Decía en la entrada anterior que el tiempo pasa volando y me encuentro ahora con que el blog cumple hoy un año. En dos días, hará un año exacto desde que aterricé por primera vez en Nairobi (más perdido que un hijoputa en el día del padre).
Aprovechando la efeméride, me he decidido a lavarle un poco la cara a este espacio. Un primer aniversario siempre hace especial ilusión, y más si para la renovación de la República Popular de Bananas se cuenta con la participación estelar de los Pequeños Monstruos de Manu. Todo lo que veáis que os pueda llevar a pensar "anda, cómo mola" es cosa suya.
Así que hoy, que tampoco tengo mucho más que contar, he recopilado algunas historias, con las que más he disfrutado en los últimos 365 días.
El último año me ha regalado innumerables experiencias (no todas placenteras) y he aprendido cientos de historias de las que ni había oído hablar antes:
La de Moses. O la de Fozi. O la de otros tantos héroes anónimos.
Esperé bajo un árbol el fallo del Nobel de Literatura con el hijo de un aspirante.
Viajé a Dar es Salaam para cubrir las elecciones tanzanas y enterarme un poco de lo que pasa por allí con los albinos.
Estuve en Uganda, donde me robaron el pasaporte, aunque el disgusto me regaló varios días a orillas del Lago Victoria. Pude entrevistar a uno de los personajes más graciosos con los que me cruzado y profundizar un poco más en los negocios chinos en África.
Volé a Juba, cuando aún era parte de Sudán, para cubrir el referéndum de independencia. Su cárcel me descubrió una interesante historia. Por desgracia, me perdí el parto de la nueva República de Sudán del Sur.
Entrevisté a varios piratas somalíes en los calabozos del Tribunal de Mombasa, gracias a la amabilidad desinteresada de un abogado.
Disfruté de unas cortas vacaciones en Zanzíbar.
Fui al museo a ver dinosaurios africanos.
Volví a Uganda y me desplacé a Gulu, en el norte. Aunque la estancia fue muy breve, pude enterarme un poco de la historia de una zona que ha sufrido los desvaríos del Ejército de Resistencia del Señor durante 20 años.
Viajé al campo de refugiados de Dadaab, el más grande del mundo, cuando a los medios les interesaba la hambruna que mantiene en jaque a más de 13 millones en el Cuerno de África. Ahora ya no es portada, aunque la situación haya empeorado.
Estas son sólo algunas. Y, por supuesto, he conocido a mucha gente sin la que todo esto habría sido imposible. Agradecerlo poniendo aquí todos sus nombres sería inútil: no hay sitio.
Aun así, no falla. Cada vez que regreso a España, una tía me pregunta, "pero, como aquí en ninguna parte, ¿no?". Yo trato siempre de suavizar mi desacuerdo.
Aprovechando la efeméride, me he decidido a lavarle un poco la cara a este espacio. Un primer aniversario siempre hace especial ilusión, y más si para la renovación de la República Popular de Bananas se cuenta con la participación estelar de los Pequeños Monstruos de Manu. Todo lo que veáis que os pueda llevar a pensar "anda, cómo mola" es cosa suya.
Así que hoy, que tampoco tengo mucho más que contar, he recopilado algunas historias, con las que más he disfrutado en los últimos 365 días.
El último año me ha regalado innumerables experiencias (no todas placenteras) y he aprendido cientos de historias de las que ni había oído hablar antes:
La de Moses. O la de Fozi. O la de otros tantos héroes anónimos.
Esperé bajo un árbol el fallo del Nobel de Literatura con el hijo de un aspirante.
Viajé a Dar es Salaam para cubrir las elecciones tanzanas y enterarme un poco de lo que pasa por allí con los albinos.
Estuve en Uganda, donde me robaron el pasaporte, aunque el disgusto me regaló varios días a orillas del Lago Victoria. Pude entrevistar a uno de los personajes más graciosos con los que me cruzado y profundizar un poco más en los negocios chinos en África.
Volé a Juba, cuando aún era parte de Sudán, para cubrir el referéndum de independencia. Su cárcel me descubrió una interesante historia. Por desgracia, me perdí el parto de la nueva República de Sudán del Sur.
Entrevisté a varios piratas somalíes en los calabozos del Tribunal de Mombasa, gracias a la amabilidad desinteresada de un abogado.
Disfruté de unas cortas vacaciones en Zanzíbar.
Fui al museo a ver dinosaurios africanos.
Volví a Uganda y me desplacé a Gulu, en el norte. Aunque la estancia fue muy breve, pude enterarme un poco de la historia de una zona que ha sufrido los desvaríos del Ejército de Resistencia del Señor durante 20 años.
Viajé al campo de refugiados de Dadaab, el más grande del mundo, cuando a los medios les interesaba la hambruna que mantiene en jaque a más de 13 millones en el Cuerno de África. Ahora ya no es portada, aunque la situación haya empeorado.
Estas son sólo algunas. Y, por supuesto, he conocido a mucha gente sin la que todo esto habría sido imposible. Agradecerlo poniendo aquí todos sus nombres sería inútil: no hay sitio.
Aun así, no falla. Cada vez que regreso a España, una tía me pregunta, "pero, como aquí en ninguna parte, ¿no?". Yo trato siempre de suavizar mi desacuerdo.
2 comentarios:
Ha quedao cojonúo (cojonúo!!)
bueno, vuelvo a estar por aqui. Tio, me gusta, pero tengo que reconocer que me gustaba mas el formato anterior,me tendre que acostumbrar.
Por cierto, la parte superior izquierda del dibujo me recuerda a mi el otro dia, solo que sin dinero saliendo del bolsillo...
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