de té.



"Hoy quería correr por las colinas Nandi para que las vieras", suelta Abel, cuando le digo que me ha alucinado el paisaje. Termina de estirar y me lleva para su casa. "A very smart house", dice. Para el imaginario keniano, la casa es elegante y de cojones. No sé cuántas zancadas le habrá costado. Durante el trayecto, comenta que, si gana este domingo en el maratón de Londres, arreglará el camino que pisamos -el que lleva a su residencia- y le pondrá una pequeña canalización de agua para que las lluvias no se lleven por delante (como ahora) los apaños que le había hecho.

Tras compartir un desayuno fabuloso, le pido que empecemos la entrevista antes de que vea, por la televisión, a sus compatriotas correr en el maratón de París. Ese mismo día, se celebran también el de Rotterdam y el de Viena. Todos ellos terminarán con kenianos en el podio. Hay más de 60 vecinos viendo la carrera de la capital francesa en su casa. Y, para colmo, la gana uno del pueblo.

Aquí dejo la entrevista publicada. Y, a continuación, la mayor parte del vídeo en bruto. Cámara en formación, disculpen las molestias...



Habrá que ver, este domingo, qué hace en Londres.

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