martes, 7 de febrero de 2012

La noche en la que cenamos peligrosamente

Aunque la cumbre sobre cambio climático de Durban me espera, decido adelantar un par de días mi vuelo para visitar, en Johannesburgo, a dos amigos, corresponsales de medios españoles. Un viernes por la noche, insisten en que vayamos a cenar a Yeoville, un barrio de inmigrantes de la capital económica de Sudáfrica. "No lleves cámara, ni mucho dinero", aseveran. Me dicen que vamos a un restaurante en el que sirven un pescado a la brasa fabuloso, por lo que, a pesar de sus advertencias y de saber que Johannesburgo es una de las ciudades más peligrosas del planeta, no opongo resistencia.

El destino nos pone en alerta desde el principio: una patrulla de la Policía detiene nuestro coche y pide al conductor el carné. El susto queda en nada. Nos dejan seguir nuestro camino.

Desde el vehículo, presenciamos varias peleas, una vez dentro del suburbio. El lugar que buscábamos se ha mudado varias calles y optamos por beber algo y pensar en un plan B en un local rastafari cercano. Será la primera vez de la noche en la que nos ofrezcan droga. Las indicaciones que nos brindan para llegar al nuevo restaurante son vagas, pero aun así decidimos arriesgarnos e ir a buscarlo.

Caminamos dubitativos, casi sin rumbo, preguntando a algún viandante si sabe dónde se puede haber mudado la cocinera del pescado. De repente, un agente de policía nos pide que nos detengamos y nos obliga a poner las manos sobre el capó del coche patrulla. Sin la documentación, nos dicen, nos aguarda la noche en el calabozo. Mi compañero gestiona la situación y, finalmente, nuestra acompañante nos salva de conocer las celdas sudafricanas. Una experiencia que nunca echaré en falta.


Cuando encontramos el restaurante, un grupo de fornidos africanos del oeste copa la entrada del local. Nos abrimos paso a trompicones, entre empujones y el griterío a nuestro alrededor, y logramos alcanzar una sala al fondo. Luego descubriremos que se trata de la entrada a un prostíbulo. La gente nos mira. ¿Qué hacen tres blancos en su territorio? La oferta por la droga vuelve aquí a repetirse. Un poco más allá, una prostituta no puede disimular su embarazo.

Nada más sentarnos, empiezan los puñetazos a nuestro lado. Entendemos ahora por qué la cocinera nos insistía "Aquí estáis seguros". El que parece el dueño del local, un gigantesco marfileño elegantemente vestido, nos ofrece a voces su conversación...

...

Y no puedo seguir escribiendo más sin que se me escape la risa. Los párrafos de arriba no son sino una parodia del periodismo tragasables. Absolutamente todo lo que relato nos sucedió una noche de principios de diciembre, solo que bastaba con elegir las palabras y la forma apropiadas para añadirle el necesario dramatismo. Si digo que fuimos a cenar "y nos pasaron un montón de cosas" seguramente no ligue esa noche. Así que estén alerta: desconfíen de la autopromoción periodística.

Para terminar, una cita al hilo: "Hacer periodismo no es para los que se hacen los valientes, sino para gente éticamente responsable". Mónica González, directora del Centro de Investigación Periodística de Chile.

5 comentarios:

nacho dijo...

Te reboto, que me ha encantado: http://www.guillotinaelectrica.com/post/17205937005/hacer-periodismo-no-es-para-los-que-se-hacen-los

Javi dijo...

Gracias, Nacho! Creo que ni hace falta dar nombres. Por cierto, la frase no la decimos ni tú ni yo, sino la tal Mónica, a quien no tengo el gusto. Aunque he leído un par de entrevistas con ella y parece de lo más interesante.
Un abrazo, fenómeno.

PD: yo lo del "periodismo tragasables" se lo oí por primera vez, en aquel nuestro Johnny, al Iriarte, pero no sé si es cosecha suya o es también heredado.

Mmmmm dijo...

Jajajajajjaa qué grande eres! Tintín, Kapuscinski, Mikael Blomkvist y, más recientemente, Jon Sistiaga han hecho mucho daño. Y sí, mezclo personajes de ficción y carne y hueso, todos tienen en común que son muy peliculeros -respeto mediante.

Javier Triana dijo...

Mujer, creo que no hay comparación entre unos y otros de los que nombras... Kapuscinski también publicó sus cagadas, la veces en que le timaron... No mucha gente (y menos en una profesión plagada de egos, como sabes que es la nuestra) es capaz de hacerlo.

sanbru dijo...

Correctísimo,y no hace falta irse tan lejos con los nombres. Cuantos y cuantos columnistas de revistas dominicales, algunos de renombre y otros pseudo-periodistas de tres al cuarto hacen uso del "periodismo tragasables"...

Y estoy pensando en alguno/a en concreto..