jueves, 7 de octubre de 2010

Esperando un Nobel bajo un árbol

Al día siguiente fallaban el Premio Nobel de Literatura y el keniano Ngugi wa Thiongo (de quien si dijera que sabía quién era antes de ayer, mentiría) apuntaba al galardón.

El candidato vive en Estados Unidos, donde trabaja como profesor en la Universidad de California, y los periodistas de la zona teníamos crudo conseguir una entrevista con él, a pesar de que su secretaria se había mostrado muy amable por correo electrónico. Básicamente, si Ngugi ganaba el Nobel, estábamos jodidos.

A última hora del día previo, cuando estábamos intentando agotar todos los recursos disponibles para salvar dignamente el set, me llama el corresponsal de ABC en Nairobi, Eduardo Molano, (pongo el nombre completo y los títulos, que si no me llora) y me propone un plan que, como fan incondicional de las ideas peregrinas, no puedo rechazar: irnos los dos al pueblo natal del escritor, no muy lejos de Nairobi, y esperar el fallo de la Academia Sueca con su familia. O con quien le conozca en la zona.

La mañana siguiente, es decir, esta mañana, nos ponemos en marcha. Una hora de matatu después, llegamos a Limuru, en donde optamos por subirnos los dos apretaditos, junto al conductor, en una moto que nos lleva hasta Kamirithu, la pedanía en la que está la residencia familiar del escritor.


Nadie responde desde la puerta, así que nos adentramos en la casa. Oscura, sucia, semiabandonada. Pero a la vez espaciosa, como si ya hubiera pasado su época de esplendor.

"¡Hola!", saluda al fin alguien saliendo de una de las dependencias. Nos presentamos. "¿Ha ganado?", nos pregunta, cuando aún faltan dos horas para conocer el nombre del vencedor. Es el hijo de Ngugi. Edu y yo estamos a punto de mearnos encima. Nos atenderá, sí, pero tiene que terminar unas cosas, así que nos pide un tiempo, que aprovechamos para salir a hablar con los vecinos.

Los hay que piden dinero por hablar con nosotros, los hay que no hablan, los hay que sólo hablan suajili y, por fin, alguno que habla inglés gratis. No saben leer, por lo que no se han leído ninguna de las obras de su vecino, pero cuentan -o inventan, quizá- maravillas sobre el personaje.

Queda media hora para saber el premiado y Tee Ngugi, que es como se llama el mayor de los ocho hijos del novelista, sale al jardín de la casa para seguir con nosotros la cuenta atrás. Nos acomodamos bajo un árbol y comenzamos a bombardearle a preguntas hasta que la cuenta atrás de la web de los Premios Nobel llega a cero. Y mi conexión muere justo cuando la página se está actualizando con el nombre del ganador. Un gallo canta dentro de la casa y lo tomamos por una señal de victoria, pero pronto recibimos la fatídica noticia: Vargas Llosa es el nombre elegido. Edu y yo nos quedamos con la misma cara que Tee.


Pero volvemos a Nairobi saboreando una dulce derrota. Ahora, de hecho, hemos quedado para brindar por ella.

5 comentarios:

Laura dijo...

¡Preciosa historia!
Me encanta que tú también te hayas animado a cotnar el backstage de las noticias y las no-noticias. Qué bonito es el backstage.

¿Y por qué no una crónica del pueblo que esperaba el resultado del Nobel, del Nobel que no fue? A mí me habría encantado leerla :)

sanbru dijo...

Me encanta la frase final del post de tu amigo Edu.

Que envidia me das cabron.... Pero que agusto iria yo en esa moto...

un bratzo

Àlex Cubero dijo...

Pues mientras ahí os cagabais en todo, aquí estábamos manos a la obra para empezar a buscar reacciones en el país vecino que, ¡oh!, es donde reside el alter ego y enemigo del premiado, nuestro queridísimo y colombianísimo García Márquez.

Me gusta mucho tu blog, tío. Enhorabuena

dudo dijo...

una historia preciosa, Jjpavi, para contarle a tu sobrinico...

Mmmmm dijo...

Qué guay Javi, cómo mola seguirte tan de cerca los pasos. Estoy con Laura, hubiera molado la contracrónica! :)