domingo, 1 de julio de 2012

Historias del fútbol (africano)

Ahora que tenemos a España eufórica con esto de la Eurocopa de fútbol (a pesar de que, sospechosamente al mismo tiempo de la semifinal, se anuncien medidas que nos desmontan el Estado de bienestar en un plis), quizá no sea mal momento para hablar de las venturas y desventuras del fútbol de esta parte del planeta. Además, el otro día me terminé Historias del calcio, de Enric González, y ando con ganas de contar batillitas balompédicas, que algún poso tuvo que dejar aquello de haber trabajado en la MAFIA FIFA. Y ambas circunstancias me sirven de perfecta excusa para dar salida a un post que lleva cogiendo ciberpolvo unos cuantos meses.

Llevamos décadas oyendo eso de que el fútbol africano está en ascenso, de que hay futuro en el balompié del continente (sobre futuro y esperanza en África hablaré en otra entrada, porque da para una tesis), pero el caso es que sus equipos no terminan de despegar. Individuos excepcionales, si es caso. Lo cual es extrapolable a ciertos aspectos de la vida cotidiana de algunas zonas.

Hace meses, unos amigos me contaron una teoría sobre el porqué del fracaso del fútbol en África oriental y su poca proyección internacional. Hasta entonces, había visto cómo los futbolistas locales jugaban en auténticos patatales, incluso la selección, lo que da una idea de cómo pueden estar a nivel de clubes. No digamos ya en cuanto a la formación. Con tan pocos medios es difícil sacar talentos.

La tesis de mis colegas me pareció creíble: Francia recurre más a las excolonias africanas (la mayor parte del África occidental) para nutrir a sus equipos de jugadores. Y los que llegan al resto de equipos europeos, lo hacen previo paso por la competición gala. África oriental, de antiguo dominio británico, está más abandonada en ese aspecto.

Es por eso que sobre los combinados nacionales de Tanzania o Kenia o Uganda, o tantos otros de la región, se podría decir lo que el humorista sudafricano Trevor Noah decía de los Bafana Bafana: "Cuando la gente me pregunta si en Sudáfrica tenemos una selección nacional de fútbol, les digo que no. Técnicamente, no estoy mintiendo".

Chavales echando una pachanga en el campo de fútbol que hay a los pies de Fort Jesus, en Mombasa

Pero la cosa no queda sólo dentro del terreno de juego, que es donde se mide básica (pero no totalmente) la valía de un equipo. Estamos hablando de plantillas como la de Kenia, que no tomaron un avión para un partido internacional porque no se preocuparon de comprar los billetes: 

Una mala planificación, una gestión inepta y una falta general de seriedad casi les cuesta caro a las Harambee Stars [apodo del equipo nacional keniano]. La selección no voló a Guinea Bissau el jueves, tal y como estaba previsto, porque, entre otras cosas, no tenían los billetes...

Los aviones deben de tener algo: hace no mucho, Nigeria tuvo que retrasar su salida hacia Perú (en un vuelo de Iberia, con escala en Madrid, para más inri) puesto que arrestaron a un pasajero por supuesta posesión de drogas. Así que las Súper Águilas se tuvieron que quedar en tierra.

De suerte tampoco anda sobrada la República Democrática del Congo, que, para un partido de clasificación para el mundial de 2014 contra Camerún, no contó con ocho de los convocados. El veterano entrenador francés Claude Leroy, selecionador de la RDC, se lamentaba así: "Realmente no será un partido fácil para nosotros, porque nos faltan ocho jugadores clave que no se presentaron al ser convocados, pero confío en que mis chicos lo den todo". Pero por si no lo daban, Leroy invocó también a la supuesta debilidad camerunesa de los últimos tiempos: "No tienen unos jugadores tan buenos como cuando les entrenaba yo". Igual no, pero los congoleños perdieron 1-0.

Precisamente en Camerún se armó hace poco por un encontronazo entre la federación de fútbol y el legendario delantero de los leones indomables Roger Milla. Sí, joer, Milla, el que salía en el mundial de Sudáfrica en un anuncio de la cocacola en recuerdo de aquellas celebraciones suyas en Italia '90...



Nuestro amigo el futbolista bailarín fue despedido de su cargo (presidente honorario) en la Federación Camerunesa de Fútbol por las críticas que le hacía. Milla respondió con humor: "Ahora que no formo parte de ella, la podré criticar más abiertamente".

Pero el deporte, y el fútbol en particular, es muy propenso a las historias de sueños, superación y heroicidades, e incluso curiosidades, olvidando a veces la importancia real de que veintidós personas pateen un trozo de plástico.

El corresponsal de ABC en Nairobi, Edu, publicó -hace ya más de un año- una historia curiosa sobre el Kibera Celtic: un antiguo gángster del mayor asentamiento chabolista de Kenia fundó una asociación para concienciar sobre el sida a la gente, a través del fútbol: 

Tras unos inicios dubitativos, el proyecto fue creciendo. Sobre todo, gracias a la colaboración de los dirigentes del Celtic de Glasgow escocés, quienes les proporcionaron material deportivo.

«Desde que les escribimos, quedaron entusiasmados con nuestro lema: Un equipo, una tribu», asegura Bernard Onyango Njira, vicepresidente del equipo. Y la confianza ha sido devuelto con creces. A día de hoy, el equipo es líder de la segunda división keniana y cuenta con hasta cinco jugadores internacionales sub 17 (la edad media del Kibera Celtic es de apenas 18 años). De igual modo, la estrella del equipo, Brian Kimechwa Yator, es el actual capitán del combinado sub 20 de Kenia.

Al final del texto enlazado, en un recuadro, Edu narra otras miserias del fútbol africano, lejos de los contratos millonarios a los que estamos acostumbrados. No se lo pierdan.

Otra historia de balompié entre chabolas (y que aún tengo pendiente de hacer en el curro) la protagonizan los jugadores del Mathare United, el único equipo de la primera división de Kenia que nace y vive en una favela. Iba a decir que también crece -y no es por restarles méritos- pero es que esta campaña está siendo nefasta y, en el momento de escribir esta entrada, van cuartos por la cola. Y no hagan el chiste fácil, por favor. Eso sí, cuentan con unas instalaciones deportivas sorprendentes, financiadas por la FIFA, en su versión humanitaria-futbolera.

La clasificación keniana la lidera ahora el Tusker, que debe su nombre al patrocinio de la marca de cerveza más conocida del país. Como si el Atlético de Madrid se llamara San Miguel, digamos. Bueno, igual es un mal ejemplo porque la última vez que el Atleti lideró la tabla fue el siglo pasado, si no me equivoco. Pero es igual. Y los equipos que más seguidores tienen en el país, Gor Mahia y AFC Leopards (hostias y, en ocasiones, hasta muertos garantizados en cada derbi), andan sexto y tercero, respectivamente.

De fútbol, lo que se dice fútbol, entendido como espectáculo que entretiene a las masas, más bien poco. El show casi casi lo ponen más los aficionados.

Aunque en las zonas controladas por los fundamentalistas islámicos de Al Shabaab en el centro y el sur de Somalia, casi ni se puede ser futbolero, ya que los cabecillas de la milicia radical lo consideran veneno venido de occidente. Es por eso que una  celebración como la victoria del pasado año del Barça en la Liga de Campeones puede resultar arriesgada. Pero poco le importó a este seguidor -retratado por el periodista somalí Abukar Albadri- que festejó el título con disparos al aire.


La situación de seguridad en Somalia (en conflicto permanente desde 1991, entre unas cosas y otras) hace que la selección de ese país del Cuerno de África tenga que competir en el extranjero, en general en la vecina Yibuti. Por lo que, aunque jueguen en casa, lo hacen en el extranjero. Algo que también le sucede a la numerosa diáspora somalí, que, dado lo prolongado del conflicto en su país de origen, se ha acostumbrado a considerar su casa lejanos rincones del mundo.

No extraña pues que, dadas las condiciones adversas, Somalia no andara siquiera cerca de clasificarse para el primer mundial en suelo africano: Sudáfrica 2010. Compañeros de la FIFA aseguraban que también sería el último en ser celebrado en el África subsahariana.

Fue toda una locura, como suelen ser los grandes eventos deportivos internacionales. A pesar de que el ciudadano medio de esta parte del planeta tuviera un acceso limitadísimo al torneo en sí. Rescato algunas fotos de entonces:


Soweto, Johannesburgo
El maestro de un pueblecito de Lesoto
Vuvuzela madness, Johannesburgo
La que decían que era la vuvuzela más grande del mundo, en Ciudad del Cabo
Please refrain from blowing vuvuzelas in the centre. Your co-operation will be greatly appreciated. En un centro comercial de Johannesburgo

En un esfuerzo-por-llevar-el-fútbol-a-todo-el-planeta (y tal), la FIFA montó el mundial en Sudáfrica, donde ahora -me dicen amigos que viven allá- los estadios están prácticamente abandonados, las vacas se encargan de mantener a raya al césped en algunos casos, y suponen un agujero tremebundo en cuanto a mantenimiento. El viñetista sudafricano Zapiro caricaturizaba la situación así:

- Señor Blatter, ¿cómo se le llama a algo gigante, costoso e inútil? - ¿Errr qué? - Es blanco... - ¿Otrrra pista? - Usted lo quiso plantar aquí - Esperrre que piense... // Estadio de Ciudad del Cabo: 4.500 millones de rands. 400 millones al año.

Y Gado daba la puntilla al campeonato con la siguiente viñeta:

Fue un negocio hacer placer con ustedes...

Pero la verdad es que es alucinante la popularidad del fútbol en el continente y resulta un tema de conversación de lo más socorrido.

Por cierto, llegar hasta el final del post tiene premio:

Una historieta sobre el primer partido de la selección de fútbol más nueva del mundo, Sudán del Sur, por el corresponsal de La Vanguardia en Johannesburgo, Xavi.
Y una pregunta, para los que no sepan el color del caballo blanco de Santiago: ¿de qué color viste la selección de Cabo Verde?

1 comentario:

Mmmmm dijo...

Cabo Verde parece la selección de Bruselas. Eso o estoy obsesionada. Muy buena entrada!