En ella se ven cuatro elementos. De izquierda a derecha:
1. Keniano medio. El pringao por excelencia.
2. Conductor de matatu. Como diría un amigo: pueden ser católicos, pero a la hora de conducir son todos protestantes, porque cada uno interpreta a su modo el código de circulación. Invadir el carril contrario o las aceras para saltarse un atasco suelen ser los procedimientos preferidos. Hablé hace no mucho de sus habilidades.
3. Policía. Con sucesos como los del mes pasado, hay poco que añadir. Hoy mismo se ha desmayado en la calle un tipo a diez metros de mí y 'cuatro policias cuatro' han sido incapaces de llamar a una ambulancia o siquiera a un taxi para que lo llevara al hospital.
4. Político. Caracterizado con una cartera llena de dinero. Sobran las palabras.
El texto que la acompaña -y que firma Patrick Gathara- versa, entre otras cosas, sobre las maniobras políticas en Kenia para defender a los seis kenianos citados por (Luis Moreno Ocampo, fiscal jefe de) la Corte Penal Internacional (CPI) como supuestos responsables de la violencia postelectoral que acabó con unas 1.300 vidas y desplazó a 300.000 personas a finales de 2007 y principios de 2008. Hasta el momento, no hay un solo condenado. [Si no sabes de qué va esta historia, léete otra vez este párrafo, porque, si no, no entenderás un cagao de lo que viene a continuación]. Pero habla sobre todo del sistema corrupto que soporta Kenia, además de otras muchas zonas del mundo (entre ellas, la vieja Europa).
Iba a traducir algunas líneas del texto, pero creo que merece la pena leerlo entero (la versión original está en el enlace del principio de esta entrada). Traducción libre:
POR QUÉ LOS SEIS DE OCAMPO IMPORTAN MÁS QUE 38 MILLONES DE ESTÚPIDOS KENIANOS
La semana pasada, yendo a trabajar, tuve una revelación. Mientras estaba atrapado en uno de los inevitables atascos que ya son rutina camino del trabajo, echando humo como los matatus apilados en fila, me di cuenta de que no eran ellos los idiotas.
El imperio de la ley, da igual si hablamos del código de circulación, de derecho mercantil o del código penal, da por sentada la aplicación universal. Así que, cuando me comprometo a cumplirlo religiosamente mientras otros lo consideran sólo una directriz -que se saltan cuando les viene en gana- soy yo el que se niega a ver la realidad tal como es.
Esta idea se vio reforzada cuando llegué al fin a mi oficina y leí en los periódicos que los diputados del Valle del Rift estaban planeando deshacerse del Acuerdo Nacional [por el cual terminó la violencia postelectoral] en un intento por reemplazar al primer ministro, Raila Odinga, con William Ruto.
Según [el periódico] The Standard, la trama es un intento de proteger a Ruto de los cargos a los que se enfrenta en la Corte Penal Internacional en relación con la violencia postelectoral de 2007 y 2008. "Si eso significa que se deroga el Acuerdo, entonces actuaremos con rapidez para reemplazar al primer ministro", señaló el presidente del Grupo Parlamentario del Valle del Rift, Julio Kones, según el diario.
Dejando de lado la astucia de la trama (después de todo, la posición de Omar al-Bashir como presidente de Sudán no lo salvó de acusaciones similares [buscado por la CPI por crímenes contra la humanidad]), las declaraciones ponen de manifiesto que hay una ley para unos y otra para el resto. Al igual que los iluminados de nuestros conductores de matatu, nuestros políticos creen que las normas no van con ellos y que se las pueden saltar cada vez que tengan problemas.
Todo nuestro sistema de gobernanza ayuda y es cómplice de esta lógica. Así que, cuando los ministros son obligados a dejar su cartera porque les pillan con las manos en la masa, el Gobierno crea una nueva taxonomía en la que a los que han sido apartados se les permita mantener sus abultados sueldos y prestaciones sin tener que dar un palo al agua por ellos. ¡Y encima nos dicen que es como vamos a ganar la guerra a la corrupción!
Yo creo que es el trabajador medio, el que paga impuestos, el que obedece las ley, es el que es estúpido. Pagamos fielmente nuestros impuestos, incluso alegrándonos cuando el gobierno recauda de más, mientras que los que realmente deciden nuestras leyes fiscales no se sienten obligados a vivir bajo el mismo régimen.
Pagamos los salarios a policías y demás funcionarios y también les redondeamos su sueldo a base de pagar sobornos. Aceptamos que los dirigentes del mismo gobierno que debe velar por que las carreteras estén bien construidas para atender al ingente número vehículos y por que se cumplan las normas de tráfico no deban ser culpados en exclusiva cuando la cagan. Permitimos que ofrezcan a nuestros hijos un sistema de educación fallido -que, por supuesto, pagamos nosotros-, mientras que ellos llevan a sus hijos a colegios privados y universidades occidentales de élite. Asentimos cuando nos dicen que todo marcha en los hospitales públicos, pero ellos vuelan al extranjero al mínimo síntoma de enfermedad.
Somos los tontos que nos engañamos creyendo que la nueva Constitución [promulgada en agosto de 2010] aplicará de algún modo mágico la ley sobre ellos. Nuestros políticos, al igual que nuestros conductores de matatu, no son kenianos. La cosa es que Kenia es su creación, no la nuestra. Sus políticas, sus normas y sus leyes sólo se aplican a los kenianos, al wananchi, al pueblo "del país," no a la wenye nchi, la gente que "posee el país". Han sido designados para perpetuar el poder y la riqueza de estos últimos chupando los recursos y la dignidad de los primeros.
Esto explica por qué ninguno de nuestros sistemas funciona, porque el wenye nchi no tiene ningún interés en gastarse nuestro dinero en nosotros.
Esto explica por qué nadie va a la cárcel cuando roban maíz, mientras que un tercio del país se muere de hambre, por qué no se penaliza a nadie cuando las personas se venden alimentos adulterados y cuando desaparecen fondos públicos. Es la única razón por la que el destino de seis de ellos es más importante que la muerte de 1.500 kenianos.
Yo, por mi parte, estoy cansado de esta farsa a la que llamamos Kenia. Estoy cansado de innumerables comisiones que sólo producen papeles, de un parlamento que sólo se representa a sí mismo. Estoy cansado de procesos que no desembocan en condenas y de las reformas que no generan ningún cambio.
Estoy cansado de ser pobre y tener que trabajar duro para financiar los excesos de unos pocos. Estoy cansado cargar con un liderazgo, con un estado, con un país que no es más que una infección parasitaria.
Estoy cansado de ser keniano. Estoy cansado de ser estúpido.
En 2008, después de ser tratado como una mierda durante años, Inetta the Mood-Setter, DJ a media jornada en Estados Unidos, se negó a soportarlo más. Sus palabras de despedida de la emisora se colaron en directo: "¡DEJO ESTA PUTA MIERDA!"
El imperio de la ley, da igual si hablamos del código de circulación, de derecho mercantil o del código penal, da por sentada la aplicación universal. Así que, cuando me comprometo a cumplirlo religiosamente mientras otros lo consideran sólo una directriz -que se saltan cuando les viene en gana- soy yo el que se niega a ver la realidad tal como es.
Esta idea se vio reforzada cuando llegué al fin a mi oficina y leí en los periódicos que los diputados del Valle del Rift estaban planeando deshacerse del Acuerdo Nacional [por el cual terminó la violencia postelectoral] en un intento por reemplazar al primer ministro, Raila Odinga, con William Ruto.
Según [el periódico] The Standard, la trama es un intento de proteger a Ruto de los cargos a los que se enfrenta en la Corte Penal Internacional en relación con la violencia postelectoral de 2007 y 2008. "Si eso significa que se deroga el Acuerdo, entonces actuaremos con rapidez para reemplazar al primer ministro", señaló el presidente del Grupo Parlamentario del Valle del Rift, Julio Kones, según el diario.
Dejando de lado la astucia de la trama (después de todo, la posición de Omar al-Bashir como presidente de Sudán no lo salvó de acusaciones similares [buscado por la CPI por crímenes contra la humanidad]), las declaraciones ponen de manifiesto que hay una ley para unos y otra para el resto. Al igual que los iluminados de nuestros conductores de matatu, nuestros políticos creen que las normas no van con ellos y que se las pueden saltar cada vez que tengan problemas.
Todo nuestro sistema de gobernanza ayuda y es cómplice de esta lógica. Así que, cuando los ministros son obligados a dejar su cartera porque les pillan con las manos en la masa, el Gobierno crea una nueva taxonomía en la que a los que han sido apartados se les permita mantener sus abultados sueldos y prestaciones sin tener que dar un palo al agua por ellos. ¡Y encima nos dicen que es como vamos a ganar la guerra a la corrupción!
Yo creo que es el trabajador medio, el que paga impuestos, el que obedece las ley, es el que es estúpido. Pagamos fielmente nuestros impuestos, incluso alegrándonos cuando el gobierno recauda de más, mientras que los que realmente deciden nuestras leyes fiscales no se sienten obligados a vivir bajo el mismo régimen.
Pagamos los salarios a policías y demás funcionarios y también les redondeamos su sueldo a base de pagar sobornos. Aceptamos que los dirigentes del mismo gobierno que debe velar por que las carreteras estén bien construidas para atender al ingente número vehículos y por que se cumplan las normas de tráfico no deban ser culpados en exclusiva cuando la cagan. Permitimos que ofrezcan a nuestros hijos un sistema de educación fallido -que, por supuesto, pagamos nosotros-, mientras que ellos llevan a sus hijos a colegios privados y universidades occidentales de élite. Asentimos cuando nos dicen que todo marcha en los hospitales públicos, pero ellos vuelan al extranjero al mínimo síntoma de enfermedad.
Somos los tontos que nos engañamos creyendo que la nueva Constitución [promulgada en agosto de 2010] aplicará de algún modo mágico la ley sobre ellos. Nuestros políticos, al igual que nuestros conductores de matatu, no son kenianos. La cosa es que Kenia es su creación, no la nuestra. Sus políticas, sus normas y sus leyes sólo se aplican a los kenianos, al wananchi, al pueblo "del país," no a la wenye nchi, la gente que "posee el país". Han sido designados para perpetuar el poder y la riqueza de estos últimos chupando los recursos y la dignidad de los primeros.
Esto explica por qué ninguno de nuestros sistemas funciona, porque el wenye nchi no tiene ningún interés en gastarse nuestro dinero en nosotros.
Esto explica por qué nadie va a la cárcel cuando roban maíz, mientras que un tercio del país se muere de hambre, por qué no se penaliza a nadie cuando las personas se venden alimentos adulterados y cuando desaparecen fondos públicos. Es la única razón por la que el destino de seis de ellos es más importante que la muerte de 1.500 kenianos.
Yo, por mi parte, estoy cansado de esta farsa a la que llamamos Kenia. Estoy cansado de innumerables comisiones que sólo producen papeles, de un parlamento que sólo se representa a sí mismo. Estoy cansado de procesos que no desembocan en condenas y de las reformas que no generan ningún cambio.
Estoy cansado de ser pobre y tener que trabajar duro para financiar los excesos de unos pocos. Estoy cansado cargar con un liderazgo, con un estado, con un país que no es más que una infección parasitaria.
Estoy cansado de ser keniano. Estoy cansado de ser estúpido.
En 2008, después de ser tratado como una mierda durante años, Inetta the Mood-Setter, DJ a media jornada en Estados Unidos, se negó a soportarlo más. Sus palabras de despedida de la emisora se colaron en directo: "¡DEJO ESTA PUTA MIERDA!"
Lo mismo digo.
3 comentarios:
Hola
Acabo de descubrir casualmente tu blog y me gusta bastante, ya me pasaré por aquí más a menudo.
En cuanto al post anterior sobre Mpesa, yo también quería dedicar uno al tema, pero últimamente gestiono muy mal mi tiempo, pero comparándolo con un servicio de banca con móvil que quiere sacar La Caixa y que publicitan como algo único. Ni que decir tiene que el sistema del banco español, requiere un smartpphone y sofisticadísimas tecnologías, mucho más ocmplicado y seguramente más limitado que mi querido Mpesa.
Un saludo
Creo que ciertas situaciones pueden ser realmente frustrantes para la gente que las vive dia a dia...
Tambien creo que esa frustracion es la que puede redirigirse para cambiar las cosas..
Ademas, que los politicos africanos no son los unicos que se creen que las leyes no van con ellos y si no que se lo digan a Berlusconi...
Hola Iñaki! me alegro de que te guste el mundo del banano... eres bienvenido cuando gustes. Me apunto tu blog también :)
@Marta: lo de redirigir su frustración es lo que le sugerí al autor en un emilio... y no me ha contestado :(
Y lo de los coches voladores deberías saberlo tú mejor que yo, aeronáutica!
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