Con todo el rollo de Somalia encima, se me había pasado celebrar por acá el segundo aniversario de este blog y, por tanto, los dos años desde que aterricé en Nairobi. Esta vez no habrá cambios de diseño porque los bidujitos que nos apañaron los pequeños monstruos nos quedan que ni pintaos. Pero sí habrá tiempo para repasar lo que ha sucedido por aquí en un año, que no ha sido poco:
No es un recuerdo agradable, pero sí que será difícil de borrar. Fue la primera vez que me topé con muertos, totalmente a traición. Más de cien personas calcinadas mientras robaban combustible de un oleoducto con fugas en una barriada chabolista de Nairobi...
Al mes siguiente me fui unos días de vacaciones a Etiopía, la tierra de los caraquemadas. Presencié el camino del sábado en Lalibela, para asistir a una estremecedora misa un día después. Busqué (sin éxito) las fuentes del Nilo Azul, y me asombró la presencia italiana en lo que fue Abisinia. Un poco más al norte, en Gondar, admiré sus castillos y ascendí a las montañas de Simiens para hacer un safari alternativo con una compañía excepcional. Busqué (con menos éxito aún) el arca perdida en Axum, un lugar hasta entonces para mí desconocido pero de rica historia, y me despedí de Adis Abeba alojándome en el ilustre Hotel Ras.
Volví a Sudáfrica, y no me enteré de nada en la Cumbre del Clima de la ONU en la ciudad de Durban. O igual es que no había nada de lo que enterarse y no era más que el típico mamoneo.
Un experto en China habló aquí de la presencia del Imperio del Centro en África y también debatimos sobre las complejidades de informar desde este continente.
Entre tanto, se puso en marcha el gigantesco proyecto del LAPSSET, que seguramente tardará un tiempo en completarse.
Tras un memorable (y breve) viaje a Ruanda para visitar a nuestros primos los gorilas, me desplacé por trabajo a la keniana Eldoret donde tuve la suerte de charlar con el campeón del mundo de maratón y descubrir por qué Kenia es el país de los avestruces.
Y entre música, humor, deporte y política africana pasamos las interminables temporadas encerrados en Nairobi. Que se interrumpieron, poco antes de cumplir los dos años, con un interesantísimo viaje a Somalia, en esos momentos concluyendo su transición política.
Como suele suceder siempre, quedan miles de anécdotas por comentar y otras tantas personas por presentar sin las que todo lo sucedido jamás habría sido posible. A saber qué contaremos los babuinos y un servidor de aquí a un año. O dónde estaremos...
Y ya puestos, como es triste tener que pedir, pero más lo es tener que robar: si crees que los monos, las bananas y yo lavamos muy blanco o algo, anímate y danos un voto, que competimos de nuevo en los Premios Bitácoras como Mejor Blog Periodístico. No tienes más que pinchar en el botón de los premios, arriba a la derecha, bajo la cabecera del blog. Aquí lo dejo tambíen enlazado. Un yogur desnatado a cada seguidor que vote a los monos bananeros.
No es un recuerdo agradable, pero sí que será difícil de borrar. Fue la primera vez que me topé con muertos, totalmente a traición. Más de cien personas calcinadas mientras robaban combustible de un oleoducto con fugas en una barriada chabolista de Nairobi...
Al mes siguiente me fui unos días de vacaciones a Etiopía, la tierra de los caraquemadas. Presencié el camino del sábado en Lalibela, para asistir a una estremecedora misa un día después. Busqué (sin éxito) las fuentes del Nilo Azul, y me asombró la presencia italiana en lo que fue Abisinia. Un poco más al norte, en Gondar, admiré sus castillos y ascendí a las montañas de Simiens para hacer un safari alternativo con una compañía excepcional. Busqué (con menos éxito aún) el arca perdida en Axum, un lugar hasta entonces para mí desconocido pero de rica historia, y me despedí de Adis Abeba alojándome en el ilustre Hotel Ras.
Volví a Sudáfrica, y no me enteré de nada en la Cumbre del Clima de la ONU en la ciudad de Durban. O igual es que no había nada de lo que enterarse y no era más que el típico mamoneo.
Un experto en China habló aquí de la presencia del Imperio del Centro en África y también debatimos sobre las complejidades de informar desde este continente.
Entre tanto, se puso en marcha el gigantesco proyecto del LAPSSET, que seguramente tardará un tiempo en completarse.
Tras un memorable (y breve) viaje a Ruanda para visitar a nuestros primos los gorilas, me desplacé por trabajo a la keniana Eldoret donde tuve la suerte de charlar con el campeón del mundo de maratón y descubrir por qué Kenia es el país de los avestruces.
Y entre música, humor, deporte y política africana pasamos las interminables temporadas encerrados en Nairobi. Que se interrumpieron, poco antes de cumplir los dos años, con un interesantísimo viaje a Somalia, en esos momentos concluyendo su transición política.
Como suele suceder siempre, quedan miles de anécdotas por comentar y otras tantas personas por presentar sin las que todo lo sucedido jamás habría sido posible. A saber qué contaremos los babuinos y un servidor de aquí a un año. O dónde estaremos...
Y ya puestos, como es triste tener que pedir, pero más lo es tener que robar: si crees que los monos, las bananas y yo lavamos muy blanco o algo, anímate y danos un voto, que competimos de nuevo en los Premios Bitácoras como Mejor Blog Periodístico. No tienes más que pinchar en el botón de los premios, arriba a la derecha, bajo la cabecera del blog. Aquí lo dejo tambíen enlazado. Un yogur desnatado a cada seguidor que vote a los monos bananeros.
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