Entre el 18 y el 21 del mes pasado, cuatro insensatos decidimos subir el Monte Kenia, la segunda montaña más alta del continente, después del Kilimanjaro. Aquí el testimonio gráfico de la gesta. Irrepetible, en el sentido más amplio de la palabra.
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Todo empezó con un agradable paseo de tres horas por el bosque... |
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...para llegar a nuestro primer refugio. La primera noche, a más de 3.000 metros. |
A partir de los 3.000 metros, ya se empieza a ver la transformación del paisaje.
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Y más si una parte del monte se ha quemado. |
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Según subíamos, la temperatura seguía en descenso y la vegetación iba desapareciendo. |
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Y así llegamos a un refugio a casi 4.300 metros. |
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La mañana siguiente era el día de hacer cima, que ya avistábamos desde nuestra posición. |
Entre los descubrimientos del montañero amateur, está el de las lentas digestiones causadas por la altitud. Con el consecuente meteorismo. Pero todo se olvida cuando, tras salir pronto de madrugada, llegas a la cima, al pico Lenana, el más alto de los accesibles para aficionados, a 4.985 metros sobre el nivel del mar. Y aunque llegamos a la hora del amanecer...
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....estaba nublado. |
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Por supuesto, una vez arriba, nos pusimos las manos en las caderas, con cara de admirar un paisaje oculto... y nos sentimos un poquito así.
Después de la cima, destrozados, después de tremendos esfuerzos (para gente de nuestro nivel) para seguir avanzando, con cuidado de no caer por la escasamente protegida senda... quedaba lo peor y no lo sabíamos. La última etapa eran 22 kilómetros que comenzaron con un madrugón, nos hicieron pasar de 4.300 metros a casi 5.000, y desdender hasta los 2.950. Las agujetas fueron apoteósicas.
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Las vistas durante el descenso hacia Chogoria, no obstante, era espectaculares. |
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Como era de prever, nada más bajar de la cumbre, las nubes se empezaron a levantar para dejar paso a paisajes de escándalo.
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Ya de vuelta de un paisaje lunar a uno conocido, el de los cuatro mil... |
A estas alturas, ya casi caminábamos por inercia...
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...para concluir la etapa entre los bosques de Chogoria, en un paisaje de cuento. |
Al día siguiente, la vuelta a Nairobi, aún nos quedaban 30 kilómetros de carretera casi impracticable, con tramos a pie, por los salvajes parajes rumbo a Chogoria pueblo.
Y luego, claro, una semana con las piernas al pil pil. Nos llovió, nos granizó un poco, nos aguanevó, nos cambiamos de ropa cincuenta veces al día, dormimos poco y mal, hubo tiempo para infinitas tonterías, algunas de ellas provocadas por el agotamiento... pero el esfuerzo valió la pena.
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