jueves, 22 de marzo de 2012

Guía de los "pájaros" de África oriental

Por higiene mental, llevaba una racha sin leer literatura africana, o sobre temática africana, o, simple y llanamente, literatura en inglés. Hasta que, hace unos días, le tomé prestado a mi novia A Guide to the Birds of East Africa (Nicholas Drayson, 2008), que no es una guía ornitológica de la región, sino una de las mejores novelas que he leído en los últimos años. Bien es cierto que, por trabajo, he leído más ensayos que novelas, pero de verdad que merece la pena. Se lee en patada y media y tiene un estilo cómico y diferente. De hecho, creo que me lo voy a comprar para sumarlo a la colección.

Si te fías mínimamente de mi criterio y crees que te lo terminarás leyendo, no sigas con este texto, porque pretendo citar algunos pasajes graciosos. Te dejaré con la sinopsis de la cubierta trasera del libro, a ver si así te pica más el gusanillo. Traducción libre del inglés:  

El reservado y honorable señor Malik.
No llamará su atención en una calle de Nairobi - excepto, quizás, para hacer comentarios sobre su cuidadosamente esculpido peinado- pero bajo su poco atractivo exterior se encuentran un corazón cálido y una pasión secreta. Ni siquiera sus amigos más íntimos lo saben, pero el señor Malik está perdidamente enamorado por la guía del paseo ornitológico matinal de los martes, Rose Mbikwa. 


Poco puede imaginar los obstáculos que le aguardan. A pesar de su intención de invitar a salir a Rose, ladrones, secuestradores y funcionarios corruptos, por no hablar de un rival directo para su conquista, parecen destinados a frustrar posibilidades del señor Malik. 

¿Será derrotado un indio en el corazón de África por los múltiples problemas que se interponen entre él y el deseo de su corazón? ¿O prevalecerán el honor y la decencia? 

Anda, mira, y de casualidad acabo de descubrir que está publicado en castellano bajo bajo el título Un baile en Nairobi.

Si, por el contrario, te chupa un huevo y no te lo piensas leer de ninguna forma, entonces adelante. O cierra esta ventana y dedícate a hacer algo más productivo.


Más allá del triángulo amoroso que relata Nicholas Drayson, lo interesante del libro -que tiene un trasfondo de la siempre presente corrupción- es el dibujo que esboza de Nairobi, de Kenia y, en ocasiones, hasta de la política mundial. Claro que hay cosas que hay que conocer de la ciudad, del país y del continente para que hagan gracia. Van algunos fragmentos, de nuevo en traducción propia. 

Sobre el buenismo del mundo blanco para con el mundo negro y los remedios ridículos.

Existe una angustiosa y frecuente afección de los presidentes y otros líderes mundiales conocida como Preocuparse por África. Se contrae normalmente en el extranjero, en una cumbre sobre la pobreza mundial o sobre enfermedades, y los síntomas incluyen dolorosas punzadas de culpa por la diferencia de la riqueza entre el Primer y el Tercer Mundo, sentimientos encontrados en alguna parte del bajo vientre de que quizá el capitalismo salvaje no sea la fuerza benévola que nos aseguran que es, y ataques frecuentes de decir que Hay que Hacer Algo. El mejor remedio es siempre una buena dosis de problemas nacionales.

Durante la primera parte de su segundo mandato, el presidente Clinton sufrió un breve pero intenso ataque de este síndrome, y antes de que la joven Mónica llegara a administrarle la cura, él no sólo había formado un Comité Especial del Senado sobre África, sino que también había enviado a su fiel amigo y ayudante Ronald K. Dick para una investigación exhaustiva de cinco días en el continente. Su amplio itinerario incluía nueve horas completas en Kenia. 

Acerca de los descubrimientos de los occidentales en África. 

¿Es una simpática singularidad de los exploradores europeos imaginar que cada punto geográfico en los que sus ojos se posan por primera vez necesita un nuevo nombre o es, simplemente, una estupidez? Hasta donde sé, los humanos llevan danzando por esta parte de África [...] tres millones de años.

La existencia de una gran babosa húmeda en el medio no pasaba desapercibida. [Se refiere al Lago Victoria, citado con el nombre de ese animal en los antiguos mapas de exploración de África][...] El doctor Livingstone le puso un nombre más, en honor a una anciana de una tribu de blancos que vive en una pequeña isla a miles de kilómetros de allí. ¿Simpático o estúpido? De verdad que no me decido. 

Sobre el Arboretum, un parque de la capital keniana.

El Arboretum [...] es un sitio tranquilo. Creado en los años 20 por el gobierno colonial para probar los árboles exóticos que se podrían aclimatar a la zona, cuenta con especímenes de todo el mundo. También cuenta con cristianos. No sé si estas hectáreas, cercanas a la universidad, atraen a los cristianos, pero así es y no tiene por qué ser sólo el domingo: cualquier día. [...] Con una Biblia en la mano o un libro de plegarias, parecen estar hablando con Dios, que aunque desde fuera parezca que la comunicación es unidireccional, oye, quién sabe. Y parecen ahuyentar a los ladrones.

Esto tengo que matizarlo. Un tío mío [...] que cogía el tren a Londres todos los días [...] compartía a veces el compartimento con un tipo que leía The Daily Telegraph. [...] Cada vez que terminaba de leer una página del diario, rasgaba una esquina, hacía una pelotita y la tiraba por la ventana. Al final mi tío no se pudo resistir.

"Oye, tío", le dijo. [...] "¿Por qué haces eso?"

"Ah, ¿no lo sabes?", dijo su amigo. "Mantiene alejados a los elefantes". [...]

"Pero si en Surrey no hay elefantes..." [...] 

"No",  le respondió mientras cortaba otra página. "¿A que es efectivo?"

Lo que equivale a decir que la ausencia de ladrones en el Arboretum puede que no sea efecto de la presencia de los crisitanos. Las dos condiciones pueden no tener relación [...] Pero sea que los cristianos ahuyentan a los ladrones o que la ausencia de atracadores atrae a los cristianos [...] el caso es que, en comparación con City Park, el Arboretum es un remanso de paz y rectitud. 

De los dioses kenianos y las dificultades telefónicas esporádicas.

Ya he hablado del tiempo que lleva denunciar un robo en Nairobi. Y esto es sólo un abrir y cerrar de ojos en comparación con lo que se tarda en sacar el carné de conducir. Sin el carné, el señor Malik no puede alquilar un coche. Por supuesto, siempre habría podido pedir ayuda a Dios.

Me crié en la Iglesia de Inglaterra, pero no conocí a Dios hasta que llegué a Kenia. Fue mi amigo Kennedy el que nos presentó. Necesitaba una línea telefónica en casa y me deprimí al enterarme de que amigos que habían llegado hace poco a la ciudad llevaban diez meses esperándola.

"¿Por qué no hablas con Dios?", me dijo Kennedy. "Te paso su número".

Le llamé desde su casa y, al séptimo intento, conseguí conectar (recuerdo que entonces pensé que el número siete debía de estar relacionado con algo divino, pero luego descubrí que es el número de veces que hay que marcar en Nairobi para que una llamada pase).

"Hola", dijo Dios, y fue una revelación. Porque Dios sonaba como Dios debería sonar. Nunca antes lo había pensado. En el imaginario europeo es un venerable anciando de barba blanca. Pero nunca había pensado en cómo sonaría si hablara con él, ¿como un rabino, como el Papa, como Orson Wells? Me alucinó descubrir que sonaba como una voz profunda, de un inglés educado en Oxford o Cambridge. Sonaba cono el Dios de la Iglesia de Inglaterra debería sonar, y tengo que decir que fue muy tranquilizador. Cuando le conocí en su amplio apartamento del South Parade (me aseguró que tenía una casa más grande en el campo), descubrí que Dios ronda la treintena, es encantador, negro y gay. Y por un módico precio (¿donación?¿limosna?) me instalaría la línea telefónica en una semana.

"Ah, claro", asintió Kennedy cuando se lo conté. "Los caminos del Señor son inescrutables".

Todo este discurso sobre revelaciones y teléfonos sirve para ilustrar que en Kenia siempre hay vías alternativas de conseguir las cosas. El señor Malik lo podría haber llamado a mi Dios, o a cualquier otro dios para acelerar sus trámites [...] Pero no lo hizo, porque es un hombre honesto. 

Sobre el tráfico en Nairobi -con ejemplo verídico incluido- y mis bienamados matatus.

[...] Se había olvidado de sintonizar la 2KJ para el informe del tráfico, y por tanto, no se había enterado de que el presidente volvía esa misma tarde de un viaje en el extranjero. Las carreteras estaban cerradas, el tráfico, redirigido: el resultado era un atasco. Incluso los matatus -esos minibuses sobrecargados, cuyos conductores tienen una habilidad para moverse entre el tráfico más propia de la brujería que de las leyes de la física- estaban inmóviles. 

Sobre el tiempo en África.

Hay algo acerca del tiempo africano que resulta un desafío hasta para los suizos. El vuelo de Swiss International desde Zúrich había llegado al Aeropuerto Internacional Jomo Kenyatta la tarde anterior con sus habituales nueve minutos de retraso.

Y, justo después, acerca de asuntos de corrupción.

Mientras hablaba con el taxista de camino a casa desde el aeropuerto, Rose Mbikwa se enteró de que, en los nueve días que había estado fuera, había llovido una vez, dos matatus habían chocado en Uhuru Road dejando diecinueve muertos, y de que el Ministro de Bosques y Pesca había sido obligado a abandonar el cargo por el asunto del Bosque de Karura. Esto último era un notición. Aunque los escándalos y la corrupción son frecuentes en la política keniana [...], Rose no recordaba la última vez que un ministro había dejado el puesto.

Por último, lo gracioso de descubrir, gracias al libro, que el término pájaro, también se puede aplicar, en inglés, a los listillos/corruptillos de turno. Entonces, la columna que escribe el protagonista todas las semanas en un diario nairobita ("Birds of a Feather"), se podría traducir como "Pájaros de igual pelaje". En ella, disfrazándolas de historias del reino animal, denuncia las fechorías de los pájaros del Gobierno keniano.

Realmente lo de la corrupción en Kenia daría para llenar un documento de texto de varios gigas... pero quizá me debería poner a hacer una pequeña selección de recortes y contar algo en este rincón algún día.

Lo dicho, una delicia de libro. Aunque dicho así suene cursi.

2 comentarios:

Marta dijo...

Javieeeel, acabo de terminar de leer las historias del señor Malik, me ha gustado mucho y me ha dado morriña de nuestro viaje...

Es una pena que no lo hubiera leído antes porque cuando hice mi paseo para ver pájaros en el lago Naivasha no me enteraba de nada con todos los nombres de los pájaros en inglés.

Oye, una duda, ¿has comprobado si hay paseo ornitológico en Nairobi?

Javier Triana dijo...

Marts! Me alegro de que te haya gustado el libro, es genial, eh?
Sí hay paseo ornitológico por aquí, pero todavía no lo he hecho... Prometo escribirte en cuanto lo haga y te cuen :)