miércoles, 22 de diciembre de 2010

China en África (y II)

El otro día me terminé China en África: Pekín a la conquista del continente africano y, como prometí, tenía que contar algo de un tema que le chupa un huevo a todo el mundo pero que a mí me seduce. Vale, sí, por manido que esté.

Así, en plan resumidito (imagino que ahora con los polvorones estas cosas se atragantan más fácilmente):

China no es un país democrático, por lo que no piden reformas en ese sentido a los países en los que invierten. No condicionan su ayuda a que el Gobierno del país de turno cambie esto o aquello. Sabido es que los chinos (el Ejecutivo, al menos) son de un puntilloso que no veas con las injerencias extranjeras, por lo que -teóricamente- no las practican en África. Claro que escarbando un poco se ve que tienen untados a muchos peces gordos de la zona para que les caigan contratos. Y otros beneficios de dudosa legalidad, como permisos especiales de circulación.

Contratos que, de todos modos, les llueven, porque desde que el Banco Mundial (creo recordar que fue el BM y no el FMI) normalizó las licitaciones públicas, el país asiático gana los concursos por goleada. Mientras las empresas occidentales prefieren alojar a sus trabajadores en urbanizaciones, los chinos duermen en campamentos de mierda, con lo que revientan los costes. Una misma obra puede costar 200 millones de dólares si la realiza una empresa israelí o francesa, o la mitad, si la hacen los chinos, me contaba el otro día en Kampala el portavoz de la Autoridad Nacional de Carreteras de Uganda.

¿Integración con los locales? Por lo visto, preguntado e indagado, nada de nada. Se comunican por lenguaje de signos porque casi ninguno sabe inglés. Ni a los chinos les gusta la comida local, ni a los africanos la comida china, y pasa lo mismo con la música. O con las mujeres. ¿Os gustan las africanas? "¡No! ¡Sólo las chinas!", se apresuraron a decirme la semana pasada unos ingenieros chinos en una obra.

En fin, que es cuestión de dinero y punto. La conclusión general me la podía imaginar, pero por el camino me he encontrado con una serie de puntos interesantes. Como que las empresas chinas importan sus propios trabajadores (algunos de los cuales son prisioneros). Este factor hace que la población local tenga carreteras baratas, pero no trabajo, con lo cual no podrán comprarse un vehículo con el que desplazarse por ellas. China, mientras tanto, crea empleo y riqueza.

El tema, de verdad de la buena, es una auténtica mina.

1 comentario:

Javier Triana dijo...

Y sobre esta historia...

http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/20101229/china-seduce-africa/642196.shtml