Para que cada visitante tenga claro adonde llega, un letrero lo recuerda a la salida del aeropuerto: "Bienvenido a Eldoret, hogar de los campeones".
De aquí proceden la mayoría de los más laureados corredores kenianos de media y larga distancia. Había leído historias sobre este tema en distintos medios, pero quería verlo con mis propios ojos: miles de atletas saliendo a correr cada mañana.
Así que, un día, resuelvo ir a Iten antes de que amanezca. Al principio no acierto a ver ninguno, y es sólo el ruido de sus pisadas el que me advierte de su presencia. No son ni las seis de la mañana.
Para llegar aquí a esta hora, el despertador me ha sonado a las cuatro y media. Como, históricamente, siempre me ha sentado mal madrugar los días de frío (estamos a 2.400 metros sobre el nivel de mar y llevo poco más que una sudadera vieja), me tengo que remangar los pantalones en un recodo del camino (por el que pasan los corredores) y plantar un baobab. ¿Ven como la vida del corresponsal tiene de todo menos glamour?
Algo ha de tener la zona, poblada mayoritariamente por la tribu kalenjin, para que los atletas europeos peregrinen hasta aquí a entrenar.
La pregunta, entonces, surje por sí sóla: ¿Por qué los fondistas kenianos destacan tanto?
Así que se la hago al entrenador de Abel Kirui, que es nada menos que Renato Canova, reputadísimo preparador italiano de los mejores corredores del planeta. Las medallas de sus discípulos en las carreras más importantes del mundo se cuentan de diez en diez. Canova, que habla un italiano divertidísimo, me atiza una bofetada profesional nada más empezar: "La primera pregunta, Javier, tendría que ser distinta. En vez de preguntar, como preguntan todos los periodistas, por qué los africanos son así de buenos, la cuestión que hay que plantearse es por qué los europeos y los americanos se han vuelto tan flojos".
Como mi conocimiento del atletismo está próximo al que poseo sobre astrofísica, Renato me da unas cuantas pistas.
"Existe una condición de partida aeróbica superior [a la europea actual], pero no por genética. Más bien por el tipo de vida que llevan: diez kilómetros a pie para ir y volver de la escuela, y, cuando llegan a casa, se ponen a jugar 3 ó 4 horas, siguen moviéndose, corriendo... Nuestra sociedad actual ya no produce este tipo de situación. Como consecuencia, ya no tenemos gente que corra".
Además... "tienen una fuerte motivación para cambiar su vida. Un policía gana [el equivalente en moneda local a] 1.500 dólares al año, mientras que un atleta de tipo medio puede ganar 20.000, que para uno de los nuestros no es nada, pero para ellos son 15 años de trabajo".
Y... "si uno en Europa hace la mitad de esfuerzo que hacen éstos [los kenianos], si no hay un suplemento de algo, no puedes hacerlo. Estos no toman nada. Es [también] cosa de mentalidad: yo creo en el entrenamiento y con ellos se puede. Con los nuestros es más difícil, porque hay una cultura farmacológica. Lo primero que pregunta un europeo al llegar aquí es 'qué me tengo que tomar'. ¿Qué te tienes que tomar para qué? Porque, según ellos [los europeos], no se puede llegar a entrenarse como éstos [si no se toman nada]. Es un límite que tienen".
"La cosa más simple que existe es correr. Cuando [en Kenia] no tienen instalaciones o materiales para hacer otro deporte, se dedican a correr [y de hecho lo hacen en caminos de tierra rojiza, aunque sí cuentan con calzado y prendas más o menos adecuadas]. Los que ven que son más o menos buenos, lo intentan, porque saben que es un modo de cambiar su vida".
Pero el éxito viene acompañado de una presión insoportable por parte de las familias y los vecinos del pueblo: "Cuando vas al pueblo, ellos creen que ganas porque eres bueno. No saben que entrenas dos o tres veces al día, que corres cuarenta kilómetros al día, que eso quiere decir que tienes que recuperarte, reposo, que te toquen menos las pelotas... Todo eso, ellos no lo saben. Pocas personas, entre los grandes atletas, consiguen explicarle a su gente qué es lo que hacen. Y explicar también es saber decir que no. No son muchos los que lo hacen. Ten en cuenta que ellos piensan que ganas 500.000 dólares al año, como el futbolista que tiene un contrato. Pero igual al año siguiente no ganas nada y las peticiones siguen estando ahí".
"Las primeras ganancias son para mejoras básicas, como una casa -si no la tienen- y cosas así. Cuando después tienen la situación de base mejorada, es muy fácil que desperdicien el dinero".
"En los últimos años, ha habido un 'boom' en el maratón. Todos los que hacían carreras cortas han visto que tampoco tenían mucha ganancia y se han pasado al maratón, donde se pude hacer dinero de verdad. Esto es un trabajo, no es sólo una pasión, y como es un trabajo, lo haces donde hay posibilidad de tener más ganancia. Así que ahora [los maratonianos] son más jóvenes, con mejor físico, tienen más capacidad de recuperación... y por tanto hemos tenido que cambiar también los tipos de entrenamiento. Antes, los corredores se pasaban a la maratón cuando eran mayores, ahora no se les puede proponer los mismos entrenamientos a los jóvenes. Pero los propios africanos son más lentos que los de hace veinte años. Por eso sólo se están mejorando los tiempos en el maratón".
Hablo también con Samson Katam, entrenador de la Federación de Atletismo de Kenia. En su opinión, la altitud a la que nacen y entrenan puede influir, ya que se habitúa al cuerpo a unas condiciones adversas. "Si naces allí [en la zona de Eldoret] sabes que eres un corredor... es una cultura". Y cierto es que el ver a miles de atletas corriendo a primerísima hora de la mañana da una buena idea del asunto.
No obstante, Katam cree que la dieta también influye: "Comemos comida normal de aquí: arroz, ugali... y bebemos mucha leche". Hace hincapié en la leche, en el gran consumo de "mursik", un tipo de leche agria que se mezcla con una planta autóctona y que, asegura, sirve para fortalecer los huesos... y blanquear los dientes.
"¡Todo eso son chorradas!" , afirma, tajante, Renato, para quien el secreto de todo está en "ser duro, tener una vida dura..."
En busca de respuestas, acudo también al Centro de Entrenamiento en Elevada Altitud de Iten, adonde ha ido, por ejemplo, el español Arturo Casado a entrenar. Laureen, de la gestión del centro, me da un apunte gracioso: "Hemos tenido casos en los que los atletas que vienen aquí a entrenar con nosotros [en su gran mayoría, europeos] se han perdido corriendo por los caminos de la zona. Así que pueden alquilar un corredor local, que va a salir a entrenar por la mañana de todas formas, y así se gana unos chelines". En Decathlon sacarían un filón de aquí. Después de Apadrine un corredor, llega... ¡alquílelo!
Así que me voy de Eldoret convencido de que Kenia no podría haber tenido un topónimo más adecuado. El nombre proviene del Monte Kenia, ubicado prácticamente en el centro del país. Su cumbre casi siempre aparece nevada, creando un curioso contraste entre el negro de la roca y el blanco de la nieve, que recuerda al plumaje de un avestruz. De ahí -y quizá de la presencia de estos animales en la zona- que la denominación de esta montaña se traduzca, en varias lenguas locales, como el kikuyu o el meru, como "el lugar de los avestruces". Los habitantes del país, claro está, algo han tenido que heredar del animal más veloz del planeta sobre dos patas.
2 comentarios:
Muy bueno, te iba a pedir que me dejases el reportaje que hiciste pero con esto es bastante, un abrazo y felicidades!!!
Gracias por el comentario, Rafa (y por las felicitaciones :) )
Las crónicas que publiqué están todas enlazadas por ahí en esta entrada, así que si algún día te pica la curiosidad, no tienes más que ir a los hipervínculos.
Un abrazo!
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