martes, 16 de diciembre de 2014

Deshielo polar, desafío tropical

Alexandre Angco, junto a su mujer y su hija en casa. Foto: Álvaro Barrantes.

Alejandre Angco es albañil improvisado. Lo suyo son el mar y las redes, pero el paso del tifón Hiayán (el más potente de la historia, y que dejó más de 6.000 muertos en Filipinas el pasado año) tronchó varias ramas de los árboles bajo los cuales estacionaba su barca, en tierra. Muchas cayeron sobre el bote y lo dejaron casi inutilizable para la pesca. La alternativa laboral fue la más recurrente en un país propenso a la catástrofe natural: la industria de la reconstrucción. Ha transcurrido un año desde Haiyán, y Alejandre aún no ha podido permitirse reparar su vivienda del todo, una chabola de bambú, rafia y chapa sobre las aguas que bañan la isla filipina de Corón. Está en una barriada a las afueras de la capital de la isla, cerca del cementerio. Muchas de las casas son precarias, como la suya y la de su hermano Aladin, y están levantadas totalmente sobre el mar. Cuando llegó el tifón, hubieron de resguardarse en la vivienda de un familiar, de cemento y sita en tierra firme. Alejandre, Aladin y su sobrino Jackson Angco, todos ellos pescadores, son algunas de las miles de víctimas del cambio climático en una de las zonas más afectadas del planeta.

Con sus botes dañados, la vuelta a la pesca está siendo muy progresiva. A eso se le suma un deterioro de las condiciones ambientales que se ha ido acrecentando en los últimos años. “A veces el agua está demasiado caliente y los peces de los que se alimentan los atunes no suben hasta la superficie. Por lo que no se pesca nada”, relata Jackson Angco. Minerva Maarat, de Ecofish, una ONG que trata de ayudar a estos pescadores afectados, desarrolla esta idea: “Ellos no tienen los conocimientos científicos necesarios, pero eso que acaba de decir sobre el aumento de la temperatura del agua está directamente relacionado con el cambio climático y el calentamiento global”.

Los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, en su acrónimo inglés) apuntan a que la temperatura media del planeta ha aumentado en 0,85º entre 1880 y 2012. Según el IPCC, de mantenerse el actual ritmo de polución, ésta podría crecer dos grados más para 2100, y en el proceso se acelerará el deshielo, subirá el nivel del mar y la seguridad alimentaria se resentirá sensiblemente, sobre todo la pesca y la agricultura.

Mercado del pescado en Corón ciudad. Foto: Álvaro Barrantes.

En la agencia meteorológica de Filipinas, PAGASA, tienen pocas dudas sobre la existencia o los efectos de este fenómeno en el límite entre los océanos Índico y Pacífico. Rosalina de Guzmán, jefa de Proceso de Datos de PAGASA, explica que los países de la región están rodeados de grandes masas de agua que son criadero de tifones. “En los últimos diez años, hemos registrado un aumento de la virulencia de los tifones. Éstos toman su energía del océano, y un océano más cálido resulta en tifones tropicales más potentes”, apunta De Guzmán. No es el único fenómeno climático que se ceba con esta zona del mundo: “En los años de El Niño -prosigue-, los cultivos se ven afectados y hay mucha menos producción agrícola”, por lo que su precio aumenta, a la par que el hambre.

El de Filipinas, un territorio compuesto por 7.107 islas, es solo un ejemplo en una región plagada de estados-archipiélago. Salvando los casos de Indonesia y Filipinas, países de la zona como Vanuatu, Nauru, Tuvalu, Fiyi o Tonga cuentan con poca población, pocos recursos y poco peso político como para frenar un fenómeno del que son en menor medida responsables. La subida del nivel del mar (entre 1 y 3 metros para 2100, según las previsiones del IPCC) privará a estos países de una porción de sus terrenos. Muchos de ellos apenas levantan dos metros sobre el nivel del mar, con lo que el cambio climático los terminará condenando a la desaparición y al desplazamiento a comunidades enteras. A millones de personas.

Ahora se habla de un aumento de dos grados en la temperatura global. Eso sería catastrófico para estos países. No digamos ya si se cumplen las previsiones de aumento en hasta cuatro grados centígrados”, alertan desde WWF. “Estamos desarrollando programas con pescadores para que utilicen criaderos. Porque, con el aumento de temperatura, ya no hay peces donde solía haberlos”, indica Angela Ibay, de la citada ONG. Informes de la Agencia Oceánica y Atmosférica de EEUU señalan que la acidez de los océanos ha aumentado un 26 por ciento debido a la absorción de parte de las emisiones de CO2, con la repercusión correspondiente en la flora y la fauna marina.

Aladin Angco, en plena faena. Foto: Álvaro Barrantes.

En colaboración con Ecofish, WWF ha proporcionado a medio millar de pescadores filipinos afectados -entre ellos, los de la familia Angco- barcas de fibra, cuya vida útil cuadruplica la de las viejas embarcaciones de madera de coco. Luego los beneficiarios les añaden una especie de estabilizador casero de madera para que la barca no vuelque con facilidad. Si no hay dinero para más, como en el caso de Alejandre, tocará depender de los remos y la fuerza de sus brazos. Quienes no tienen mujer ni hijos y disponen de todos sus ingresos para sí, como Aladin, se pueden permitir comprar un pequeño motor. Pero hay días, como hoy, en los que todo eso da igual y vuelve del mar con las manos vacías.


* Este texto fue publicado el pasado 11 de diciembre en El Periódico de Catalunya, al hilo de la cumbre de la ONU (COP 20) en Lima.

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