En las últimas semanas, como me he leído la entrada de la wikipedia, la Lonely Planet y la guía de El País Aguilar y ya soy todo un experto, descubrí, por ejemplo, que eran grandes productores de té y de café (aunque para esto último basta sólo ver/leer 'Memorias de África', de lo que hablaremos a su debido tiempo). Centrémonos en lo primero, el té. Tras el delicioso -y azucarado- té a la menta que servían en el Café Haffa, en Tánger, el amarguísimo chai gratuito de los restaurantes locales en China (al que si le echabas azúcar o leche, o simplemente amagabas con pedirlo, te miraban como a un pederasta), el delicado sabor del té turco y el mítico té inglés, llega por fin el té keniano, hervido directamente tanto con leche como con azúcar. Una bendición. Una de las mejores sorpresas a mi reciente llegada aquí ha sido el té, cuya producción le supone a Kenia, además, un buen pellizco del PIB. Y yo no voy a dejar de contribuir a aumentarlo.

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