viernes, 6 de febrero de 2015

"Quiero noquear la pobreza"



Con el ojo izquierdo aún amoratado tras el combate de días antes con el estadounidense Chris Algieri, Manny Pacquiao recibe a El Periódico en el vestuario de su equipo en las horas previas a un partido de la liga filipina de baloncesto. Porque además de boxeador, político, empresario, actor y cantante, 'Pacman' también es ahora entrenador y jugador de los 'Kia Sorentos'. ¿Dónde están los límites de Pacquiao? "No hay límites", contesta sin pensarlo medio segundo.

De haber nacido en la Italia del siglo XV, cabe poca duda de que Pacquiao (Kibawe, Filipinas, 1978) le habría dado a la astronomía, la escultura, la música, la arquitectura y quizá hasta a la alquimia. Pero este moderno hombre del Renacimiento fue a nacer en el sur de Filipinas a finales de los setenta en el seno de una familia modesta, lejos de las condiciones óptimas para el florecimiento personal. “Empecé a boxear para ayudar a mi familia. Éramos muy pobres, y el boxeo fue una forma de salir de la pobreza”, asegura. En 2013, la revista Forbes cifró la ganancia de Manny en 2013 en cincuenta millones de euros, y la de toda su carrera, en 289 millones. A juzgar por los números, ha pasado de vivir en la calle a hacerlo en una mansión, literalmente, a golpes. En la lista de los deportistas mejor pagados del pasado año, solo le supera el también boxeador Floyd Mayweather, con quien todos los aficionados a este deporte quieren verle enfrentarse. “A ver si le convenzo para que pelee conmigo”, dispara 'Pacman'. Aunque todo apunta a que el combate se producirá en 2015, todavía no hay nada cerrado en una industria que mueve millones [Actualización: todo apunta a que tendrá lugar el 2 de mayo].

En el vestuario, sus compañeros de equipo visten ya de corto. Manny no. Lleva un pantalón beige de pinzas y una chaqueta azul marino que no tarda en quitarse. Una camisa blanca impecable oculta los tatuajes de sus bíceps. En el brazo derecho, una rosa roja a la que está enroscada una serpiente. En el izquierdo, uno más carcelario: los nombres de su mujer, Jinkee, y cuatro de los cinco hijos que comparten: Jimuel, Michael, Princess (sic), Queen Elizabeth (sic de nuevo). El más pequeño, Israel, todavía no tiene su hueco. Durante la reciente victoria en el ring ante Algieri, la nómina familiar recibió más puñetazos que la flor, y Pacquiao mueve varias veces el brazo tratando de aliviar el dolor. “Me estoy recuperando aún de la pelea”, se excusa. “Voy a ver cómo me siento -explica, hora y media antes del encuentro de baloncesto-, y veré si juego. Lo intentaré”. Es lo que ha venido a ver el público que abarrota el Ynares Center, en Antipolo, a una veintena de kilómetros de Manila.

Siempre dispuesto a complacer a sus fans, Manny posa pacientemente para todas las fotos que se le solicitan. Hasta firma en las zapatillas de un seguidor y bromea con otros. Visto desde fuera, uno pensaría que es la mascota del equipo. También los jugadores contrarios, del 'Purefoods Star Hotshots', quieren fotografiarse con él. “¿Tienes ganas de ponerle una chapa a Pacquiao?”, pregunto a la estrella del conjunto rival, Joe Devance. “No te puedes hacer una idea...”, confiesa. “Pero luego tengo que tener cuidado, ¡no me vaya a soltar un puñetazo!”.

Para Michael Burtscher, compañero de equipo de Pacquiao, todo el circo a su alrededor es normal. “¡Es que es Manny Pacquiao!”, le disculpa, con media sonrisa. Es la mejor representación del país en el extranjero, “el Puño de la Nación”, orgullo filipino. Y ahora ha comenzado una aventura en el deporte nacional: el baloncesto. ¿Se imaginan a Rafa Nadal como portero del Mallorca a la vez que lidera la ATP? El símil se queda a años luz.

Antes de empezar a hacer boxeo -relata el polifacético filipino-, ya me apasionaba el baloncesto. Solía jugar de niño. Es mi deporte preferido, tras el boxeo”. Sin embargo, su técnica desde la línea de tres queda muy lejos del “directo” y la velocidad de pegada que le han aupado a la élite del boxeo mundial. Su ídolo baloncestístico es Michael Jordan. ¿Y fuera de las canchas? “Dios”, responde, tajante. Fruto de la colonización española durante tres siglos, Filipinas es el único país de mayoría católica de Asia, junto con Timor Oriental (excolonia portuguesa). El fervor religioso de los filipinos se constata durante procesiones como la del Nazareno Negro, celebrada cada 9 de enero y que congrega a millones de fieles. “En mi corazón, solo está Dios. Es muy importante que la gente tenga a Dios en sus vidas. Sin Dios, no podemos hacer nada. Todo lo que tenemos se lo debemos a él -prosigue-. Yo siempre rezo. Leo la Biblia día y noche, y medito sus enseñanzas”. El crucifijo está presente con él en el cuadrilátero y sus victorias van dedicadas al Señor.




Adinerado, ídolo nacional, deportista de élite, devoto. Bromista, cantante improvisado. Personifica las aspiraciones, los valores y las pasiones de millones de filipinos. No es de extrañar que a pesar de su corta edad (cumplirá 36 años el próximo 17 de diciembre), ya esté como representante electo en el Congreso. Algunos le conocen como 'El Congresista Luchador', aunque el mote casi evoca más a un enmascarado mexicano.

¿Qué desafíos tiene tu país que te gustaría combatir como político? “Querría dejar K.O. a la pobreza y al tráfico de personas”. Cuando se le insiste en que detalle cómo se puede lograr, responde de manera amplísima: “Coordinándose con los gobiernos locales. Y permaneciendo unidos para luchar contra el tráfico de personas”. Este último, un inmenso problema en su Filipinas natal, mayormente en forma de clamorosa prostitución infantil.

Tengo ya varios proyectos en la provincia de Serangani [a la que Pacquiao representa en el Congreso desde 2010]. El primero de ellos, es con hospitales locales. Me gustaría proveer a la gente de allí de un modo de vida sostenible, con educación gratuita para los niños y acceso a la sanidad”. Para el filipino medio, de recursos limitadísimos, la historia de 'Pacman' es un cuento de hadas: de la miseria a la riqueza más absoluta. Era cuestión de tiempo que llegara al cine. Lo hizo este año a través del documental 'Manny'.

La cinta abunda en los orígenes humildes de Pacquiao, nacido durante el periodo de Ley Marcial impuesto por Ferdinand Marcos. Sus padres se separaron siendo él muy pequeño, apenas tuvo tiempo de estudiar y todos sus hermanos trabajaban desde niños para llevar sustento a la choza en la que vivían. A los 12 años, Manny era el cabeza de familia. Fue entonces cuando se mudaron con su tío, quien le entrenó por primera vez y le apuntó en su primera pelea, de la que saldría victorioso: se embolsó 100 pesos (euro y medio), unas ganancias que distaban de ser suficientes para alimentar a su familia. Así que optó por probar suerte en Manila, donde pasó días durmiendo en la calle y sin comer. Al final, se enroló en una academia de boxeo y su ascenso fue meteórico. Hasta ahora, que detenta el récord de ser el boxeador con títulos internacionales en más categorías distintas.



Se puede aspirar a poco más. “No tengo en mente presentarme a presidente”, señala, dejando no obstante abierta una puerta en el futuro. De momento, quiere seguir boxeando dos años más. Tiene bastante con lo que tiene. “Nunca pensé que llegaría hasta aquí. Lo que he logrado en mi vida... está por encima de mis expectativas, va más allá de lo que podía imaginar”. Con todos los diversos campos que abarca, imposible no preguntar cómo se define a sí mismo. “Me describo como un tipo ocupado. Uno de los más atareados”.

En Filipinas, Pacquiao es omnipresente. Anuncia comida rápida, medicinas, bebidas, cámaras de fotos, aparatos de karaoke, salsa de soja, tabletas digitales, relojes, champúes, compañías telefónicas, ropa deportiva... y todo con una gracia y un desparpajo envidiable. No solo el país se paraliza cuando pelea, sino que la industria que su figura ha creado es inmensa. Fuera del pabellón en el que transcurre la entrevista, sin ir más lejos, un chaval vende camisetas con la imagen de Manny que rezan “Hambriento de gloria”. Hasta tiene imitadores: Manny 'Pacute' (algo así como “Pa-guapo”) y Freddie 'Cockroach' (un juego de palabras entre el nombre del entrenador de Pacquiao, Freddie Roach, y el término inglés para “cucaracha”) se ganan la vida disfrazándose para fiestas.

Al rato, el púgil-base aparece de corto sobre el parqué del Ynares Center con el 17 a la espalda. Durante el calentamiento del equipo, el público enloquece con cada diana de Pacquiao, que levanta 1,69 m. del suelo. Hasta se permite el lujo de hacer acrobáticas entradas a canasta. “Los primeros puntos que anote -promete- irán dedicados a los fans”. Su equipo se juega la vida esta noche. Solo han ganado un partido, el de su triste debut. Entonces, su estadística fue la siguiente: 6 minutos y 46 segundos jugados, cero puntos, cero rebotes, cero asistencias, cero robos, dos pérdidas y una falta. Aun así, los 'Kia Sorentos' se impusieron a los 'Blackwater Elite'. Luego seguirían siete derrotas consecutivas. Ahora, tienen que ganar para seguir con vida en la competición. “Es una inmensa responsabilidad”, afirma Manny. “Aunque Dios está con nosotros, así que hará que ganemos”. Perdieron de once.


* Este reportaje fue publicado en el suplemento "Más Deporte" de El Periódico de Catalunya el pasado 6 de diciembre
** Todas las imágenes son propias

2 comentarios:

xirly dijo...

¡Qué grande Manny! ^^
Me ha matado la última línea: "“Aunque Dios está con nosotros, así que hará que ganemos”. Perdieron de once." xD

Javier Triana dijo...

¡Gracias, Anna! Fue toda una experiencia entrevistarle XD