Imaginen la siguiente escena: tres hombres de Oriente mascan estimulantes hojas de khat (también llamado miraa) mientras se afanan en empaquetar sus mercancías, que transportarán en una larga travesía en camello y que, intercambio comercial mediante, convertirán en el ansiado oro. Además, el acto transcurre en el mítico país de Punt, origen de buena parte del incienso que se quemaba en la Antigüedad. ¿Les recuerda a algo?
Ahora que ya es navidad -de hecho, desde hace semanas- en el Corte Inglés y, por ende, en todo el mundo (en Nairobi, viene acompañada de un calor de cojones y camisetas navideñas de manga corta), podemos abordar un tema muy al hilo en estas fechas. Prometo que no son los anuncios de colonias, ni de juguetes, ni el discurso del rey, ni si en el portal de Belén había bueyes, cebras cruzadas con orangutanes o jirafas.
Se trata, más bien, de un recurso natural casi olvidado en el primer mundo, de uso muy extendido en el segundo y el tercero, de gran impacto para el medio ambiente, y que en España viene fuertemente asociado a la navidad.
El carbón. Vegetal, para más precisión.
Los tres hombres del principio no son ni reyes, ni magos, y puede que ni siquiera sabios. Es más, puede que sean hasta iletrados. Casi seguro son somalíes. Y su estrella -que brillará entre los millones de astros que se pueden contemplar en el apenas contaminado firmamento somalí- es probable que les dirija a una ciudad del sur del país: a Kismayo.
Allí no habrá nacido el hijo de ningún dios, ni una tal María se habrá tenido que inventar una historia para justificar unos evidentes -aunque no se sabe si merecidos- cuernos a su marido. Es muy poco probable que nadie se llame José o Jesús, ni que ese acto suponga el inicio corriente religiosa alguna. Todo apunta a que nuestros tres somalíes (Ahmed, Mohamud e Ilyas, pongamos por caso) se dirigirán al puerto de la localidad a lomos de sus camellos -o de sus burros, o de sus vehículos- y, una vez allí, tratarán de exportar el carbón vegetal aún más al este, más a Oriente, donde unos magos transformarán en oro el negruzco cargamento.
La inversión final de ese oro puede que sea sólo la supervivencia familiar, a costa de un negocio medioambientalmente insostenible. O puede que tenga fines tan oscuros como la mercancía, y que ésta, al final, sí que caiga en manos de niños que son malos (*). El carbón vegetal es un mundo sobre el que se podrían escribir extensos tratados. Pero en este blog somos de miras más cortas y fines más modestos, así que nos conformaremos con un comentario al hilo.
Hablábamos de nuestros reyes y de los fines del oro del carbón vegetal, una de las exportaciones africanas alternativas mencionadas recientemente por el corresponsal de ABC en Nairobi, Eduardo S. Molano, en su blog. Escribe Edu:
Solo en 2011, y desde el puerto de Kismayo, la milicia islamista de Al Shabab generó —según fuentes gubernamentales— más de 25 millones de dólares (un incremento cercano al 50% con respecto al año anterior) gracias al monopolio con el que cuenta el grupo en la exportación del carbón vegetal que se dirige hacia los países del Consejo de Cooperación del Golfo.
De igual forma, y pese a que en febrero pasado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la resolución 2036 que impide la importación de carbón vegetal desde Somalia, a día de hoy, ésta continúa siendo la principal fuente de ingresos de la milicia. Sobre todo, gracias al “laissez-faire” de dos de los principales importadores de esta mercancía: Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.
A riesgo de simplificar muchísimo, el círculo vicioso podría ser el que sigue: (1) tala de árboles para la obtención de carbón vegetal, (2) escasez de lluvias provocada -en parte- por la falta de vegetación, (3) escasez de alimentos. Así, al menos, me lo simplificó hace tiempo Andrew Mwangura, el controvertido director del Programa de Asistencia Marítima de Mombasa, y que de piratería y de Somalia algo sabe. Luego, se podrían añadir muchos otros factores, como el que Al Shabab se apropie -con las armas compradas con el dinero de la exportación de la materia- de los víveres de los habitantes de la zona. Y que pretenda imponer por las armas la corriente wahabí del Islam en la zona.
Según el semanario The East African, la acumulación de carbón vegetal en el puerto de Kismayo (cuatro millones de sacos, nada menos) desde la toma de la ciudad por parte de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) el pasado mes de septiembre podría provocar serias tensiones si no se logra una salida satisfactoria para la mercancía. Traducción libre de algunas frases del artículo:
Las existencias -cuyo valor se estima en entre 25 y 40 millones de dólares en el mercado de Oriente Medio, donde se vende la mayoría- se han convertido en la primera causa de desacuerdo diplomático entre los países. [...] Fuentes de AMISOM y de la ONU contaron a The East African que temen que, ya que el puerto de Kismayo está cerrado a toda actividad menos a las de emergencia humanitaria, la incapacidad de resolver el asunto del carbón enfade a los indígenas y les lleve a apoyar nuevas formas de insurgencia.
[...] No sólo era la principal fuente de ingresos para Al Shabab, sino que también el [ya extinto] Gobierno Federal de Transición arguyó que la tala de árboles para carbón en Somalia había alcanzado proporciones alarmantes y, a menos que se tomaran medidas urgentes, el país se arriesgaba a un colapso medioambiental.
El texto destaca tres opciones para desatascar el problema:
1- Una prerrogativa de la resolución de la ONU que permita deshacerse del carbón, y que los ingresos vayan al gobierno y a los soldados somalíes (a los que se les paga con una frecuencia... difícil de establecer). El problema es que puede que la pasta caiga en manos de los empresarios que hasta ahora financiaban a Al Shabab con los beneficios de la exportación.
2- La venta del carbón de forma local, en Somalia: pero los beneficios serían menores que si se vendieran en la Península Arábiga y también llenaría los bolsillos de los empresarios que han estado apoyando a los fundamentalistas.
3- Nacionalizar las existencias. Pero podría crear tensiones entre milicias locales y el nuevo ejecutivo. Por cuestiones de pasta, claro.
También se sugiere la quema del carbón, y ni pa ti ni pa mí, pero así, de primeras y sin conocer los detalles, no parece una buena idea y tampoco tiene pinta de que vaya a satisfacer a nadie. Y con la falta que hace el dinero bien invertido en la zona, sería una gilipollez.
El mismo problema relata el periodista Tristan McConnell, autor de la fotografía de ahí arriba. Publicó anteayer en Time...
En juego en la reunión de octubre -me dijeron- estaba nada menos que la paz en el sur de Somalia, y probablemente, en todo el país. ¿Cuál era la clave? Una pila gigantesca de madera quemada muerta.
[En boca del líder de una milicia local] "La economía de esta ciudad [Kismayo] depende al 90 por ciento del carbón vegetal" [...] "Los empresarios han invertido mucho de su dinero [en carbón vegetal] y el embargo de la ONU lo está bloqueando. La mercancía no se va a transformar de nuevo en árboles. Debería venderse".
Por su parte, la posición del Gobierno de Somalia es tajante:
[...] originó la petición gubernamental de la prohibición [de exportar carbón vegetal] sobre la base de que su comercio no sólo es dañino para el medio ambiente, sino que también deteriora los esfuerzos en materia de seguridad.
[...] El Gobierno de Somalia cree firmemente que el pueblo de Kismayo está harto de políticas contraproducentes, de señores de la guerra y de extremismo, y que merecen seguridad, estabilidad, servicios básicos y un futuro próspero. Así pues, el carbón del puerto se almacenará de momento hasta que el Gobierno establezca el mejor modo de tratar el problema.
El Gobierno somalí se compromete a cumplir la resolución 2036 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y hace un llamamiento para mantener la prohibición [...]
Pero el uso del carbón vegetal está tan extendido -y da tantos beneficios- que la prohibición será difícil de cumplir cuando incluso los propios soldados de AMISOM (kenianos y ugandeses, entre otros), encargados de velar por la seguridad del país, lo solicitan para su consumo, como hacen gran parte de las poblaciones de forma habitual en esos países.
"La ONU distribuye entre los soldados ollas y material de cocina energéticamente eficientes, pero los militares los queman y los rompen a propósito y luego vienen diciendo: 'Dame carbón, yo quiero mi carbón'", nos contó una fuente de AMISOM el pasado mes de agosto.
El carbón vegetal -con todas sus complejidades- no deja de ser un negocio. Aunque pueda convertirse en uno más oscuro de lo que la propia materia haga intuir.
* En España (ignoro si en algún país más), la tradición es que los Reyes Magos llevan carbón a los niños que se han portado mal o que -sin que esto sea sinónimo- no han hecho caso a sus padres. Se trata de una imitación del carbón mineral que es dulce y se puede tomar como golosina. Los niños buenos reciben regalos, claro.
Ahora que ya es navidad -de hecho, desde hace semanas- en el Corte Inglés y, por ende, en todo el mundo (en Nairobi, viene acompañada de un calor de cojones y camisetas navideñas de manga corta), podemos abordar un tema muy al hilo en estas fechas. Prometo que no son los anuncios de colonias, ni de juguetes, ni el discurso del rey, ni si en el portal de Belén había bueyes, cebras cruzadas con orangutanes o jirafas.
Se trata, más bien, de un recurso natural casi olvidado en el primer mundo, de uso muy extendido en el segundo y el tercero, de gran impacto para el medio ambiente, y que en España viene fuertemente asociado a la navidad.
El carbón. Vegetal, para más precisión.
Los tres hombres del principio no son ni reyes, ni magos, y puede que ni siquiera sabios. Es más, puede que sean hasta iletrados. Casi seguro son somalíes. Y su estrella -que brillará entre los millones de astros que se pueden contemplar en el apenas contaminado firmamento somalí- es probable que les dirija a una ciudad del sur del país: a Kismayo.
Allí no habrá nacido el hijo de ningún dios, ni una tal María se habrá tenido que inventar una historia para justificar unos evidentes -aunque no se sabe si merecidos- cuernos a su marido. Es muy poco probable que nadie se llame José o Jesús, ni que ese acto suponga el inicio corriente religiosa alguna. Todo apunta a que nuestros tres somalíes (Ahmed, Mohamud e Ilyas, pongamos por caso) se dirigirán al puerto de la localidad a lomos de sus camellos -o de sus burros, o de sus vehículos- y, una vez allí, tratarán de exportar el carbón vegetal aún más al este, más a Oriente, donde unos magos transformarán en oro el negruzco cargamento.
La inversión final de ese oro puede que sea sólo la supervivencia familiar, a costa de un negocio medioambientalmente insostenible. O puede que tenga fines tan oscuros como la mercancía, y que ésta, al final, sí que caiga en manos de niños que son malos (*). El carbón vegetal es un mundo sobre el que se podrían escribir extensos tratados. Pero en este blog somos de miras más cortas y fines más modestos, así que nos conformaremos con un comentario al hilo.
Hablábamos de nuestros reyes y de los fines del oro del carbón vegetal, una de las exportaciones africanas alternativas mencionadas recientemente por el corresponsal de ABC en Nairobi, Eduardo S. Molano, en su blog. Escribe Edu:
Solo en 2011, y desde el puerto de Kismayo, la milicia islamista de Al Shabab generó —según fuentes gubernamentales— más de 25 millones de dólares (un incremento cercano al 50% con respecto al año anterior) gracias al monopolio con el que cuenta el grupo en la exportación del carbón vegetal que se dirige hacia los países del Consejo de Cooperación del Golfo.
De igual forma, y pese a que en febrero pasado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la resolución 2036 que impide la importación de carbón vegetal desde Somalia, a día de hoy, ésta continúa siendo la principal fuente de ingresos de la milicia. Sobre todo, gracias al “laissez-faire” de dos de los principales importadores de esta mercancía: Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.
Sacos de carbón vegetal apilados en el puerto de Kismayo |
A riesgo de simplificar muchísimo, el círculo vicioso podría ser el que sigue: (1) tala de árboles para la obtención de carbón vegetal, (2) escasez de lluvias provocada -en parte- por la falta de vegetación, (3) escasez de alimentos. Así, al menos, me lo simplificó hace tiempo Andrew Mwangura, el controvertido director del Programa de Asistencia Marítima de Mombasa, y que de piratería y de Somalia algo sabe. Luego, se podrían añadir muchos otros factores, como el que Al Shabab se apropie -con las armas compradas con el dinero de la exportación de la materia- de los víveres de los habitantes de la zona. Y que pretenda imponer por las armas la corriente wahabí del Islam en la zona.
Según el semanario The East African, la acumulación de carbón vegetal en el puerto de Kismayo (cuatro millones de sacos, nada menos) desde la toma de la ciudad por parte de la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM) el pasado mes de septiembre podría provocar serias tensiones si no se logra una salida satisfactoria para la mercancía. Traducción libre de algunas frases del artículo:
Las existencias -cuyo valor se estima en entre 25 y 40 millones de dólares en el mercado de Oriente Medio, donde se vende la mayoría- se han convertido en la primera causa de desacuerdo diplomático entre los países. [...] Fuentes de AMISOM y de la ONU contaron a The East African que temen que, ya que el puerto de Kismayo está cerrado a toda actividad menos a las de emergencia humanitaria, la incapacidad de resolver el asunto del carbón enfade a los indígenas y les lleve a apoyar nuevas formas de insurgencia.
[...] No sólo era la principal fuente de ingresos para Al Shabab, sino que también el [ya extinto] Gobierno Federal de Transición arguyó que la tala de árboles para carbón en Somalia había alcanzado proporciones alarmantes y, a menos que se tomaran medidas urgentes, el país se arriesgaba a un colapso medioambiental.
El texto destaca tres opciones para desatascar el problema:
1- Una prerrogativa de la resolución de la ONU que permita deshacerse del carbón, y que los ingresos vayan al gobierno y a los soldados somalíes (a los que se les paga con una frecuencia... difícil de establecer). El problema es que puede que la pasta caiga en manos de los empresarios que hasta ahora financiaban a Al Shabab con los beneficios de la exportación.
2- La venta del carbón de forma local, en Somalia: pero los beneficios serían menores que si se vendieran en la Península Arábiga y también llenaría los bolsillos de los empresarios que han estado apoyando a los fundamentalistas.
3- Nacionalizar las existencias. Pero podría crear tensiones entre milicias locales y el nuevo ejecutivo. Por cuestiones de pasta, claro.
También se sugiere la quema del carbón, y ni pa ti ni pa mí, pero así, de primeras y sin conocer los detalles, no parece una buena idea y tampoco tiene pinta de que vaya a satisfacer a nadie. Y con la falta que hace el dinero bien invertido en la zona, sería una gilipollez.
El mismo problema relata el periodista Tristan McConnell, autor de la fotografía de ahí arriba. Publicó anteayer en Time...
En juego en la reunión de octubre -me dijeron- estaba nada menos que la paz en el sur de Somalia, y probablemente, en todo el país. ¿Cuál era la clave? Una pila gigantesca de madera quemada muerta.
[En boca del líder de una milicia local] "La economía de esta ciudad [Kismayo] depende al 90 por ciento del carbón vegetal" [...] "Los empresarios han invertido mucho de su dinero [en carbón vegetal] y el embargo de la ONU lo está bloqueando. La mercancía no se va a transformar de nuevo en árboles. Debería venderse".
Por su parte, la posición del Gobierno de Somalia es tajante:
[...] originó la petición gubernamental de la prohibición [de exportar carbón vegetal] sobre la base de que su comercio no sólo es dañino para el medio ambiente, sino que también deteriora los esfuerzos en materia de seguridad.
[...] El Gobierno de Somalia cree firmemente que el pueblo de Kismayo está harto de políticas contraproducentes, de señores de la guerra y de extremismo, y que merecen seguridad, estabilidad, servicios básicos y un futuro próspero. Así pues, el carbón del puerto se almacenará de momento hasta que el Gobierno establezca el mejor modo de tratar el problema.
El Gobierno somalí se compromete a cumplir la resolución 2036 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y hace un llamamiento para mantener la prohibición [...]
Pero el uso del carbón vegetal está tan extendido -y da tantos beneficios- que la prohibición será difícil de cumplir cuando incluso los propios soldados de AMISOM (kenianos y ugandeses, entre otros), encargados de velar por la seguridad del país, lo solicitan para su consumo, como hacen gran parte de las poblaciones de forma habitual en esos países.
"La ONU distribuye entre los soldados ollas y material de cocina energéticamente eficientes, pero los militares los queman y los rompen a propósito y luego vienen diciendo: 'Dame carbón, yo quiero mi carbón'", nos contó una fuente de AMISOM el pasado mes de agosto.
El carbón vegetal -con todas sus complejidades- no deja de ser un negocio. Aunque pueda convertirse en uno más oscuro de lo que la propia materia haga intuir.
* En España (ignoro si en algún país más), la tradición es que los Reyes Magos llevan carbón a los niños que se han portado mal o que -sin que esto sea sinónimo- no han hecho caso a sus padres. Se trata de una imitación del carbón mineral que es dulce y se puede tomar como golosina. Los niños buenos reciben regalos, claro.
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