Hablaba en la entrada anterior de una breve estancia gabonesa para un foro. Cuando, semanas antes, llegó por correo electrónico la invitación del evento y vi los ponentes, me quedé atascado en uno: Frederik de Klerk. El último presidente del régimen de segregación racial sudafricano del "apartheid" y una de las figuras clave para su desmantelamiento fue, por esta razón, Premio Nobel de la Paz en 1993, compartido con Nelson Mandela.
Esta es la historia de cómo no conseguí una entrevista con De Klerk. Pero también la constatación de que, como decía mi amigo Iñigo, folla más el burro por insistente que por guapo.
Ser periodista de un medio desconocido (en África) tiene infinitas ventajas. Por lo general, la gente habla contigo pensando que eres el becario de la hoja parroquial de los jesuítas logroñeses. Sin embargo, para acceder a peces gordos, no llamarse BBC, CNN o Al Jazeera marca una gran diferencia. Y este caso no iba a ser menos.
De Klerk era uno de los cabezas del cartel del Foro Nueva York África, a mi parecer junto con gente interesante como el expresidente nigeriano Olesegun Obasanjo, la fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional, Fatou Bensouda, el presidente del gigante del agua chino Sinohydro, Dongsheng Song, el opositor egipcio y exdirector del Organismo Internacional de la Energía Atómica, Mohamed El Baradei, o el director estadounidense Spike Lee. Estos dos últimos se caerían a última hora. No caerse en plan el rey, sino que al final no fueron.
La participación del exmandatario sudafricano se limitaba al primer día del foro, el 14 de junio, en una charla de las pocas no soporíferas del tinglao, junto con el también exmandatario Obasanjo. Si tienen un rato, quizá les entretenga verla.
Después de la charla, un poco dubitativo, y apremiado por el apretado programa del evento -que empalmaba una sesión con otra sin tiempo ni para un té- decido acercarme a De Klerk, me presento y le digo que me gustaría que encontráramos un minuto para hablar. Con el tiempo, hasta un cencerro como servidor aprende que la palabra entrevista tiende a imponer y crear rechazo.
La elegancia con la que el amigo Federico me manda al carajo es reseñable: me dice que no conoce muy bien su agenda, y que lo consulte con aquel hombre de allá, sí, aquel con la mano levantada (que ve cómo hago el ridículo desde un lado de la sala), a ver si se puede.
Se lo agradezco, le dejo en paz y me voy a hablar con el tipo en cuestión, que reúne las características del afrikáner de manual: más bien feote, corpulento, boca grande, barba y voz potente. Me atiende muy amablemente, me dice que se piran al aeropuerto por la tarde por lo que de entrevista nanai, pero me invita a asistir a una rueda de prensa que tendrá lugar ese mismo día después de comer. Le recalco que me interesa mucho; me responde con una palmadita en la chepa de despedida.
Acudo a la sala en la que la conferencia de prensa va a celebrarse, y en los pasillos me encuentro con el afrikáner de unas horas antes. Me reconoce y me indica la sala en cuestión. Me cuenta también que el acto se retrasa un par de horas. Acojo este acercamiento con esperanza (de que al final pesque algo). Nos volvemos a encontrar al rato, a la entrada y, en vistas de que sea una charla más bien estéril la que De Klerk se dispone a dar, le pido si aunque sea de camino a la salida del recinto le puedo hacer unas preguntas. Responde que no le gustan las entrevistas cara a cara (a De Klerk, me queda la duda de si al maromo este también), pero que luego lo veríamos.
Y, unos minutos después, se planta ahí De Klerk, frente a media docena de periodistas.
Se sienta y lanza un: "Bueno, pues qué quieren preguntarme". Y los dos primeros periodistas que pillan el micrófono empiezan a hacer preguntas sobre economía y el foro. Había olvidado que muchos de los periodistas presentes llegan de Francia, invitados como yo, pero que no cubren la actualidad del continente africano. En esos momentos, Mandela lleva una semana hospitalizado, la cuarta vez desde diciembre, y muchos tememos que sea la última, visto su estado estatuadecérico en las imágenes publicadas el pasado abril por la televisión pública sudafricana.
En cuanto puedo, me hago con el micro y le suelto mi rollo, tratando (más bien sin éxito) de enlazarlo con la temática del foro. Volviéndolo a escuchar me doy cuenta de la tremenda paja mental que me hice.
En las conferencias se ha hablado de muchas cuestiones relacionadas con la inversión, pero hay un factor que creo que no se ha tenido en cuenta: la volatilidad. En este momento, en Sudáfrica, Mandela está hospitalizado... Él una vez dijo sobre usted: "Es irrelevante si me gusta o no. Mi peor pesadilla es que, un día, me despierte, y él no esté ahí. Le necesito". ¿Cree que Sudáfrica necesita a Mandela igual que él le necesitaba a usted para lograr paz, democracia y estabilidad?
Creo que hay que diferenciar entre el legado del presidente Mandela y el hombre Nelson Mandela. Hace cuatro años que se retiró de la vida pública. Dejó de hacer apariciones públicas, ya no asiste a reuniones políticas o festejos, ni siquiera cuando su partido cumplió 100 años. Se ha retirado de todo eso por completo. Ya no está en el día a día de la vida política, ni influye en ella, por deseo propio. No estar activo y estar con su familia, y envejecer tranquilamente...
Pero su legado es enormemente importante. Creo que, cuando muera -y esperemos que no sea pronto-, no habrá una crisis en Sudáfrica. Creo que revivirá su legado. Todos los sudafricanos se volverán a preguntar: "¿qué defendió este hombre?"
El mejor modo de honrar su memoria es seguir el buen ejemplo que creó. Tiene un gran legado: en el aspecto político fue el énfasis en la necesidad de reconciliación, incluyendo a antiguos enemigos, diciendo que Sudáfrica es de toda su gente sin importar su raza o color, luchando fuertemente por una verdadera sociedad no racial, en la que el ubuntu [concepto filosófico africano que se puede traducir como "yo soy porque nosotros somos"] cuidaba de cada uno, y era la filosofía y el sentimiento dominantes.
Nelson Mandela será... me gustaría decir que para siempre... quizá el sudafricano más importante que jamás viva. Su legado está lleno de valor y de fuerza. Es mi esperanza que reconsideremos de forma constante su filosofía y su legado para mantenerlo vivo. Es la mejor forma de honrarle.
Y no espero ninguna crisis a su muerte, ni política, ni financiera, cuando se vaya, un día.
Una pregunta rápida sobre este mismo tema [abuso, ya que tengo el micrófono a mano]. Entonces, ¿cree que Sudáfrica está lista para quedarse sin él?
La inmensa mayoría de los sudafricanos rezan para que no se vaya todavía. Esa es la actitud general. Los rezos no se han realizado sólo en iglesias, sino en casas de todo el país. Pero creo que, para los creyentes, está también la aceptación de que llega un momento de marchar, y es un proceso de preparación para cuando se vaya.
Le paso el micro al compañero de al lado quien, para mi consuelo, sigue preguntando sobre Mandela.
Dos cosas: una, ¿reza por Mandela? Y la otra es: Mandela ahora padece ahora las secuelas de su encarcelamiento [las recurrentes pulmonías que ahora sufre tienen su origen en sus años entre rejas] ¿Se arrepiente de haberle encarcelado? [¿?]
Bueno, para empezar... yo no le encarcelé. Ningún Gobierno lo hizo. Fue juzgado en un tribunal abierto, y tenía la mejor representación legal posible. El tribunal ejercitó su jurisdicción en términos del crimen por el que fue hallado culpable, que era por sedición, y en ese punto, la sentencia era pena de muerte, pero el tribunal lo rechazó, y fue condenado a cadena perpetua. Yo le liberé de eso. Fueron 27 años, demasiados, porque tal y como era la ley cuando llegué a la Presidencia [1989], normalmente, la gente con cadena perpetua era puesta en libertad tras 25 años.
Y cuando fui y le dije que sería liberado el 11 de febrero [de 1990], él me dijo: "¡Es demasiado pronto!". "Señor Mandela, ¿cómo puede decir que es demasiado pronto? ¡Ya ha estado suficiente tiempo en la cárcel! Negociaremos sobre muchas cosas en el futuro, pero sobre la fecha de su liberación, no. Negociemos dónde quiere ser liberado y a qué hora del día". Y sonrió y lo aceptó, y fue liberado el 11 de febrero.
[Hace una pausa]
Sí, rezo por él. Nos hemos hechos amigos. Especialmente, después de nuestras jubilaciones. Cuando éramos oponentes políticos y a veces teníamos fuertes enfrentamientos entre nosotros, palabras fuertes... como hacen los políticos en la oposición, de vez en cuando.
Durante el proceso negociador había violencia y eso amargó, a veces, nuestra relación. Pero cuando había choques cuando yo era presidente y él estaba en la oposición, y luego cuando él era el presidente del país... cuando nuestros votantes nos decían que tenían tal problema y que había que solucionarlo, siempre lográbamos salvar las diferencias y alcanzar un acuerdo.
Tras su jubilación, nos hicimos amigos. Ha estado en mi casa, he estado en la suya, hablamos con regularidad en nuestros cumpleaños... y es, de veras, una persona muy muy especial.
Sí, rezo por él y su familia.
Un asistente del foro pide que se formule la última pregunta. Uno de los interesados en cuestiones económicas vuelve a preguntar. Mierda.
Cuando se estaba llevando a cabo el desmantelamiento del apartheid, había un ambiente de mucha violencia en Sudáfrica. ¿Alguna recomendación para futuras situaciones similares? ¿Cómo se hace para aislar a los ultras de cada bando y que no hagan descarrilar el proceso?
Si uno, en una posición de liderazgo, permite a los ultras de su partido o de su movimiento que actúen, creo que haces daño a tu país y a tus creencias. Ahí hace falta un liderazgo firme. En ese periodo, las agencias de seguridad llevaban a cabo operaciones encubiertas que ya no estaban autorizadas o habían sido canceladas. Y aun así las hacían.
Bajo su liderazgo [de Mandela], dentro del Congreso Nacional Africano, tenían operaciones, y estoy seguro de que él no las autorizaba, y entraban armas a Sudáfrica. También en Inkhata, bajo el liderazgo de Buthelezi, había elementos entre Inkhata y el CNA que se mataban entre ellos. Es un gran problema y la única forma de tratarlo y a través de políticas efectivas, dando pasos firmes una vez que tienes pruebas de que los individuos están actuando contra las políticas de tu partido, o las tuyas. En una ocasión, despedí, suspendí y prejubilé a unos 28 oficiales de alto rango... no recuerdo el número exacto, está en mi autobiografía. Porque había pruebas que me presentó la Comisión Goldstone, que yo nombré para investigar la violencia política. Hace falta ser firme, no ceder a las presiones de los extremos de la derecha y la izquierda. En ese momento, hace falta un fuerte liderazgo.
Muchas gracias, señoras y caballeros. Les deseo lo mejor.
Se levanta y la gente se abalanza sobre él para hacerse fotos. Tomo posiciones a la salida, a ver si rasco algo. Una periodista sudafricana sale con él de la sala preguntándole algo que no llego a escuchar pero, afortunadamente, De Klerk sale y da la respuesta en el pasillo.
Estoy muy orgulloso de Nelson Mandela. Nos hicimos buenos amigos. Tengo muy buenos recuerdos de los tiempos en los que logramos superar nuestras diferencias políticas, unir nuestras manos y
¿Cómo recordará a Mandela? [concluye la periodista sudafricana]
Le recordaré como un hombre de principios, con una visión clara, pero, sobre todo, como un hombre para la reconciliación.
El resto de la gente se dispersa y me quedo a su lado para cazarle. Soy el peor improvisador del mundo y entre los tres millones de preguntas que querría hacerle (tengo la grabadora estratégicamente colocada tapándome el bloc de notas), sólo me sale una que me sugirió un compañero.
Señor De Klerk, una última cosa... Esta mañana habló sobre amnistía y perdón. Hace poco, Mugabe acusó a Mandela de haber sido muy laxo con los blancos, ¿qué opina de eso?
Creo que dice mucho de... [se lo piensa] Déjeme reformular la respuesta. Creo que dice mucho de la negatividad por parte de Mugabe. Y si miras al estado en el que está su país, verás la prueba de lo equivocado que está.
Jarl, qué poco juego me has dado, perro. Vuelvo a disparar, con la esperanza de que me cuente algo más jugoso.
Dentro de poco se cumplen veinte años del Premio Nobel de la Paz que compartió con Mandela, ¿qué recuerdos guarda de aquel momento?
Fueron unos momentos maravillosos. Era un tiempo en el que todavía había tensiones entre el señor Mandela y yo, pero fue increíble estar juntos en esa plataforma en Oslo y recibir juntos el galardón. Para mí, significó el reconocimiento de lo que la gente blanca de Sudáfrica hizo, porque hicieron concesiones inmensas durante las negociaciones; y, para él, fue su coronación, después de sus 27 años en la cárcel.
Gracias. Me tengo que ir.
Me deja con la palabra en la boca. "Mandela es un icono reverenciado a nivel mundial por sus esfuerzos por la reconciliación y por una transición pacífica, pero ¿tiene un lado oscuro?", habría querido preguntarle. Había leído que, en alguna ocasión, De Klerk le puso a parir, y con esta gente tan venerada (me refiero al bueno de Nelson, no a Frederik) siempre me pica la curiosidad sobre aspectos ocultos. Es de dominio público que Mandela se inclinó por la lucha armada del Congreso Nacional Africano contra el apartheid, y lo trató de justificar como la única salida posible para su fin. Su primera mujer dijo que la maltrataba. Y la segunda, que más que un demócrata, era un autócrata en casa. No sé si es ejemplo de ésto, pero también es ilustrativo que, el día de una huelga convocada por él mismo, se olvidara de que su propia ama de casa tenía ese mismo derecho a no trabajar.
Suele pasar con los grandes hombres que su actitud fuera de los focos suele ser cuestionable. Sin restarle mérito a los inigualables logros alcanzados por Mandela en cuestión de perdón, reconciliación y paz, me habría gustado conocer la opinión de De Klerk sobre el otro Mandela. Repito: sin restar ningún tipo de valor a lo que hizo Mandela, cuya salida más fácil habría sido pasar por la guillotina a los blancos racistas, tras sus más de 27 años encarcelado.
Al final, aunque de forma un poco sui generis, tengo lo que quería. En vez de la entrevista piadosa y sentida que me piden desde arriba ("dado el estado de salud de Mandela") , opto por un enfoque algo más anecdótico y vitalista. Este es el resultado.
Esta es la historia de cómo no conseguí una entrevista con De Klerk. Pero también la constatación de que, como decía mi amigo Iñigo, folla más el burro por insistente que por guapo.
Ser periodista de un medio desconocido (en África) tiene infinitas ventajas. Por lo general, la gente habla contigo pensando que eres el becario de la hoja parroquial de los jesuítas logroñeses. Sin embargo, para acceder a peces gordos, no llamarse BBC, CNN o Al Jazeera marca una gran diferencia. Y este caso no iba a ser menos.
De Klerk era uno de los cabezas del cartel del Foro Nueva York África, a mi parecer junto con gente interesante como el expresidente nigeriano Olesegun Obasanjo, la fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional, Fatou Bensouda, el presidente del gigante del agua chino Sinohydro, Dongsheng Song, el opositor egipcio y exdirector del Organismo Internacional de la Energía Atómica, Mohamed El Baradei, o el director estadounidense Spike Lee. Estos dos últimos se caerían a última hora. No caerse en plan el rey, sino que al final no fueron.
La participación del exmandatario sudafricano se limitaba al primer día del foro, el 14 de junio, en una charla de las pocas no soporíferas del tinglao, junto con el también exmandatario Obasanjo. Si tienen un rato, quizá les entretenga verla.
Después de la charla, un poco dubitativo, y apremiado por el apretado programa del evento -que empalmaba una sesión con otra sin tiempo ni para un té- decido acercarme a De Klerk, me presento y le digo que me gustaría que encontráramos un minuto para hablar. Con el tiempo, hasta un cencerro como servidor aprende que la palabra entrevista tiende a imponer y crear rechazo.
La elegancia con la que el amigo Federico me manda al carajo es reseñable: me dice que no conoce muy bien su agenda, y que lo consulte con aquel hombre de allá, sí, aquel con la mano levantada (que ve cómo hago el ridículo desde un lado de la sala), a ver si se puede.
Se lo agradezco, le dejo en paz y me voy a hablar con el tipo en cuestión, que reúne las características del afrikáner de manual: más bien feote, corpulento, boca grande, barba y voz potente. Me atiende muy amablemente, me dice que se piran al aeropuerto por la tarde por lo que de entrevista nanai, pero me invita a asistir a una rueda de prensa que tendrá lugar ese mismo día después de comer. Le recalco que me interesa mucho; me responde con una palmadita en la chepa de despedida.
Acudo a la sala en la que la conferencia de prensa va a celebrarse, y en los pasillos me encuentro con el afrikáner de unas horas antes. Me reconoce y me indica la sala en cuestión. Me cuenta también que el acto se retrasa un par de horas. Acojo este acercamiento con esperanza (de que al final pesque algo). Nos volvemos a encontrar al rato, a la entrada y, en vistas de que sea una charla más bien estéril la que De Klerk se dispone a dar, le pido si aunque sea de camino a la salida del recinto le puedo hacer unas preguntas. Responde que no le gustan las entrevistas cara a cara (a De Klerk, me queda la duda de si al maromo este también), pero que luego lo veríamos.
Y, unos minutos después, se planta ahí De Klerk, frente a media docena de periodistas.
¿A quién recuerda más, a De Guindos en unos años o a Chiquito de la Calzada? |
Se sienta y lanza un: "Bueno, pues qué quieren preguntarme". Y los dos primeros periodistas que pillan el micrófono empiezan a hacer preguntas sobre economía y el foro. Había olvidado que muchos de los periodistas presentes llegan de Francia, invitados como yo, pero que no cubren la actualidad del continente africano. En esos momentos, Mandela lleva una semana hospitalizado, la cuarta vez desde diciembre, y muchos tememos que sea la última, visto su estado estatuadecérico en las imágenes publicadas el pasado abril por la televisión pública sudafricana.
En cuanto puedo, me hago con el micro y le suelto mi rollo, tratando (más bien sin éxito) de enlazarlo con la temática del foro. Volviéndolo a escuchar me doy cuenta de la tremenda paja mental que me hice.
En las conferencias se ha hablado de muchas cuestiones relacionadas con la inversión, pero hay un factor que creo que no se ha tenido en cuenta: la volatilidad. En este momento, en Sudáfrica, Mandela está hospitalizado... Él una vez dijo sobre usted: "Es irrelevante si me gusta o no. Mi peor pesadilla es que, un día, me despierte, y él no esté ahí. Le necesito". ¿Cree que Sudáfrica necesita a Mandela igual que él le necesitaba a usted para lograr paz, democracia y estabilidad?
Creo que hay que diferenciar entre el legado del presidente Mandela y el hombre Nelson Mandela. Hace cuatro años que se retiró de la vida pública. Dejó de hacer apariciones públicas, ya no asiste a reuniones políticas o festejos, ni siquiera cuando su partido cumplió 100 años. Se ha retirado de todo eso por completo. Ya no está en el día a día de la vida política, ni influye en ella, por deseo propio. No estar activo y estar con su familia, y envejecer tranquilamente...
Pero su legado es enormemente importante. Creo que, cuando muera -y esperemos que no sea pronto-, no habrá una crisis en Sudáfrica. Creo que revivirá su legado. Todos los sudafricanos se volverán a preguntar: "¿qué defendió este hombre?"
El mejor modo de honrar su memoria es seguir el buen ejemplo que creó. Tiene un gran legado: en el aspecto político fue el énfasis en la necesidad de reconciliación, incluyendo a antiguos enemigos, diciendo que Sudáfrica es de toda su gente sin importar su raza o color, luchando fuertemente por una verdadera sociedad no racial, en la que el ubuntu [concepto filosófico africano que se puede traducir como "yo soy porque nosotros somos"] cuidaba de cada uno, y era la filosofía y el sentimiento dominantes.
Nelson Mandela será... me gustaría decir que para siempre... quizá el sudafricano más importante que jamás viva. Su legado está lleno de valor y de fuerza. Es mi esperanza que reconsideremos de forma constante su filosofía y su legado para mantenerlo vivo. Es la mejor forma de honrarle.
Y no espero ninguna crisis a su muerte, ni política, ni financiera, cuando se vaya, un día.
Una pregunta rápida sobre este mismo tema [abuso, ya que tengo el micrófono a mano]. Entonces, ¿cree que Sudáfrica está lista para quedarse sin él?
La inmensa mayoría de los sudafricanos rezan para que no se vaya todavía. Esa es la actitud general. Los rezos no se han realizado sólo en iglesias, sino en casas de todo el país. Pero creo que, para los creyentes, está también la aceptación de que llega un momento de marchar, y es un proceso de preparación para cuando se vaya.
Le paso el micro al compañero de al lado quien, para mi consuelo, sigue preguntando sobre Mandela.
Dos cosas: una, ¿reza por Mandela? Y la otra es: Mandela ahora padece ahora las secuelas de su encarcelamiento [las recurrentes pulmonías que ahora sufre tienen su origen en sus años entre rejas] ¿Se arrepiente de haberle encarcelado? [¿?]
Bueno, para empezar... yo no le encarcelé. Ningún Gobierno lo hizo. Fue juzgado en un tribunal abierto, y tenía la mejor representación legal posible. El tribunal ejercitó su jurisdicción en términos del crimen por el que fue hallado culpable, que era por sedición, y en ese punto, la sentencia era pena de muerte, pero el tribunal lo rechazó, y fue condenado a cadena perpetua. Yo le liberé de eso. Fueron 27 años, demasiados, porque tal y como era la ley cuando llegué a la Presidencia [1989], normalmente, la gente con cadena perpetua era puesta en libertad tras 25 años.
Y cuando fui y le dije que sería liberado el 11 de febrero [de 1990], él me dijo: "¡Es demasiado pronto!". "Señor Mandela, ¿cómo puede decir que es demasiado pronto? ¡Ya ha estado suficiente tiempo en la cárcel! Negociaremos sobre muchas cosas en el futuro, pero sobre la fecha de su liberación, no. Negociemos dónde quiere ser liberado y a qué hora del día". Y sonrió y lo aceptó, y fue liberado el 11 de febrero.
[Hace una pausa]
Sí, rezo por él. Nos hemos hechos amigos. Especialmente, después de nuestras jubilaciones. Cuando éramos oponentes políticos y a veces teníamos fuertes enfrentamientos entre nosotros, palabras fuertes... como hacen los políticos en la oposición, de vez en cuando.
Durante el proceso negociador había violencia y eso amargó, a veces, nuestra relación. Pero cuando había choques cuando yo era presidente y él estaba en la oposición, y luego cuando él era el presidente del país... cuando nuestros votantes nos decían que tenían tal problema y que había que solucionarlo, siempre lográbamos salvar las diferencias y alcanzar un acuerdo.
Tras su jubilación, nos hicimos amigos. Ha estado en mi casa, he estado en la suya, hablamos con regularidad en nuestros cumpleaños... y es, de veras, una persona muy muy especial.
Sí, rezo por él y su familia.
Un asistente del foro pide que se formule la última pregunta. Uno de los interesados en cuestiones económicas vuelve a preguntar. Mierda.
Cuando se estaba llevando a cabo el desmantelamiento del apartheid, había un ambiente de mucha violencia en Sudáfrica. ¿Alguna recomendación para futuras situaciones similares? ¿Cómo se hace para aislar a los ultras de cada bando y que no hagan descarrilar el proceso?
Si uno, en una posición de liderazgo, permite a los ultras de su partido o de su movimiento que actúen, creo que haces daño a tu país y a tus creencias. Ahí hace falta un liderazgo firme. En ese periodo, las agencias de seguridad llevaban a cabo operaciones encubiertas que ya no estaban autorizadas o habían sido canceladas. Y aun así las hacían.
Bajo su liderazgo [de Mandela], dentro del Congreso Nacional Africano, tenían operaciones, y estoy seguro de que él no las autorizaba, y entraban armas a Sudáfrica. También en Inkhata, bajo el liderazgo de Buthelezi, había elementos entre Inkhata y el CNA que se mataban entre ellos. Es un gran problema y la única forma de tratarlo y a través de políticas efectivas, dando pasos firmes una vez que tienes pruebas de que los individuos están actuando contra las políticas de tu partido, o las tuyas. En una ocasión, despedí, suspendí y prejubilé a unos 28 oficiales de alto rango... no recuerdo el número exacto, está en mi autobiografía. Porque había pruebas que me presentó la Comisión Goldstone, que yo nombré para investigar la violencia política. Hace falta ser firme, no ceder a las presiones de los extremos de la derecha y la izquierda. En ese momento, hace falta un fuerte liderazgo.
Muchas gracias, señoras y caballeros. Les deseo lo mejor.
Se levanta y la gente se abalanza sobre él para hacerse fotos. Tomo posiciones a la salida, a ver si rasco algo. Una periodista sudafricana sale con él de la sala preguntándole algo que no llego a escuchar pero, afortunadamente, De Klerk sale y da la respuesta en el pasillo.
Estoy muy orgulloso de Nelson Mandela. Nos hicimos buenos amigos. Tengo muy buenos recuerdos de los tiempos en los que logramos superar nuestras diferencias políticas, unir nuestras manos y
trabajar juntos por el interés de todos los sudafricanos. También tengo maravillosos recuerdos personales. Cuando cumplí 70 años, vino a mi fiesta de cumpleaños y dio un discurso fabuloso. Tiene un maravilloso sentido del humor. Recuerdo que dijo que era mucho más viejo que yo, pero que, claro, él descansó durante 27 años [en alusión al tiempo que estuvo encarcelado], mientras yo trabajé muy duro, así que teníamos más o menos la misma edad.
Nos reímos todos. Sigue De Klerk y la mujer de la SABC le interrumpe.
Es un hombre maravilloso...
Tenía una buena relación con él. Recuerdo aquel tiempo, en 1994, todos esos momentos... había momentos especiales que compartieron, ¿no?
Totalmente. Cuando salimos juntos al balcón de los Edificios Union [sede del Gobierno local, en Pretoria], la foto que han mostrado antes en la conferencia, de él tomando mi mano y levantándola. Eso muestra lo incluyente que era en su forma de pensar.
Nos reímos todos. Sigue De Klerk y la mujer de la SABC le interrumpe.
Es un hombre maravilloso...
Tenía una buena relación con él. Recuerdo aquel tiempo, en 1994, todos esos momentos... había momentos especiales que compartieron, ¿no?
Totalmente. Cuando salimos juntos al balcón de los Edificios Union [sede del Gobierno local, en Pretoria], la foto que han mostrado antes en la conferencia, de él tomando mi mano y levantándola. Eso muestra lo incluyente que era en su forma de pensar.
Mandela, durante la jura del cargo como presidente, el 10 de mayo de 1994. De Klerk sería su vicepresidente segundo hasta 1996. |
¿Cómo recordará a Mandela? [concluye la periodista sudafricana]
Le recordaré como un hombre de principios, con una visión clara, pero, sobre todo, como un hombre para la reconciliación.
El resto de la gente se dispersa y me quedo a su lado para cazarle. Soy el peor improvisador del mundo y entre los tres millones de preguntas que querría hacerle (tengo la grabadora estratégicamente colocada tapándome el bloc de notas), sólo me sale una que me sugirió un compañero.
Señor De Klerk, una última cosa... Esta mañana habló sobre amnistía y perdón. Hace poco, Mugabe acusó a Mandela de haber sido muy laxo con los blancos, ¿qué opina de eso?
Creo que dice mucho de... [se lo piensa] Déjeme reformular la respuesta. Creo que dice mucho de la negatividad por parte de Mugabe. Y si miras al estado en el que está su país, verás la prueba de lo equivocado que está.
Jarl, qué poco juego me has dado, perro. Vuelvo a disparar, con la esperanza de que me cuente algo más jugoso.
Dentro de poco se cumplen veinte años del Premio Nobel de la Paz que compartió con Mandela, ¿qué recuerdos guarda de aquel momento?
Fueron unos momentos maravillosos. Era un tiempo en el que todavía había tensiones entre el señor Mandela y yo, pero fue increíble estar juntos en esa plataforma en Oslo y recibir juntos el galardón. Para mí, significó el reconocimiento de lo que la gente blanca de Sudáfrica hizo, porque hicieron concesiones inmensas durante las negociaciones; y, para él, fue su coronación, después de sus 27 años en la cárcel.
Gracias. Me tengo que ir.
Me deja con la palabra en la boca. "Mandela es un icono reverenciado a nivel mundial por sus esfuerzos por la reconciliación y por una transición pacífica, pero ¿tiene un lado oscuro?", habría querido preguntarle. Había leído que, en alguna ocasión, De Klerk le puso a parir, y con esta gente tan venerada (me refiero al bueno de Nelson, no a Frederik) siempre me pica la curiosidad sobre aspectos ocultos. Es de dominio público que Mandela se inclinó por la lucha armada del Congreso Nacional Africano contra el apartheid, y lo trató de justificar como la única salida posible para su fin. Su primera mujer dijo que la maltrataba. Y la segunda, que más que un demócrata, era un autócrata en casa. No sé si es ejemplo de ésto, pero también es ilustrativo que, el día de una huelga convocada por él mismo, se olvidara de que su propia ama de casa tenía ese mismo derecho a no trabajar.
Suele pasar con los grandes hombres que su actitud fuera de los focos suele ser cuestionable. Sin restarle mérito a los inigualables logros alcanzados por Mandela en cuestión de perdón, reconciliación y paz, me habría gustado conocer la opinión de De Klerk sobre el otro Mandela. Repito: sin restar ningún tipo de valor a lo que hizo Mandela, cuya salida más fácil habría sido pasar por la guillotina a los blancos racistas, tras sus más de 27 años encarcelado.
Al final, aunque de forma un poco sui generis, tengo lo que quería. En vez de la entrevista piadosa y sentida que me piden desde arriba ("dado el estado de salud de Mandela") , opto por un enfoque algo más anecdótico y vitalista. Este es el resultado.
3 comentarios:
¿Cuántos son los santos terrenales que no lo son en su vida privada, y los grandes villanos que tampoco lo son en su vida privada? Quedémonos con lo objetivable por nosotros y, por el resto... Hay personas, no santos, ni mártires, en entre los grandes mandatarios. Seguramente, hay muchos más prototipos en las bajas esferas que en las altas.
Desde luego. Mi intención es dar una visión equilibrada, sin caer en el mito. Nada más. El propio Mandela ha dicho en varias ocasiones que él no es un santo...
Un beso, Anna!
vaya no tenía ni idea que sus anteriores mujeres habían dicho eso sobre Mandela. Leí su libro long road to freedom y me gustó especialmente la parte final en la que cuenta como fue la negociación con De Klerk sobre el fin de su encarcelamiento y del apartheid posteriormente.
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