Llevaba un tiempo dándole vueltas al asunto, y de repente llegó (hace cosa de dos meses) el cuadernillo, editado por Casa África, Si hablas de nosotros (al que llegué gracias al blog de Aurora). Se trata de varios artículos escritos por periodistas africanos sobre cómo perciben la información que llega a España sobre su continente. Un tema interesante, ya que sirve para reflexionar sobre la calidad del trabajo que uno realiza, ver dónde se flaquea, y tratar de mejorar.
La cosa es que echo en falta, en el texto, que a quienes informamos desde aquí se nos haya dado posibilidad de réplica, ya que contamos con una serie de limitaciones a la hora de informar. La mayor parte -podríamos sintetizar- derivadas de la falta de presupuesto.
A saber:
Limitación de espacio e inmediatez.
Resulta imposible contar, por ejemplo, las múltiples raíces de las recurrentes guerras en Sudán en tres párrafos. El resultado es una información incompleta y la reducción a causas muy vagas. Además, todo tiene que hacerse a la mayor velocidad posible, casi sin margen para un mínimo análisis. Y hay veces que conseguir una buena información -pasa en muchas partes, imagínense aquí, que la gente se toma las cosas con más calma- lleva mucho tiempo, gasta mucha paciencia y requiere mucha insistencia. Y ni se destina el mismo espacio en un medio a estas informaciones ni, mucho menos, los mismos recursos.
Recursos (económicos) limitados.
Critica mi buen amigo Jean-Arsène Yao en el libro de Casa África el texto de un corresponsal en Sudáfrica (también buen amigo) que informa desde allí sobre Costa de Marfil. Es criticable, vale. Pero dígale usted al medio de turno que pague un viaje al susodicho para que cubra esa información sobre el terreno. Me juego el pulgar a que hará llorar de risa a los dueños del medio en cuestión.
El despliegue de periodistas españoles en África es muy limitado (y así son también sus posibilidades económicas), con las consecuencias evidentes. Además, al vernos forzados a cubrir un amplísimo territorio, la dificultad de especialización es enorme, lo que resulta en coberturas seguramente deficientes.
Falta de interés.
A quién pretendemos engañar: África no interesa. Por miles de causas, pero el caso es que no interesa. El otro día una compañera recordaba un día en el que la prensa reflejaba 3 muertos en inundaciones en Estados Unidos, pero no se hacía eco de los 170 fallecidos en una manifestación opositora en Gambia. No hace falta ser un lumbreras para saber que el negro es el muerto que menos vale en la macabra escala de la información de desastres.
Rectifico: Interés... por los nuestros.
Ryszard Kapuscinski, en Ébano.
Eso, aplicado a la información cotidiana, da como resultado que, por ejemplo, se estén matando desde hace más de dos décadas en Somalia, pero a nosotros lo único que nos importa es el Alakrana o, como mucho, si los negros se mueren de hambre a pares en esa zona.
Al hilo de esto, recuerdo que un compañero me contó que, tras proponer una historia sobre el campo keniano de refugiados de Dadaab, después de que se desviara de allí el foco informativo, su editor le respondió -en coña, obviamente, pero es ilustrativo igual- que no interesaba ya nada desde allí "a menos que se empiecen a comer los unos a los otros".
La maldición de la imagen de África.
Enlazando con el punto anterior: por mucho que los que estamos aquí queramos publicar imágenes distintas de África a las guerras y las hambrunas, no es fácil colar esos goles. O hay que disfrazarlos mucho.
La semana pasada se presentó en Nairobi la nueva versión de Mzalendo.com. Es una página web que evalúa a los diputados kenianos, hace públicos sus detalles de contacto y les pide cuentas por sus pufos. Hasta donde sé -por favor, corríjanme si me equivoco-, no existe nada similar en España. Y la iniciativa es increíble, en especial viniendo de un país (Kenia) en el que la impunidad reina por doquier (en la imagen enlazada, el presidente keniano, Mwai Kibaki, con la boca llena de impunidad).
Se pueden proponer muchos temas de una imagen distinta del continente. Otra cosa es que los siempre-míticos gatekeepers de la información los dejen pasar.
Desconocimiento.
Si en un texto del corresponsal en Bruselas del diario equis dice que la capital de Italia es Milán, al susodicho le van a dar un toque de atención. Y, si fuera yo, también una colleja. Si en otro texto, un periodista equis dice que la capital de Tanzania es Dar es Salaam, nadie dice nada, se publica y todos tan contentos. Hasta hay alabanzas de gente que, obviamente, desconoce también las múltiples goteras de esa información de paracaidista.
El listón de los medios (españoles, en este caso) a la hora de editar la información africana es muy bajo. Ojo, que no es culpa de los editores, que al igual que la mayoría, no hemos recibido formación suficiente sobre África. Y aquí ninguno somos experto ni nacimos sabiendo, pero sí creo que se debería revisar cada historia al detalle para no caer en... bueno, en cosas como la que aquí se denuncia.
Paracaidistas.
Después del anterior punto, creo que saben, entre otros, de quién hablo. De vez en cuando, un tipo con chaleco color caqui con bolsillos aterriza en un punto del continente dispuesto a hacer una información. Ha vendido una historia a un gran medio, que le otorga recursos casi ilimitados (con los que los pelagatos que estamos aquí no podemos siquiera soñar) y se dispone a ejecutar la faena. El problema del paraca es que dispone de poco tiempo para sacar conclusiones apresuradas (muchas veces erróneas). Si, además, se combina con un fuerte ego (el de alguien que cubre conflictos... o algo), la historia puede derivar en, por ejemplo, Fulanito en Somalia, en vez de centrarse en la situación en Somalia en sí.
El problema, entonces, es que, muchas veces, algunos de éstos (no daré nombres: no hace falta) son quienes disponen de más medios para hacer un mejor trabajo. Y optan por el documental del aventurero en África que muestra lo que está pasando, en vez de quitarse de delante de la cámara. Lo que comenté el otro día en este mismo espacio. Así que sí, entiendo que a muchos periodistas africanos les moleste -nos molesta a unos cuantos que estamos en África, con más razón a ellos- el que podríamos denominar síndrome de Tintín en el Congo.
Otros.
Dicen en el libro que "ser africano a la hora de informar sobre África marca la diferencia". Verán: no estoy de acuerdo. Soy europeo y no creo que pudiera informar mejor de Lituania que cualquier otra persona. Poco tiene que ver un afrikaner de Sudáfrica con los acholi ugandeses. Y es sólo un ejemplo. Es un continente de inmensa diversidad, de una complejidad que, como he dicho, no podemos siquiera reflejar en nuestros textos por limitaciones de espacio (y de interés).
Creo que, en el caso español, no hace falta ser africano para informar sobre África (no digo tampoco que seamos mejores, que esto no es una competición). Pero, al fin y al cabo, nuestros lectores son españoles, no africanos, y lo que debemos hacer es una labor muy compleja de análisis, contextualización y traducción para los ojos españoles. No me malinterpreten: no quiero decir que aquí estamos picando en una mina recibiendo latigazos de nuestros patrones. Pero sí conocemos los códigos culturales de nuestros compatriotas y tratamos de traducir una realidad que nos es extraña para que pueda ser asimilada con mayor facilidad. Y conocemos los códigos españoles mejor que los africanos.
...
Y seguro que me dejo otros aspectos, así que invito al resto de colegas a completar la historia en los comentarios...
...
Es muy bonita esta cita, recogida en el libro, del periodista Moshoeshoe Monare:
"Si habláis de nosotros... haced uso del estándar universal de ética periodística, contextualizad, investigad a fondo, desechad los estereotipos, entended nuestra identidad y, al menos, reconoced que hay 54 países en África y no sólo los 10 azotados por conflictos".
Pero invito a Monare a hablar con los dueños de los medios españoles. Si quiere, yo le puedo pasar algunos contactos. Los que aquí trabajamos tenemos de sobra esa lección aprendida. Si no se hace más, es porque no se puede. No porque no se quiera.
Sobre este tema -el de informar sobre África y desde África-, están hablando también en Latitud194, una nueva web de información internacional creada por varios jóvenes periodistas. Su artículo, que cuenta con varias fuentes distintas, bien merece una lectura. Y agregáoslos a favortios, qué diantres.
Y un extra, cortesía de José Miguel Calatayud: Aventuras y desventuras de Tintín, de vivir en nuestros días.
La cosa es que echo en falta, en el texto, que a quienes informamos desde aquí se nos haya dado posibilidad de réplica, ya que contamos con una serie de limitaciones a la hora de informar. La mayor parte -podríamos sintetizar- derivadas de la falta de presupuesto.
A saber:
Limitación de espacio e inmediatez.
Resulta imposible contar, por ejemplo, las múltiples raíces de las recurrentes guerras en Sudán en tres párrafos. El resultado es una información incompleta y la reducción a causas muy vagas. Además, todo tiene que hacerse a la mayor velocidad posible, casi sin margen para un mínimo análisis. Y hay veces que conseguir una buena información -pasa en muchas partes, imagínense aquí, que la gente se toma las cosas con más calma- lleva mucho tiempo, gasta mucha paciencia y requiere mucha insistencia. Y ni se destina el mismo espacio en un medio a estas informaciones ni, mucho menos, los mismos recursos.
Recursos (económicos) limitados.
Critica mi buen amigo Jean-Arsène Yao en el libro de Casa África el texto de un corresponsal en Sudáfrica (también buen amigo) que informa desde allí sobre Costa de Marfil. Es criticable, vale. Pero dígale usted al medio de turno que pague un viaje al susodicho para que cubra esa información sobre el terreno. Me juego el pulgar a que hará llorar de risa a los dueños del medio en cuestión.
El despliegue de periodistas españoles en África es muy limitado (y así son también sus posibilidades económicas), con las consecuencias evidentes. Además, al vernos forzados a cubrir un amplísimo territorio, la dificultad de especialización es enorme, lo que resulta en coberturas seguramente deficientes.
Falta de interés.
A quién pretendemos engañar: África no interesa. Por miles de causas, pero el caso es que no interesa. El otro día una compañera recordaba un día en el que la prensa reflejaba 3 muertos en inundaciones en Estados Unidos, pero no se hacía eco de los 170 fallecidos en una manifestación opositora en Gambia. No hace falta ser un lumbreras para saber que el negro es el muerto que menos vale en la macabra escala de la información de desastres.
Rectifico: Interés... por los nuestros.
Ryszard Kapuscinski, en Ébano.
[...] Hay que añadir el ya tradicional engreimiento y arrogancia eurocentrista en relación a las culturas y sociedades no blancas. De ahí que cada vez que regresaba de África no me preguntasen: «¿Qué tal los tanzanos en Tanzania?, sino «¿Qué tal los rusos en Tanzania?» Y que en lugar de por los liberianos en Liberia me preguntasen: «¿Y qué tal los americanos en Liberia?» [...] Nada provoca más desazón en los africanos que esta manera de tratarlos: como objetos, como instrumentos. Lo perciben como una humillación, una degradación, una bofetada.Díganme una sola película conocida cuyo escenario sea un rincón de África en la que no medien los blancos, o salven los blancos o la historia, al fin y al cabo, sea de blancos. No sé quién ha sido el genio, pero hicieron un concurso para ver la película más condescendiente con los africanos. Luego llega aquí gente que se extraña de que en Kenia no se conozca Memorias de África... que no deja de ser una historia de blanquitos en África.
Eso, aplicado a la información cotidiana, da como resultado que, por ejemplo, se estén matando desde hace más de dos décadas en Somalia, pero a nosotros lo único que nos importa es el Alakrana o, como mucho, si los negros se mueren de hambre a pares en esa zona.
Al hilo de esto, recuerdo que un compañero me contó que, tras proponer una historia sobre el campo keniano de refugiados de Dadaab, después de que se desviara de allí el foco informativo, su editor le respondió -en coña, obviamente, pero es ilustrativo igual- que no interesaba ya nada desde allí "a menos que se empiecen a comer los unos a los otros".
La maldición de la imagen de África.
Enlazando con el punto anterior: por mucho que los que estamos aquí queramos publicar imágenes distintas de África a las guerras y las hambrunas, no es fácil colar esos goles. O hay que disfrazarlos mucho.
La semana pasada se presentó en Nairobi la nueva versión de Mzalendo.com. Es una página web que evalúa a los diputados kenianos, hace públicos sus detalles de contacto y les pide cuentas por sus pufos. Hasta donde sé -por favor, corríjanme si me equivoco-, no existe nada similar en España. Y la iniciativa es increíble, en especial viniendo de un país (Kenia) en el que la impunidad reina por doquier (en la imagen enlazada, el presidente keniano, Mwai Kibaki, con la boca llena de impunidad).
Se pueden proponer muchos temas de una imagen distinta del continente. Otra cosa es que los siempre-míticos gatekeepers de la información los dejen pasar.
Desconocimiento.
Si en un texto del corresponsal en Bruselas del diario equis dice que la capital de Italia es Milán, al susodicho le van a dar un toque de atención. Y, si fuera yo, también una colleja. Si en otro texto, un periodista equis dice que la capital de Tanzania es Dar es Salaam, nadie dice nada, se publica y todos tan contentos. Hasta hay alabanzas de gente que, obviamente, desconoce también las múltiples goteras de esa información de paracaidista.
El listón de los medios (españoles, en este caso) a la hora de editar la información africana es muy bajo. Ojo, que no es culpa de los editores, que al igual que la mayoría, no hemos recibido formación suficiente sobre África. Y aquí ninguno somos experto ni nacimos sabiendo, pero sí creo que se debería revisar cada historia al detalle para no caer en... bueno, en cosas como la que aquí se denuncia.
Paracaidistas.
Después del anterior punto, creo que saben, entre otros, de quién hablo. De vez en cuando, un tipo con chaleco color caqui con bolsillos aterriza en un punto del continente dispuesto a hacer una información. Ha vendido una historia a un gran medio, que le otorga recursos casi ilimitados (con los que los pelagatos que estamos aquí no podemos siquiera soñar) y se dispone a ejecutar la faena. El problema del paraca es que dispone de poco tiempo para sacar conclusiones apresuradas (muchas veces erróneas). Si, además, se combina con un fuerte ego (el de alguien que cubre conflictos... o algo), la historia puede derivar en, por ejemplo, Fulanito en Somalia, en vez de centrarse en la situación en Somalia en sí.
El problema, entonces, es que, muchas veces, algunos de éstos (no daré nombres: no hace falta) son quienes disponen de más medios para hacer un mejor trabajo. Y optan por el documental del aventurero en África que muestra lo que está pasando, en vez de quitarse de delante de la cámara. Lo que comenté el otro día en este mismo espacio. Así que sí, entiendo que a muchos periodistas africanos les moleste -nos molesta a unos cuantos que estamos en África, con más razón a ellos- el que podríamos denominar síndrome de Tintín en el Congo.
Otros.
Dicen en el libro que "ser africano a la hora de informar sobre África marca la diferencia". Verán: no estoy de acuerdo. Soy europeo y no creo que pudiera informar mejor de Lituania que cualquier otra persona. Poco tiene que ver un afrikaner de Sudáfrica con los acholi ugandeses. Y es sólo un ejemplo. Es un continente de inmensa diversidad, de una complejidad que, como he dicho, no podemos siquiera reflejar en nuestros textos por limitaciones de espacio (y de interés).
Creo que, en el caso español, no hace falta ser africano para informar sobre África (no digo tampoco que seamos mejores, que esto no es una competición). Pero, al fin y al cabo, nuestros lectores son españoles, no africanos, y lo que debemos hacer es una labor muy compleja de análisis, contextualización y traducción para los ojos españoles. No me malinterpreten: no quiero decir que aquí estamos picando en una mina recibiendo latigazos de nuestros patrones. Pero sí conocemos los códigos culturales de nuestros compatriotas y tratamos de traducir una realidad que nos es extraña para que pueda ser asimilada con mayor facilidad. Y conocemos los códigos españoles mejor que los africanos.
...
Y seguro que me dejo otros aspectos, así que invito al resto de colegas a completar la historia en los comentarios...
...
Es muy bonita esta cita, recogida en el libro, del periodista Moshoeshoe Monare:
"Si habláis de nosotros... haced uso del estándar universal de ética periodística, contextualizad, investigad a fondo, desechad los estereotipos, entended nuestra identidad y, al menos, reconoced que hay 54 países en África y no sólo los 10 azotados por conflictos".
Pero invito a Monare a hablar con los dueños de los medios españoles. Si quiere, yo le puedo pasar algunos contactos. Los que aquí trabajamos tenemos de sobra esa lección aprendida. Si no se hace más, es porque no se puede. No porque no se quiera.
Sobre este tema -el de informar sobre África y desde África-, están hablando también en Latitud194, una nueva web de información internacional creada por varios jóvenes periodistas. Su artículo, que cuenta con varias fuentes distintas, bien merece una lectura. Y agregáoslos a favortios, qué diantres.
Y un extra, cortesía de José Miguel Calatayud: Aventuras y desventuras de Tintín, de vivir en nuestros días.
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