Es el título de texto que ha mandado, hace unas horas, el corresponsal en Brazaville del medio para el que trabajo. Una breve reflexión en medio de los cascotes que dejaron las explosiones provocadas por el incendio en un arsenal de armas de la capital de la República del Congo este domingo, que causó entre 146 muertos (según el Gobierno) y más de 200, de acuerdo a las cifras de la prensa local.
Aquí, la crónica que ha publicado mi compañero. Su perfil de un pueblo hastiado por la corrupción no tiene desperdicio.
El trabajo de campo sorprende a menudo por lo que llegas a encontrarte. A pesar de que sólo se habla de muertos y de heridos, ayer por la noche, después de presenciar cómo varios afectados regresaban a revisar las ruinas de [lo que habían sido] sus hogares, un tipo me preguntó que para quién trabajaba. "Para Efe, una agencia española". Y, el caballero, a pesar de su situación, me dijo que había visto el partido del Real Madrid del domingo en el refugio [donde el Gobierno le había ubicado]. Es extraña, la vida.
Aquí, la crónica que ha publicado mi compañero. Su perfil de un pueblo hastiado por la corrupción no tiene desperdicio.
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