miércoles, 27 de marzo de 2013

Quejas sobre la CPI

Que la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya es un tribunal un tanto pelele creo que, a estas alturas, no se le escapa ya a nadie. La idea es loable; la realidad, algo triste. Y la legitimidad, con Estados Unidos -esos que tratan de exportar la democracia antes de barrer su casa- sin ratificar el Estatuto de Roma, es más que cuestionable. Esa idea de señalar maleantes sin que uno mismo tenga que rendir cuentas no termina de colar, mal que les pese.

Entre los africanos de distintos países consultados sobre el tema, ese es uno de los puntales de oposición. Pero no el único. Otro clásico es que sólo van a la caza de africanos. Sin ir más lejos, en un paso algo alentador para la CPI, el rebelde congoleño Bosco Ntaganda, tuvo ayer su primera vista en La Haya por supuestos crímenes de guerra y contra la humanidad, cargos que niega.

La viñeta de Gado de hoy en el periódico keniano Daily Nation juega con esa idea:

Ntaganda: "La CPI debería de dejar de poner en el punto de mira a los africanos. ¡Eso lo podemos hacer nosotros mismos!"

Y cierto es que la lista de africanos buscados por el tribunal no es precisamente breve.


Así, de memoria, ahora mismo me vienen el mencionado "Terminator" Ntaganda (por sus supuestas actividades criminales y de guerra durante la última década en el este de la República Democrática del Congo); el presidente sudanés, Omar Al Bashir (por el guateque de Darfur); el presidente y el vicepresidente electo de Kenia, Uhuru Kenyatta y William Ruto, además del periodista Joshua arap Sang (por su presunta participación en la violencia postelectoral keniana de 2007-8) [contra el jefe del Servicio Público, Francis Muthaura, se retiraron hace poco los cargos porque, según la CPI, el ejecutivo de Nairobi no cooperaba, los testigos habían sido sobornados, otros testigos no hablan por miedo y otros, directamente, han desaparecido]; el rebelde ugandés y líder del Ejército de Resistencia del Señor, Joseph Kony; el expresidente marfileño Laurent Gbagbo (por la criminal despedida y fin de fiesta postelectoral de 2010-11)... y podríamos incluir al primer condenado por la CPI, el congoleño Thomas Lubanga (14 años de cárcel por reclutar a menores soldado), o al ya condenado expresidente liberiano Charles Taylor (aunque su caso fue en el Tribunal Especial para Sierra Leona, tutelado por la CPI), y a alguno más.

Pero que nadie crea que aquí la CPI sólo levanta vituperios. A pesar de sus numerosísimos detractores, muchos son los africanos (los que han tenido acceso a una buena educación, los que conocen y siguen o han sufrido los casos, los que han viajado fuera del continente, los que saben del daño que puede hacer a la imagen de su país) que están pendientes de La Haya.

Antes de la confirmación de los casos contra los citados kenianos, Alphonce Omondi dibujaba esto:


La CPI, con miles de kenianos ante su sede: "Igual haría falta una fumata blanca..."

Porque, como ha dicho mil veces Chema Caballero, en África hace falta justicia, no limosna. Aunque, por el momento, la de la CPI sea una justicia a la occidental.

"¿Por qué no se juzga a George W. Bush por los crímenes de Irak?", preguntan muchos kenianos. Y lo mejor de todo es que me lo arguyen de forma acusatoria, como si a mí el expresidente estadounidense me pareciera un buen tipo que merece vivir en paz (o vivir, a secas). Al igual que otros tantos criminales de Occidente, que jamás pisarán la cárcel.

Precisamente con la prisión llega una tercera queja. Recuerdo, de pequeño, haber escuchado a mi abuelo decir que muchos criminales obtenían en la cárcel su refugio, ya que, sin oficio ni beneficio, al menos les quedaba un sitio en el que, mal que mal, les daban techo y algo de comer. En unos minutos van a entender a qué viene esto.

Los sentenciados por la CPI cumplen la condena en un tercer país, pero antes, durante el juicio, pasan por el centro de detención de La Haya. Son las instalaciones que muestra este vídeo.




"Una imagen totalmente distinta de lo que los kenianos entienden por un centro de detención", termina diciendo la voz en off.

Repasemos: una habitación individual en un entorno limpio y seguro, electricidad y agua potable, acceso a un retrete y una ducha, a una biblioteca, a una zona recreativa, a un ordenador, varias comidas variadas... ¡y gratis y sin tener que trabajar!

Dice la CPI en su web que...

"... para garantizar el bienestar físico y espiritual de los detenidos en un sistema eficiente de detención, se tienen en cuenta su diversidad cultural y su desarrollo como individuos.

Para lograrlo, el programa diario del centro permite a los detenidos acceso a aire fresco,  y actividades recreativas y deportivas. Tienen acceso a libros, a las noticias y a la televisión".

También se permiten las visitas de la familia, así como el de un guía espiritual, además de atención consular. E, inutyo, atención médica cuando se necesite.

¿Cuántos millones de africanos (de africanas, muchas más) se parten la espalda a trabajar jornadas interminables para lmavivir en una chabola de mierda, sin ninguo de esos privilegios? Es más, ¿cuántos africanos de la emergente clase media tienen acceso a tales servicios? Pocos-poquitos-pocos.

Echen un vistazo a este blog.

Entre los comentarios a la entrada, se puede leer: "Es mejor que lo que el ciudadano libre medio se puede permitir [...]",  "Estoy muy ocupado haciendo las maletas y buscando a alguien contra quien delinquir. Esto [el centro de detención] es increíble. Solo tienes que timar a alguien y acabar ahí, ¿no? ¡Yo puedo hacerlo! [...]" o un vacilón "¿Cómo? ¿No tienen espejo en el techo?", que tiene por respuesta: "[...] ¿No hay espejo en el techo? Ya entiendo por qué la gente se queja..."

Para "Terminator" Ntaganda, un tiempo en un lugar así quizá sea traumático. Edu y Gemma me contaron alguna vez que tiene una enorme mansión de muros rosas en la localidad oriental congoleña de Goma. Pero, para millones de personas en este continente, lo que la CPI considera una privación de libertad, es una aspiración muchas veces inalcanzable.

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