sábado, 7 de abril de 2012

Destino: Ruanda

Unos días de vacaciones en Ruanda. Genocidio debe de ser de las primeras cosas que se nos vengan a la cabeza al escuchar el nombre de ese pequeño país del África oriental. Hutu y tutsi, las segundas.

Es un país que, informativamente hablando, no dejan que dé demasiado de sí. Los periodistas están controladísimos y la disidencia se corta de raíz, o casi. La prensa (estatal) se dedica a difundir alégremente información sobre lo desarrollados que están en ese país, el aumento de su turismo gracias a la conservación ejemplar de sus gorilas, las loas del exterior (y no sólo) que recibe el dictador presidente Paul Kagame por su curación milagrosa de un país dividido y los juicios contra supuestos enemigos de la patria, que podrían pasar 25 años en la cárcel gracias a una Ley que, desde 2008 (hablo de memoria) castiga con hasta esa pena cuestionar la versión oficial del genocidio: ideología del genocidio, lo llaman.

Así que, como no he estado nunca, no sale demasiado en las noticias y uno jamás da abasto para leerse todo lo que hay que leerse para enterarse de algo por estos lares, sé de Ruanda un poco lo que todo el mundo puede saber.


Kapuscinski dedica un capítulo entero en Ébano [Conferencia sobre Ruanda, a partir de la página 75 del documento enlazado] a explicar el origen del genocidio. He tratado de seleccionar varios párrafos para dar una idea general, pero como es un tema extremadamente complejo y ningún resumen me parecía completo, he optado por invitar a que quien esté interesado se lea el capítulo entero.


Sé también lo que puede saber cualquiera que haya visto Hotel Rwanda...




O Gorilas en la niebla...




Y, en efecto, los gorilas han sido muy buena parte de los motivos que me han arrastrado hasta aquí. Dice mi amiga María que fijo que en el Parque Nacional de los Volcanes hay carteles que rezan: "No alimentar a los gorilas. No enseñarles coreografías". Pero, oye, yo lo voy a intentar...

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