Me juego el pulgar izquierdo a que la realidad supera a la ficción en un noventa por ciento de los casos. El club Florida de la calle Koinange, en Nairobi, entra dentro de ese saco. No sé quién fue el genio que ideó un club elevado con forma de platillo volante, con una decoración más kitsch que el Museo Ho Chi Minh de Hanoi (que es mucho decir) y con más putas que cubitos de hielo. Uno de esos lugares que vale la pena visitar sobrio para contemplarlo en todo su esplendor. Como cuando la música cesa y da comienzo un espectáculo de danza digno de la peor discoteca estival de Benidorm.
Una prostituta espera a la salida del club. Cuando estoy a punto de abandonar el local, me agarra el brazo, como queriendo tentarme, y me deshago de ella bruscamente. "Que te jodan, tío", espeta. Debe de ser la despedida de la casa.
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